La importancia de promover la innovación docente en el profesorado universitario

Antes de ahondar en la cuestión de la innovación docente, me gustaría realizar una serie de consideraciones previas que, en cierto modo, deben tenerse en cuenta en tanto que la condicionan.

En primer lugar, cabe recordar que las universidades tienen encomendadas diversas misiones institucionales –docencia, investigación, transferencia-, cuyo desarrollo y ejecución suele acarrear clásicas tensiones y conflictos entre ellas, por la complejidad que les rodea y por la dificultad que entraña una realización simultánea de ambas (eg. investigación vs. docencia). Precisamente esta complejidad de conciliar todas las actividades/obligaciones inherentes a la actividad académica es una de las preocupaciones mayores de los profesionales académicos.

También debe advertirse la coexistencia de diferentes tipos de universidadesresearch universities, universidades más orientadas a la docencia, universidades politécnicas aplicadas, etc.-. De igual forma, existen distintos tipos de perfiles de profesores -más orientados a la investigación, a la docencia, con un perfil más de gestión, etc-.

Presiones institucionales y transformación permanente

En segundo lugar, es importante tener en cuenta que el profesorado recibe continuamente enormes presiones institucionales internas y externas que orientan su actividad, su comportamiento y su conducta: presiones de la academia, de sus universidades, de las agencias evaluadoras, de los rankings comparativos de universidades, de los gobiernos, y de la propia sociedad.

Entre esas presiones institucionales que proceden del entorno, merece mención especial el hecho de que la educación, en general, y la educación superior, en particular, está inmersa en una continua y permanente transformación. Un ejemplo claro fue lo sucedido en la pandemia y el proceso acelerado de transformación digital acontecido.

Consecuencias para el profesorado: burnout y desgaste

Todo lo anterior produce importantes consecuencias para el profesorado universitario. Suele afirmarse (y en cierto modo ser aceptado con cierta resignación) que “el profesor universitario actúe como un profesor orquesta”(Ramió, 2014), con los efectos negativos que de ello se derivan. Tales efectos han comenzado a ser investigados y han aparecido publicaciones que visibilizan la emergencia de episodios de burnout entre el profesorado universitario (Mairal, 2010; Moreno-Jiménez et al, 2009), y un creciente desgaste emocional y laboral entre el sector más joven (Cobos Sanchiz, 2023).

Pese a este contexto inicialmente descrito, el profesorado universitario encuentra en la motivación intrínseca el principal motor para innovar en el ejercicio de la actividad docente.  

Así, el hecho de que la docencia sea entendida como una actividad profesional altamente vocacional, unido a la pasión que suele tener el profesorado por la enseñanza y y su compromiso por mejorar el modo en el que se transmiten los conocimientos al alumnado, son, sin duda, factores motivacionales esenciales.

Lo anterior no resta importancia a las acciones y medidas necesarias que deben impulsarse a nivel institucional y organizativo para estimular y promover la innovación en el ámbito académico (motivaciones extrínsecas).

La importancia del reconocimiento académico e institucional

En este sentido, el reconocimiento académico es fundamental: la innovación docente debe valorarse justamente en los diversos procedimientos en los que frecuentemente participan los profesores -procesos de acreditación y de evaluación de méritos académicos, promoción académica, concursos y procesos de contratación, etc.-).

A su vez, el reconocimiento institucional también desempeña un rol importante.

Por ello, si los responsables universitarios desean que sus profesores desarrollen innovaciones en su desempeño docente deben destinar esfuerzos en identificar, reconocer y premiar a aquellas buenas prácticas docentes innovadoras, para así visibilizarlas dentro de sus organizaciones.

Precisamente, la literatura académica relativa a innovación en las organizaciones ha afirmado que el reconocimiento de las ideas innovadoras y su difusión interna y externa ayudan a que se genere y promueva un espíritu innovador.

A este respecto, el Vicerrector de Innovación Social de la Universidad de Granada, Esteban Romero Frías, un entusiasta de la innovación, afirmaba en unas Jornadas de Innovación Docente celebradas el pasado año en la UNED, «la importancia de aflorar esos pequeños relatos innovadores, porque los grandes ejemplos nos vislumbran, pero no nos sirven para emprender la transformación y el cambio».

El efecto mimético de los contextos innovadores

En definitiva, y en consonancia con algunos de los principales hallazgos de la literatura académica especializada, puede sintetizarse que los contextos innovadores producen un efecto mimético dentro de las organizaciones, enriqueciéndose con las enseñanzas del entorno. Además, dotar de apoyo financiero a las mejores ideas de los empleados proyecta entre los empleados una filosofía organizacional que reconoce, valora y premia la innovación.

Conocedoras o no de esto, la mayoría de las universidades llevan años impulsando y promoviendo, de forma regular, convocatorias de apoyo a la innovación docente como una muestra de compromiso institucional por promover y garantizar una docencia de calidad como pilar estratégico.

Estos planes desempeñan un papel fundamental en la promoción de la innovación académica. Las publicaciones académicas que han investigado acerca de la innovación reconocen que la innovación, especialmente, cuanto más revolucionaria, transgresora y disruptiva es, requiere de palancas –drivers- o elementos que la faciliten y la hagan posible.

Aspectos que facilitan la innovación

Algunos de estos aspectos organizacionales que facilitan la innovación (Clausen et al., 2020) son: la dotación de recursos suficientes (e.g. formación, recursos tecnológicos, etc.); la presencia de un liderazgo que promueva la innovación (sin aversión al riesgo) y que no penalice lo novedoso ni los errores y fracasos; empoderamiento y autonomía para emprender acciones innovadoras; y la asignación de incentivos y recompensas -materiales o reputacionales que propicien un espíritu innovador.

Los profesores universitarios también debemos mostrar un compromiso inherente con el desarrollo de la innovación en el desempeño de nuestra actividad académica.

Desarrollo de la innovación en el desempeño de la actividad docente

En primer lugar, cabe recordar que la innovación en las formas de enseñar y aprender es “un principio fundamental en el desarrollo de las actividades docentes y formativas universitarias”, una exigencia de la normativa que regula nuestra actividad universitaria (Artículo 6. 3. LOSU 2/2023).

En segundo lugar, debemos entender la innovación como una exigencia académica en tanto que puede ayudarnos a avanzar en nuestra búsqueda hacia la excelencia académica, al contribuir a mejorar las prácticas educativas y favorecer, con ello, el aprendizaje del estudiantado.

  • No hay que olvidar que la innovación es un medio y no un fin en sí mismo. La innovación docente, por ejemplo, debería estar destinada a mejorar la docencia que ofrecemos a nuestros alumnos, mejorando, por ejemplo, su proceso de enseñanza-aprendizaje. Cualquier experiencia de innovación no debe olvidar el verdadero fin (mejorar la experiencia de aprendizaje del alumnado y la calidad académica), y debe evitar centrarse en los nuevos instrumentos (tecnología a emplear, por ej.), para huir del peligro o de la tentación de dejarse arrastrar por modas pasajeras (moocs, webinars, etc.)

Por otro lado, la innovación debería ser entendida como una autoexigencia profesional en sintonía con la naturaleza transformadora y creativa de la actividad que desempeñamos. Ello hace imprescindible repensar continuamente los métodos y las herramientas educativas que utilizamos, persiguiendo siempre que los estudiantes tengan a su alcance los mejores recursos educativos.

La innovación debe ser orientada al servicio de la sociedad y las demandas que ésta nos hace.

Nos puede ayudar a adaptarnos a los cambios sociales que se producen a nuestro alrededor y a atender a las nuevas demandas sociales que emergen y a las preocupaciones y necesidades que tiene el alumnado.

Para esto es fundamental que consigamos distanciarnos de nosotros mismos y de nuestros intereses y preocupaciones académicas para poder observar activamente qué ocurre en las aulas y con nuestros alumnos.

La innovación en el contexto actual

En un contexto efervescente de transformación y disrupción profunda como en el que nos encontramos inmersos actualmente, los sistemas educativos y las universidades se enfrentan a grandes tensiones y retos. Juan Freire, Research Fellow del Innovation Hub Europe del Tecnológico de Monterrey, lo expresaba muy claramente en una conferencia:

“la velocidad de cambio social y económico y la incertidumbre que genera en los objetivos y formatos de aprendizaje, la digitalización, la transición de un enfoque curricular a otro centrado en la experiencia de aprendizaje, la necesidad de generar aprendizaje activo y significativo o el impacto de la IA. Abordar de forma efectiva estos retos requiere de una estrategia, herramientas y cultura para generar innovación y transformación a diferentes escalas».

Con ello, la innovación se entiende como el único motor de la transformación social, que unida al compromiso con nuestra profesión, con nuestro entorno y con la sociedad, nos permita impactar en el bienestar social y en el seno de nuestra comunidad.

La innovación: una vivencia intensa y transformadora

Como lo sintetizaba bien el entusiasta profesor Esteban Romero-Frías de la Universidad de Granada:

“la innovación dentro del ámbito universitario no debe ser vista meramente como un ejercicio teórico, sino como una vivencia intensa y transformadora, tanto para la comunidad educativa como para la sociedad en general».

Inspirándonos en la cita de David Thoreau, como una forma de `vivir intensamente´ la vida, implicándonos de lleno en procesos experimentales y de transformación social que trascienden los límites tradicionales del aprendizaje. (…) La universidad tiene un rol fundamental en el desarrollo sostenible y la innovación social. (…) La innovación en la educación superior es un camino hacia la relevancia social y la contribución efectiva al bienestar colectivo».

En definitiva, y pese a los obstáculos y dificultades que podamos encontrar en el camino, comprometámonos todos con la innovación entendida como un desafío generacional en el sentido al que se refería la filósofa Hannah Arendt cuando afirmaba “nuestra esperanza reside siempre en el elemento de novedad que cada generación lleva con ella”.

 

Comentarios
  1. Mirna Hernández de Camacho dice: 13/02/2025 a las 19:11

    Mi saludo.
    La innovación educativa en cualquier nivel académico no es solo un crédito institucional; considero que la mayor relevancia está en el diario acontecer docente, pudiendo apreciar sus constantes nuevas estrategias y resultados en su relación alumno-contexto-docente.

  2. Carmen Perez-Esparrells dice: 16/02/2025 a las 20:11

    Enhorabuena, Alberto, por la estupenda entrada que continua las anteriores. La innovación docente lejos de ser un tema manido debe estar en el centro del debate académico. Dada la complejidad de compaginar todas las tareas de un profesor universitario con un nivel óptimo de desempeño, las motivaciones extrínsecas e intrínsecas para participar en los proyectos de innovación docente que discutes en tu entrada, pueden hacernos reflexionar para comprometernos con este desafío intergeneracional.

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