La misión de la universidad como búsqueda de la verdad. Romano Guardini.

Romano Guardini (1885-1968) fue un intelectual y sacerdote católico alemán cuya vida estuvo muy ligada a la institución de la universidad. Durante cuatro décadas fue profesor en distintas universidades alemanas, como la de Berlín, Tubinga o Múnich, exceptuando el periodo hitleriano, en el que se le retiró forzosamente de la docencia. En el libro Tres escritos sobre la Universidad, publicado por Eunsa en el año 2012, se recogen algunas de sus ideas sobre la función que debe cumplir la universidad en su relación con el saber y la verdad.

El primero de los escritos desarrolla la relación de la universidad con la búsqueda de la verdad, un empeño al que no debe renunciar si quiere seguir manteniendo su principal función. En el segundo se refiere a las responsabilidades de los estudiantes universitarios, desde una perspectiva original, ya que en esta sección se han expuesto muchas perspectivas sobre la misión de la Universidad en relación con el alumno o la sociedad, pero no tan frecuentemente sobre la responsabilidad de los propios estudiantes. En el último escrito, si bien en su mayor parte se conserva solo en forma de apuntes esquemáticos, reflexiona sobre la relación de la universidad con el poder.

En la siguiente entrada nos proponemos análisis sobre los tres escritos que se proponen en el texto.

La universidad en su relación con la verdad.

“¿En qué consiste el sentido último de la universidad? Puede enunciarse en una frase: Conocer la verdad, y precisamente por sí misma” (p. 14).

Para Guardini, el principal cometido de la universidad es la búsqueda de la verdad, una verdad cuya existencia defiende en sí misma, sin supeditarla a otros criterios. Considera que, si la verdad se identificase, por el contrario, con la utilidad, quien decidiría qué es lo útil y definiría la verdad, en última instancia, sería quien ostentara el poder. Y esta es una concepción muy peligrosa, que se expandió durante los doce años de gobierno del nazismo en Alemania, llevando a la construcción de un régimen político basado en la destrucción del ser humano.

La verdad es superior a la propia vida, es estable y luminosa, es aquello de lo que depende que la vida sea real, correcta, bella y creadoramente viva. La universidad existe para descubrir la verdad, y, cuando olvida esta tarea, se convierte en una mera escuela profesional, perdiendo su sentido espiritual. Por ello, si la verdad está por encima del hombre, “en la grandeza de su valía absoluta, y él entra en contacto con ella, entonces se traba aquella relación que salvaguarda a la persona en su libre dignidad” (p. 19).

Ahora bien, ¿qué es la verdad? Desde una perspectiva platónica, Guardini define la verdad como la comprensión de “la idea”. Es decir, las cosas no poseen su sentido propio, sino que remiten a algo por encima de ellas, son símbolos que remiten a otra cosa. Por tanto, las cosas tienen su sentido por encima de sí mismas. Esa forma eterna de sentido es la meta esencial del conocimiento.

“Yo doy con una cosa, la observo, la comparo, la analizo y, de un golpe se me aparece la forma de sentido, únicamente en esta forma comprendo la cosa. Esta comprensión es la verdad” (p. 20).

La responsabilidad del estudiante para con la cultura.

Guardini plantea esta segunda conferencia partiendo de una pregunta: ¿qué busca quien viene a la universidad? Encuentra, de este modo, cuatro posibles respuestas. Hay alumnos que acuden a la universidad buscando el ambiente de apertura posterior a la escuela y previo al ejercicio de una profesión, en el momento de la vida ascendente. Otros, en cambio, quieren prepararse para ejercer una profesión, no necesariamente con la única intención de obtener un salario, sino de comprender las complejidades técnicas y la ética de la profesión en la que están interesados.

“O sea, que a quien se hace médico lo que le importe al final sea el curar, y no los honorarios; o al filólogo le importe llevar a la juventud a una formación intelectual, y no alcanzar una posición administrativa asegurada” (p. 30).

Una tercera respuesta es la voluntad de investigar, es decir, de seguir el impulso que busca la verdad por sí misma en un determinado campo y nunca llega a un final. Lo importante de la investigación no es la utilidad o la aplicabilidad de lo hallado, sino comprender cada vez más completamente la esfera de la realidad a la que se dedica. Estas dos últimas posturas podrían colisionar entre sí, ya que hay un potencial enfrentamiento entre la búsqueda de la verdad y el esfuerzo del conocimiento de la profesión. Sin embargo, el saber profesional también es el impulso de la investigación.

“Puede decirse que la tercera respuesta a nuestra pregunta está tras la segunda y es eficaz mediante ella; de igual modo que la segunda, con su seriedad, protege a la primera respuesta frente a la dispersión de uno mismo” (p. 34).

Por último, Guardini reflexiona sobre una cuarta respuesta: la voluntad de alcanzar la verdad en un sentido absoluto, no solo como mera corrección. Este empeño sería la filosofía, la búsqueda de la verdad sobre lo más esencial, que conduce a la maravilla sobre las esencias y su significado. Esta verdad filosófica crea los fundamentos de la investigación y de la enseñanza profesional, ya que debe darse una fundamentación filosófica de las ciencias particulares, que aclare los principios últimos de los que vive todo conocimiento, y que muestre el método y camino fiable de un dato a otro.

A continuación, Guardini reflexiona sobre las circunstancias de la universidad de su momento −en el año 1954−, mostrándose especialmente preocupado por la relación entre el saber científico y su aplicación técnica, o el uso de los avances científicos para fines bélicos. Advierte, así, que el ethos de los académicos está abandonando la responsabilidad y la búsqueda de la verdad: “El científico se ha identificado con su rendimiento; y este vale tanto como su utilidad” (p. 47). De esta forma, reclama que los científicos recuperen su responsabilidad con la verdad:

“Que todo el mundo sepa que, cuando entra en relación con un científico, se encuentra con una conciencia que se siente responsable de la integridad y el orden de lo existente, y que por eso no está a disposición de la arbitrariedad de lo útil y del poder” (p. 49).

Por último, el alemán reclama a académicos y estudiantes una responsabilidad todavía mayor, que define como la amenaza de la cultura hacia quien la crea. Guardini había vivido poco tiempo antes cómo los avances científicos se habían utilizado para apoyar al nacionalsocialismo y al estalinismo, y también cómo la filosofía se había plegado a sus cosmovisiones totalitarias. Por tanto, “solo un soñador o un propagandista puede decir todavía que el acontecer histórico es sin más un avance hacia lo mejor” (p. 53). Dicho de otra forma, el avance de los conocimientos técnicos y el impacto del hombre sobre la existencia no garantizan que vayan a ser moralmente adecuados o beneficiosos.

Por tanto, Guardini pide a la comunidad universitaria que mantenga la preocupación por el conocimiento como un todo, y que asuma la responsabilidad de dejar de avanzar en procesos que puedan ser dañinos para el ser humano y el mundo. Este sería un ejercicio de ascesis, una autodisciplina que renunciara a algo deseable para alcanzar algo más alto. Así, defiende que se fomente una conciencia que no capitule ante la voluntad utilitarista y el poder totalitario, en un esfuerzo no solo teórico, sino también pedagógico para la sociedad.

“Se trata de la aclaración científica de las relaciones entre los ámbitos culturales particulares; de la configuración de una concepción global de lo que significa una cultura viable y digna de vivirse, o sea, aquella representación que debería basarse en un auténtico concepto de lo que es el hombre” (64).

Voluntad de poder o de verdad.

En el último escrito del libro, de 1965, si bien es fragmentario, Guardini sintetiza todo lo señalado en líneas anteriores, planteando la pregunta de si la existencia humana “debe estar definitivamente dominada por la voluntad de poder o por la voluntad de verdad” (p. 79). Considera que la pregunta por la verdad ha desaparecido en gran medida de la universidad de su tiempo, siendo la razón más profunda de su crisis. Señala, además, que la decisión de volver a centrar la atención en la verdad en sí misma, y no en sus fines, recae sobre cada uno, ya sea docente o estudiante.

“No queremos olvidar que se nos ha presentado un tremendo paradigma de cómo se manifiesta el en el más amplio sentido la subordinación del conocimiento al poder y de adónde conduce ello: los doce años entre 1933 y 1945, junto con su preparación y sus desenlaces” (p. 79).

¿Cuestiones de ayer o de hoy?

En definitiva, la visión de la universidad de Guardini es fruto de su fe y de su tiempo, pero también arroja cuestiones que resultan de gran actualidad. Una de las más obvias es su reclamo a que la universidad se mantenga independiente de las presiones del poder, centrándose en su principal función, la búsqueda de la verdad, y renunciando a la búsqueda de otros fines, como la utilidad o la influencia política. Por otro lado, la universidad de Guardini salvaguarda la enseñanza de disciplinas que, si primara el criterio de la utilidad técnica, probablemente desaparecerían, como las humanidades.

No obstante, quizás las dos ideas más originales de Guardini sean su advertencia sobre el peligro que entrañan los avances de la ciencia, y también su énfasis en la responsabilidad personal de cada integrante de la comunidad universitaria. La cautela sobre un progreso científico irreflexivo hoy en día está más generalizada, debido a preocupaciones como el clima o el medioambiente. Sin embargo, el reclamo a la responsabilidad individual de cada docente y estudiante es esencial, ya que, si bien la universidad se enfrenta a una serie de desafíos sistémicos de difícil solución, está en manos de la comunidad universitaria asumir la responsabilidad de luchar por la calidad de la enseñanza, que, en su mayor parte, se juega en las aulas.

 

Comentarios
  1. […] Por IRENE LANZAS – Universídad – Enlace al artículo […]

  2. […] Romano Guardini sale a nuestro encuentro. Adelantándose a los tiempos, supo ver que “Al final tenemos ante nosotros al hombre de la masa, y además en la peor de sus versiones: la de la masa entregada”. Quien así piensa es capaz de escribir: […]


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