El papel formativo de la Universidad ante las Soft Skills

Nos encontramos ante un mercado laboral dinámico, cambiante, competitivo, global, exigente, notablemente influenciado por la digitalización y por la irrupción de la inteligencia artificial. Las empresas demandan, cada vez más, que sus empleados, junto a su rigurosa formación técnica, también atesoren aquellas habilidades personales, sociales y emocionales que les puedan hacer más idóneos para alcanzar el éxito en el desarrollo de su trabajo.

Habilidades que, más allá de aquellas que son susceptibles de ser enseñadas (hard skills), como es el caso, por ejemplo, del dominio de lenguas extranjeras, la obtención de títulos y certificados de formación, o el dominio de las competencias digitales; también alcanzan a aquellas otras que guardan relación con la forma en que una persona interactúa y se relaciona con otros (soft skills).

El papel de las soft skills en la empresa del siglo XXI

Se habla así de “habilidades blandas”, más subjetivas, como la creatividad, la comunicación, la planificación, el liderazgo, la gestión del tiempo, la flexibilidad mental, la conciencia, la resolución de problemas, el manejo del estrés, el autocontrol, el encaje de los principios individuales con los que son valores de la empresa, el dominio del storytelling (organización de pensamientos y construcción de una narrativa convincente), la productividad personal, el trabajo en equipo y colaborativo, el desarrollo del pensamiento crítico, la adaptabilidad a los cambios, y la asunción de responsabilidades personales.

Habilidades que, aun cuando son innatas en buena medida a cada individuo, también pueden “trabajarse”, más allá de la experiencia profesional, mediante actividades de formación, la consolidación de una cultura empresarial favorable para el desarrollo del individuo, la reflexión, o la consolidación del llamado feedback grupal.

Trabajo formativo éste ante el que la universidad no puede ni debe mantenerse impasible, máxime si somos conscientes del valor que corresponde atribuir, de una parte, a su misión de transferencia; y, de otra, a su relevante papel en la formación no solo de profesionales, sino también de una ciudadanía comprometida.

La formación de las soft skills en el sistema universitario español

Fruto de su papel activo en la sociedad y el mundo que la rodea (también el empresarial), la universidad, además de un riguroso conocimiento técnico de las materias, debiera ser capaz de ofrecer al mercado laboral y al alumnado aquello que demandan, también desde una perspectiva personal, social y emocional.

Esta cuestión no implica contemplar la universidad como una “oficina de empleo”, pero sí ponderar que nuestros estudiantes salgan de las aulas siendo capaces de aportar valor a las empresas en que desarrollen su actividad profesional.

Para conseguirlo, las universidades, sin minusvalorar la formación en conocimientos que son propios de cada una de las asignaturas que configuran la estructura del plan de estudios de cada titulación (y que bien pueden transmitirse con las tradicionales y no siempre bien ponderadas clases magistrales); pueden utilizar diferentes instrumentos que guardan conexión con las denominadas metodologías docentes activas.

Un ejemplo de cómo conseguir la formación en soft skills

Pensemos en el aprendizaje basado en proyectos, el uso del aula inversa, los casos prácticos, las simulaciones, la retroalimentación efectiva de la corrección de unas evidencias de evaluación que, en todo caso, no pueden verse reducidas a una simple calificación. También debieran incorporar “consejos” de mejora; la potenciación de actividades extracurriculares que permitan al alumnado potenciar sus habilidades sociales y de liderazgo, así como familiarizarse con el trabajo en equipo y el asociacionismo; la creación de cursos o asignaturas específicas estrechamente ligadas con las habilidades blandas; o la incorporación, transversal, dentro de los planes de estudio de una titulación, de aquellas soft skills que resulten necesarias para el correcto ejercicio de la profesión o profesiones que guarden estrecha relación con ella.

El ejemplo de los másteres oficiales y profesionalizadores de abogacía y procura

Como actual coordinador del máster de abogacía y procura de la Universitat de Barcelona y, por ende, conocedor del funcionamiento de dichos másteres en el sistema universitario español, creo de justicia reconocer que la formación en soft skills del alumnado universitario de las Facultades de Derecho puede considerarse un buen ejemplo, aunque porsupuesto susceptible de mejora.

Partiendo de la formación en conocimientos jurídicos, más propia del Grado en Derecho y que, por tanto, solo viene a “refrescarse” o “complementarse” con motivo del máster en abogacía y procura (configurado sobre la metodología del caso); los mayores esfuerzos combinados entre universidad y colegios profesionales (de la abogacía y procura) consisten en trabajar en todas y cada una de las disciplinas, bien sean obligatorias u optativas, competencias transversales (ética profesional, perspectiva de género, sostenibilidad) y habilidades propias de quien, en un futuro próximo, va a enfrentarse a la defensa o representación de los clientes (redacción de escritos, oratoria, empatía, trabajo en equipo, manejo de técnicas argumentativas y de persuasión, respeto al adversario, flexibilidad de esquemas mentales, atención al cliente, organización de despachos profesionales, o responsabilidad profesional en función de normas deontológicas).

Además, dentro de sus planes de estudio, en estos másteres se presta una especial atención a las simulaciones judiciales (por especialidad), la impartición de talleres prácticos de coaching, liderazgo y mediación, y el desarrollo de prácticas curriculares en despachos profesionales. De igual modo, también se inculca al alumnado, mediante su participación en actividades formativas extracurriculares organizadas por los colegios profesionales y facultades implicadas, la necesidad de enfrentar un ejercicio de la profesión que, como acontece en otros muchos ámbitos de conocimiento, va a requerir de una formación continuada a lo largo de la vida laboral.

Conclusión: buscar el equlibrio

De lo hasta aquí expuesto, resulta factible concluir que la Universidad no puede ni debe olvidar la responsabilidad que le corresponde en la formación de las soft skills. Una formación en la que, en todo caso, habrá que saber alcanzar un complicado equilibrio entre conocimientos y habilidades. Desde luego, existe el riesgo de dejarse abducir por lo que de atractivo tienen estas habilidades, hasta el extremo de penalizar los conocimientos que todo alumno debe adquirir a lo largo y ancho de su formación universitaria. No sea que, como ya se observa en la primaria y secundaria, terminemos por “vestir un santo”, pero a cambio de “desnudar otro”.

En un intenso debate entre Ortega y Gasset y Madariaga acerca de la relación entre cultura y dominio de diferentes idiomas, el primero termina por concluir que aun siendo bueno (nadie lo discute) dominar el uso de diferentes idiomas, no lo es tanto si ese dominio corresponde a un “tonto”, pues padeceremos los peligros inherentes a sufrir un “tonto políglota”. Así mismo, podemos aplicarlo a quienes se hayan formado adecuadamente en las soft skills, pero sin “saber Derecho”. Bien pudiere pasar, por seguir con el ejemplo del abogado, que aun cuando éste sea un magnífico orador capaz de trabajar de forma colaborativa, no tenga nada útil que decir (de hecho, mejor que siga callado) en aras a articular la estrategia defensiva de su cliente en el caso concreto.

Como en casi todo en la vida, en el término medio y la aplicación del sentido común puede estar la virtud.

 

Comentarios
  1. Luis Bahamonde Falcon dice: 12/11/2024 a las 09:44

    En mi opinión es un artículo y reflexión extraordinarios, por calificarlo como se merece. Llevo toda una vida conectado al mundo económico, en todas sus fases: empleado, supervisor, director gerente, empresario y finalmente asesor en temas económicos y empresariales. El artículo del Prof. Dr. Vallespin. Es no únicamente una reflexión, que también, sino que debería ser incluido como instrumento para un cambio del paradigma educativo. Como describe muy bien el Dr. Vallespin, el mundo y la economía, están experimentando cambios de calado, en este sentido la formación a cualquier edad, debe de aplicar métodos transversales, que como describe el Dr. Vallespin, no incluyen únicamente una formación reglada.
    Gracias por un artículo a tener muy en cuenta

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