Universidades docentes públicas. Una opción a tener en cuenta
Las crisis periódicas del sistema universitario español (SUE)
Junio de 2020. El Presidente de la Conferencia de Rectores de las Universidades Españolas (CRUE) (ver El País), Juan Carlos Gómez Villamandos, en la Comisión de Reconstrucción Social y Económica del Congreso, declara que “el sistema [universitario] está al borde del colapso”. Situación límite que se agravó con la pandemia y se alivió con la llegada de fondos europeos. Lo relevante para este artículo es que los problemas acuciantes a los que alude el presidente de la CRUE son de índole económico y necesitan periódicamente remedios urgentes.
Otra señal de alarma, que llega a los medios de comunicación todos los años, se produce cuando se actualizan algunos rankings internacionales (en especial el de Shanghai conocido por las siglas ARWU). Entonces nos informan de que las universidades españolas están “jugando en otra liga,” diferente a la de las grandes instituciones académicas internacionales.
En España contamos con bastantes universidades entre las 500 mejores según el ARWU; pero no tenemos ninguna entre las 100 primeras, las llamadas “buques insignias”. Este no es el caso de Alemania ni de Francia, ambos países cuentan con 4 de estas universidades del Top-100 [ver artículo de Carmen Pérez Esparrells y Guy Haug en Universidadsi.es].
Todo lo anterior se refiere a las universidades públicas. Las privadas se mueven con una dinámica propia, cuyo análisis se sale fuera del ámbito de este artículo.
Algunas cifras
Más allá de las cifras, a mi juicio, se observa una falta de ilusión y motivación en una buena parte de la comunidad universitaria en España. La sensación de que los vientos de la actualidad van por otro lado, alejado de nuestra realidad cotidiana. Pero las cifras son importantes, por supuesto, para marcar el contexto de estos juicios.
El alumnado
Resulta significativo que solamente “el 36.2% de los estudiantes de nuevo ingreso en el estudio en el curso 2015-2016 finalizó sus estudios de Grado en el tiempo teórico (tasa de idoneidad) y el 50.2% de los estudiantes de nuevo ingreso en el estudio del curso 2014-2015 finalizó con un año de retraso como máximo”. Estas cifras son del Ministerio de Universidades.
Una tercera parte del alumnado abandona los estudios que eligieron tras el primer año. Lo que contrasta mucho con el 1% de Stanford, el 2% de Harvard, el 3% de UC Berkeley, UC Los Angeles o Cornell o el 5% del MIT [ ver el College Scorecard].
Se podría argumentar que estoy comparando todo el SUE con quizás las mejores universidades del mundo. Pero lo que marca las diferencias en este aspecto no es el presupuesto de las instituciones, es la enorme diferencia de motivación del profesorado. No somos capaces de retener a nuestros estudiantes ni, al parecer, de responder a sus expectativas.
El profesorado
En el SUE los profesores tenemos la obligación de enseñar y de investigar. La evaluación de la investigación se realiza examinando la producción académica cada 6 años: los sexenios. Una visión general de estas evaluaciones se puede leer en el informe “Datos y Cifras Universidad Española 2020-2021” del Ministerio de Universidades.
Resulta que solamente el 46.4% de los profesores tienen una evaluación positiva de su actividad investigadora en todos los sexenios a los que han podido optar. Cuando se trata de profesorado con 60 o más años, el porcentaje se reduce al 31.92%.
Otro dato llamativo es que el 18.7% del profesorado funcionario no tiene reconocido ningún sexenio de investigación.
Aunque un porcentaje muy importante de nuestros profesores no investiga (si hacemos caso a las evaluaciones oficiales), la parte que sí lo hace, obtiene sus sexenios por la aplicación, fundamentalmente, de criterios bibliométricos.
España es uno de los países que más publica en el mundo en revistas científicas.
Pero los resultados de estas publicaciones no consiguen un despegue equivalente de nuestra economía vinculado a la innovación, ni una mejora significativa de la valoración de nuestras universidades.
Hay que acotar estos juicios, desde luego. Hay excepciones muy encomiables; aunque el panorama general lo dan las cifras anteriores.
Propuestas de caminos a seguir
¿Por qué nos sorprenden los problemas cíclicos del SUE? Podríamos estar esperándolos. La explicación más verosímil es que no hemos encontrado las soluciones. O las que implementamos no dan resultado.
Seguimos apostando por un modelo de universidad propia de siglos pasados donde no hay especialización, ni un sistema de gobernanza que permita explorar otras opciones.
En Estados Unidos hay centros de educación superior de muy diversos tipos. El Carnegie Classification permite distinguir esencialmente entre universidades docentes e investigadoras. En España todas las universidades serían, en ese escenario, del mismo tipo. Nuestras leyes no nos permiten otra cosa.
Insistimos en la obligación de investigar con los resultados descritos anteriormente. Aunque lo sensato podría consistir en optimizar los recursos de las universidades.
Habría que seleccionar muy cuidadosamente la labor investigadora para dejar de alentar producciones científicas rutinarias que derrochan recursos públicos. No tenemos los presupuestos necesarios para buscar la excelencia investigadora en todas y cada una de nuestras universidades. La relación con las empresas es muy superficial en términos generales y sería imprescindible para convertir en innovación productiva una parte de la investigación aplicada.
Quizás en investigación podríamos perseguir tener algún “buque insignia” (muy pocos), como hacen nuestros vecinos franceses o alemanes. Para alcanzar este objetivo habría que buscar la complicidad de nuestras empresas o sectores económicos más dinámicos.
Al mismo tiempo, deberíamos permitir la posibilidad de contar con universidades docentes. Esto requeriría, entre otras cosas, crear una carrera de promoción del profesorado basada en la calidad de la enseñanza al margen de la investigación. España, por otra parte, es un país con una calidad de vida envidiable. Somos una de las potencias mundiales en turismo. ¿No podríamos aprovechar estas características para atraer estudiantes? Ahora no lo hacemos. Solo el 3,65% de nuestros estudiantes son extranjeros.
Aunque la propuesta sobre la investigación es muy difícil que se materialice en el SUE, la opción de crear universidades (o parte de ellas) docentes es completamente realizable en España. En todo caso lo que no es sostenible es permanecer en la deriva actual llena de zozobras periódicas predecibles.
Universídad es el blog de Studia XXI, un espacio para el debate intelectual en políticas y estrategias universitarias.
Muy bien traído el ejemplo de Estados Unidos donde hay Instituciones de Educación Superior de muy diversos tipos, como pone de manifiesto Carnegie Classification, para introducir un debate que se ha querido intencionadamente posponer en el SUE y es la opción de crear universidades (o parte de ellas) docentes, con una afirmación valiente del profesor Bahamonde “esta opción es completamente realizable en España”.
En esta reflexión se mezclan muchas cosas. Por ejemplo, se presenta como un problema que exista un elevado porcentaje de alumnos que finalicen sus alumnos con retraso, o que cambien de grado. Lo extraño sería lo contrario, en la medida que la matricula universitaria es todavía bastante económica. En EEUU esto no sucede, como es lógico dado el enorme coste de matricularse en una universidad pública o privada. Nadie se distrae con veleidades, que en el caso Español no tienen tal penalización.
Respecto a la actividad investigadora de los profesores que son investigadores activos, es obvio que no va a tener un gran impacto en nuestra economía (aunque si tiene un pequeño impacto local). La innovación tiene un peso limitado en la actividad de las empresas del país, no debido a fallos del sistema universitario, sino a una legislación laboral e industrial que ha favorecido el desarrollo y mantenimiento de pequeña y mediana empresa, y la política económica desde los años 80 centro sus objetivos en la liquidación del sector industrial en vez de en su modernización. En esto, la actividad investigadora del profesorado tiene poco que ver. Pero si presentamos muchas anécdotas de forma conjunta, se transmite la idea de que hay que cambiar la universidad para que la economía del país se modernice. Pues bien, ese plan no va a funcionar. Hay que cambiar la política del país para que la universidad cambie e influya la economía de forma mas productiva.
Por último, aclarar que las llamadas universidades docentes, ni son universidades, ni son docentes. Simplemente, los profesores universitarios que no hacen investigación se desfasan del conocimiento a velocidad luz, y terminan transmitiendo lo poco que aprendieron cuando fueron estudiantes. Es el modelo del que partíamos en los años 60, y la universidad ligada a investigación ha probado funcionar infinitamente mejor. Desde los tiempos de Humboldt, no se entiende una universidad docente.
La reflexión es importante. Lo mismo que hay centros de investigación que no ejercen docencia, ¿debería haber universidades docentes que no ejercen investigación? Parece difícil desligar la universidad de su función investigadora.
Quizá habría que tener en cuenta valorar los méritos docentes en el mismo plano que los méritos investigadores, y que la diversidad se produjese dentro de la misma universidad: unos profesores que investiguen más, otros que investiguen menos y se dediquen más a la docencia. Esto ya lo hay, pero a quienes invierten más energías en la docencia que en la investigación, se les penaliza.
Es interesante el comentario de JM acerca de que el profesor que no investiga queda desactualizado. Así debería ser, que la investigación tenga un reflejo en la docencia. Aunque también es verdad que la materia que la mayoría de los profesores investiga, tiene poco o nada que ver con la que enseña.
Por otra parte, en cuanto a los estudiantes que abandonan o que finalizan en un tiempo muy largo, también habría que preguntarse si no hay alumnado que está entrando en la universidad simplemente porque no ven otra opción, ya que la Formación Profesional está bastante abandonada e injustamente mal considerada en la sociedad.
En respuesta a Neila Campos, y sin querer hacer de menos a la docencia, los centros de investigación pura no son un espejo simétrico de las «universidades docentes». Un investigador del CSIC o de algun otro centro de investigación no tiene porqué estar familiarizado con la docencia (planificación, implementación y la evaluación) para poder hacer correctamente el trabajo investigador (a menos que investigue en pedagogía, claro). Pero un docente que no investigue difícilmente puede dar cursos interesantes. Coincido que no en todos los cursos es imprescindible, y si hablamos de materias básicas de primeros años el efecto es menos grave. Pero incluso en estos casos, la forma en que se organizan los materiales, los ejemplos proporcionados, las referencias y posibles motivaciones son completamente distintos. Entiendo que no necesariamente todos los docentes deben ser investigadores, pero quienes coordinan materias, deberían serlo, especialmente a partir de segundo curso.
Al mismo tiempo, es posible que la percepción del alumno sea la opuesta. Es mas cómodo aprender siguiendo un esquema mas simple y dogmático que cubrir terreno mas ambiguo con ideas menos concluyentes y confrontadas. Al acercarse a la frontera del conocimiento se tienen menos certezas y se mira más la letra pequeña. Eso solo lo puede enseñar quien tiene conocimientos mas profundos, pero no siempre correlaciona con satisfacción del alumno con el docente o con la materia aprendida.