Los estudios de grado en las universidades españolas (II): cuestiones y recomendaciones
En una entrada anterior (ver aquí) expusimos sintéticamente el análisis de los estudios de grado y su comparación con la oferta anterior a la reforma del sistema de títulos, a partir del informe Grados universitarios: ¿cuántos y cuáles? Análisis de la oferta de estudios de grado en las universidades públicas y privadas españolas, que presentó el pasado 19 de marzo el Observatorio del Sistema Universitario (OSU).
En el informe se declara el objetivo de estimular un debate que requiere la participación, al menos, de las propias universidades y de las administraciones involucradas y, al respecto, sugiere cuestiones y recomendaciones basadas en opiniones de universidades, administraciones y analistas o que se desprenden de los datos y las reflexiones que contiene el propio informe.
¿Todos los grados cumplen los objetivos de formación generalista, capacitación para el ejercicio profesional y empleabilidad a largo plazo de las personas tituladas?
Los objetivos de los estudios de grado están bien definidos en las normas que los regulan: la obtención por parte del estudiante de una formación en la que deben tener primacía los contenidos generalistas y de carácter básico.
Pero de la mera lectura de los nombres de los grados vigentes parece deducirse que muchos responden indudablemente a dicha orientación y algunos, indudablemente no.
Además, el número actual de dobles grados y su rápido crecimiento, teniendo en cuenta que la ampliación y profundización de conocimientos están encomendadas al segundo ciclo, puede considerarse un indicio de desorientación en lo que se refiere a los objetivos del sistema de títulos.
Por otra parte, debería comprobarse que los grados se ajustan a la normativa en lo que se refiere a “la preparación para el ejercicio de actividades de carácter profesional”, y que no se limitan a aportar elementos de cultura general.
También se han expresado preocupaciones en relación con el tipo de empleabilidad proporcionada por la formación de grado. En el documento Transformación y futuro de la Universidad Pública en España, se afirma que la universidad es “una institución que tiene como objetivo formar ciudadanos y personas cultas, instruidas y preparadas, más allá de perseguir solo la empleabilidad a corto plazo” y se destaca “la importancia de lograr que los alumnos no solo adquieran habilidades sino conocimientos con los que obtener unas competencias, además de una aptitud y actitud que permitirán a sus egresados trabajar en varios ámbitos e incluso tener oportunidad de empleabilidad durante toda su vida”. Solo la formación básica y generalista, en el ámbito correspondiente, puede garantizar la capacidad de actualizar conocimientos a lo largo de la vida y la empleabilidad a largo plazo.
Por ello, en particular, debería ponerse especial atención en no promover nuevos grados sin tener una certeza razonable acerca de la vigencia temporal de su objeto y sus contenidos. El riesgo de obsolescencia es mayor en los grados cuyo objeto es el estudio de un producto específico con un ciclo de vida de duración incierta.
¿Un sistema comprensible y comparable?
No parece que la oferta de grados constituya un sistema “fácilmente comprensible y comparable”, como quería la Declaración de Bolonia, no ya en cuanto a la comparación de los títulos españoles con los de los otros países del EEES, sino incluso en la comparación entre sí de los títulos del propio sistema español.
La gran diversificación de la oferta y las características de algunos nombres pueden dar lugar a que el sistema resulte poco inteligible para estudiantes, familias, instituciones y empresas. En particular, dificultan sus decisiones, por una parte, la coexistencia de grados con nombres parecidos, pero no equivalentes, y, por otra, los nombres poco expresivos o difíciles de interpretar en relación con el contenido del grado. La existencia, aunque minoritaria, de los denominados grados propios es un elemento adicional de confusión. De hecho, no se puede asegurar siquiera que familias y estudiantes tengan claros cuáles son los objetivos de la formación de grado.
Planificación y cooperación versus mera competición
Aunque no sea posible determinar el grado idóneo de diversidad en la oferta de grado, muchas opiniones coinciden en que el número actual de grados con nombres distintos es excesivo y debería reducirse.
Pero ello no puede resultar de las decisiones de cada una de las universidades, abocadas, en un contexto de escasez de recursos, a competir por más estudiantes, sino de la actuación, en diálogo con las universidades, de las comunidades autónomas que, en definitiva, son las responsables de la implantación de los títulos.
Si el aumento en la oferta de grados lo hiciera una sola universidad tal vez conseguiría mayores recursos de las administraciones y por precios públicos. Pero si todas lo hacen a la vez el único resultado esperable es un aumento de costes. Y con los mismos recursos y mayores costes, es difícil que la calidad no se resienta. En este sentido, en un contexto de reducciones presupuestarias sorprende el crecimiento incesante del número de grados y que algunas universidades hayan aumentado substancialmente el número de estudios impartidos respecto a su situación antes de la reforma. ¿En todos los casos se disponía de los recursos materiales y, sobre todo, del profesorado competente en las materias correspondientes?
¿Ciclo corto? ¿Formación profesional?
Ante la reciente propuesta de añadir un “ciclo corto” a los tres ciclos universitarios clásicos, formulada en la declaración ministerial de París de los países del EEES, junto a las iniciativas de algunas universidades públicas españolas de promover estudios con características similares a o conexas con la formación profesional, se hace necesario definir la relación entre la formación universitaria y la formación profesional superior.
La incorporación de estudios de formación profesional a la universidad supondría un cambio considerable en los objetivos docentes de la institución y en los recursos necesarios para alcanzarlos. En otro sentido, se debería valorar la conveniencia de que determinados títulos universitarios de grado se adscribieran al ámbito de la formación profesional superior.
Del Informe se desprende que parece aconsejable…
- Revisar que todos los grados cumplan los objetivos de formación generalista, capacitación para el ejercicio profesional y empleabilidad a largo plazo de las personas tituladas.
- Reducir el número de nombres distintos y, en su caso, el número de grados impartidos, mediante la planificación y la cooperación de las universidades entre sí y con las administraciones.
- Suprimir los denominados grados propios.
- Aclarar la relación entre la formación universitaria y la formación profesional.
- Repensar críticamente la oferta de grados múltiples, así como los objetivos y la calidad de los grados en lenguas extranjeras.
… y que la reforma de la reforma requiere la colaboración de las universidades públicas y las administraciones
Las universidades han hecho un gran esfuerzo para poner en marcha, en relativamente poco tiempo, un sistema de títulos con características en algunos casos substancialmente distintas de las del sistema anterior. Ahora que ya existe una experiencia amplia en la implantación de los estudios de grado, se puede y se debe valorar sus virtudes y sus defectos. Sin duda, la oferta de grados en España presenta aspectos cuestionables y requiere algunos cambios significativos. Para llevarlos a cabo no sería necesaria una reforma legislativa, sino principalmente que las administraciones y las universidades públicas asumieran cada una las responsabilidades que les corresponden e iniciaran un trabajo conjunto que desembocara en las reformas pertinentes.
En lo que se refiere a «Revisar que todos los grados cumplan los objetivos de formación generalista, capacitación para el ejercicio profesional», creo habría que añadir que en el caso de las profesiones reguladas debería darse la opción de tener un grado+máster integrado, como ya ocurre en Medicina o Arquiotectura.
Agradezco la aportación. En los tiempos y momentos en los que vivimos, no observo que esto sea asumible por las universidades públicas. La comodidad supera la autocrítica, y los apoyos (incluido los tímidos cambios normativos) son escasos. Revisar la oferta pasa por obtener certezas que empiezan a dar señales en nuestro entorno local y global. Es imprescindible responder a las necesidades formativas de una ciudadanía que debe saber aprender a aprender. En este sentido, el exceso de titulaciones (en aumento) de Grado, no ayuda. Los títulos propios es otra de las paradojas del sistema de formación universitaria, no solo aumenta la oferta sino que compite con la general, ofreciendo un perfil profesional mucho más cercano a las demandas de las empresas. Y aquí nos volvemos a confundir. Para qué los másteres. Necesitamos una base sólida (Grados) y unos másteres que den continuidad y conexión a esos Grados con el mundo de la investigación, de la observación, del análisis y de la acción o intervención experta (excelencia). Finalmente, la formación profesional en la oferta universitaria es algo que habría que replantearse, para no caer en respuestas como las que se dieron en su momento a graduados sociales, trabajadores sociales, enfermeros, maestros, peritos, etc.