Tendencias de las universidades hacia «lo internacional»
De acuerdo con la UNESCO, las Universidades son las instituciones que más cambios y transformaciones deberán implantar en este nuevo milenio, ya que son éstas las que generan las condiciones para el desarrollo del paradigma del conocimiento como principal recurso que agrega valor en las economías y en la generación de modelos de desarrollo orientadas a la mejora de la calidad de vida de los habitantes (Peluffo y Knust, 2010). Junto a este contexto de cambios y transformaciones es claro también que las Universidades van a tener que abrirse cada vez con mayor fuerza a la realidad de unas sociedades y unas economías abiertas y globales. Las propias actividades nucleares de las Universidades (formación e investigación científica) se sitúan cada vez más en contextos internacionales y abiertos. Todo ello implica la necesidad de la especialización y relevancia de las instituciones universitarias como actores de diplomacia pública.
A lo largo de los años y después de su adopción en 1988, el programa ERASMUS ha traído consigo un crecimiento espectacular de la movilidad universitaria intraeuropea, a la vez que ha creado las condiciones necesarias para una internacionalización más profunda, gracias a la experiencia cooperativa que han adquirido las Universidades y a la creación de nuevas infraestructuras, tales como las oficinas de relaciones internacionales, las redes (como, por ejemplo, NARIC, orientada al reconocimiento de cualificaciones de otros países) y programas. A partir de 1999, con el Proceso de Bolonia, se han sumado nuevos objetivos vinculados a la empleabilidad y la movilidad en el mercado laboral europeo; para ello es preciso hacer más comprensibles y comparables las titulaciones (o, mejor dicho, las “cualificaciones”) de los distintos países europeos, lo que exige una profunda revisión de los programas formativos, incluso en sus dimensiones europeas e internacionales.
En paralelo, a partir de 2002 se ha desarrollado la agenda de modernización universitaria de la Unión Europea centrada en las reformas de la gobernanza, la financiación y la calidad de la oferta formativa. Estos objetivos, sumados a los de Bolonia, han fomentado una internacionalización aún más profunda, basada no tanto en la mera movilidad como en la calidad e importancia de la Educación Superior, y no sólo en el ámbito nacional, sino también en el europeo y mundial. En las últimas dos décadas, las estrategias de internacionalización se han extendido más allá de su enfoque inicial basado en la puesta en marcha de programas de movilidad para incluir la internacionalización de programas y estudios, de la formación virtual o semipresencial, de la investigación, de los campus y de las propias Universidades; una especialización y relevancia internacional que tendrán presumiblemente su máxima expresión en la formación de posgrado y en las líneas de investigación, con todo lo que ello conlleva: equipos investigadores sólidos y relevantes a escala internacional (talento, know how, redes internacionales, etc.) e infraestructuras académicas, científicas y tecnológicas adecuadas. Podemos vislumbrar un futuro no muy lejano (de hecho, real en algunas Universidades occidentales de Estados Unidos, Australia y diversos países europeos) donde el posgrado y la investigación científica se conforman con estudiantes, profesores e investigadores de muchos países, en una realidad totalmente internacionalizada.
Otro factor clave en el futuro de la política universitaria en un contexto internacional es el de la importancia progresiva de la formación virtual o híbrida. Tanto si se trata de Universidades públicas de ciertos países que ofertan sus programas de formación en el ciberespacio y tienen una comunidad de estudiantes de diversos países, como si hablamos de empresas de formación online, la formación virtual está empezando a significar un fenómeno de gran crecimiento y de gran capacidad de respuesta y adaptación por sus costes y especificidades a través de la red. Incluso se afirma en ocasiones que la formación (universitaria) virtual va a significar una revolución para la formación y la capacitación profesional de amplias capas de las sociedades en vías de desarrollo en continentes como África y Asia. Estas estrategias se deben contemplar como importantes campos de innovación y factores de éxito para Universidades que aspiran a una mayor calidad y diferenciación de su oferta y a una mayor competitividad. internacional.
Modelos de internalización universitaria
Los modelos de internacionalización universitaria se basan en varios tipos de motivaciones que responden fundamentalmente a objetivos académicos, económicos, sociales y culturales. Si bien existe un fuerte movimiento que dirige el mundo universitario hacia su internacionalización, no todas las Universidades lo asumen al mismo ritmo ni le otorgan el mismo sentido. Es cierto que la palabra “internacionalización” forma ya parte del vocabulario universitario. Sin embargo, su uso remite a concepciones, objetivos, prácticas, comportamientos, medios, desafíos y estrategias muy diferentes.
La internacionalización de las Universidades puede contemplarse desde una triple perspectiva: por un lado, la de aquellas que la consideran una apuesta estrictamente académica (modelo circular o tradicional); por otro, la de quienes la inscriben en un escenario de relevancia social y económica en un mundo globalizado percibiéndola como factor clave de competitividad o de concurrencia (modelo ofensivo). La primera descansa sobre el intercambio y movilidad de profesores y estudiantes. La lógica de la segunda es poner a disposición de todos una Educación Superior que integre los aspectos internacionales e interculturales de la vida social y económica en un mundo globalizado; enfatiza la necesidad de contar o reclutar los mejores estudiantes y profesores del mundo, o bien atrayendo estudiantes a sus campus, o bien abriendo nuevos en el extranjero.
Caben, no obstante, fórmulas híbridas o numerosas variantes (modelos emergentes o de campus localizados y docentes, alumnos y programas internacionales), por las cuales las Universidades adoptan un esquema de competitividad para el grado, el máster y el doctorado, incorporando socios en el proceso en función de los objetivos de cada etapa o ciclo. Asimismo, la internacionalización se inscribe en una estrategia de competitividad que hace más atractiva la proyección institucional de la Universidad como parte integrante de su política de calidad, la de sus campus, programas, contenidos y estructura de las titulaciones.
En cualquier caso, la variedad de situaciones depende de las estrategias propias de cada Universidad e incluso de los objetivos departamentales. Es el caso de las gran des Universidades pluridisciplinares americanas que desarrollan sus propios objetivos de internacionalización en función de su área de especialización académica: Law School, Medicine School, Business School. Estas últimas, más próximas a las preocupaciones del mundo laboral, han emprendido el giro hacia “lo internacional” con un mayor grado de madurez y acumulando experiencia en buenas prácticas y en constitución de redes.
Los análisis y estudios realizados en materia de internacionalización demuestran que es estéril marcar una hoja de ruta común y confirman la dependencia de esta política de elecciones estratégicas y de su financiación. Sin embargo, son dos los medios fundamentales empleados para el desarrollo internacional: por un lado, el empleo de los canales académicos habituales para la creación de redes por áreas de especialización y el impulso de los intercambios y, por otro, la adopción de una perspectiva de competitividad, propia de centros de Educación Superior tradicionalmente acostumbrados a las alianzas estratégicas con el mundo empresarial y los sectores económicos. No sólo se inscriben aquí las escuelas de negocios sino también las Universidades científicas y, en particular, las americanas. Como ya se ha señalado anteriormente, el proceso de Bolonia, al introducir un programa de estudios comparable y compatible, puso las bases para el diseño de un campo de juego transfronterizo, donde se empieza a competir por la captación de estudiantes internacionales, lo que implicaba, sin renunciar a los recursos destinados a la orientación hacia la excelencia, contemplar también una adecuada distribución de los costes.
Hay dos tipos de modelos mayoritarios para la financiación de las políticas de internacionalización universitaria (Kelo, 2010). El primero contempla la internacionalización como una fuente de ingresos económicos tanto a escala institucional como nacional que establece diferencias entre las cuotas de matrícula para estudiantes nacionales y extranjeros. Es el caso de las Universidades de Reino Unido. El segundo, uno de cuyos ejemplos más notables es Francia, no marca diferencias por considerar la internacionalización un compromiso cultural y solidario que incluso se interpreta como parte de la cooperación al desarrollo. Los beneficios económicos que reportan los estudiantes tienen una menor importancia.
Un número cada vez mayor de Universidades se encuentran en la competición internacional para la captación de recursos y la atracción de los mejores estudiantes. Las diferencias entre ellas dependen básicamente de sus estrategias de internacionalización, aunque la competencia se halla entre las que persiguen una marca global vinculada a una investigación de altísimo nivel que genere resultados y patentes con los que obtener cuantiosas becas.
Las Universidades europeas, sobre todo aquellas que se caracterizan por una larga tradición de financiación pública, asocian el desarrollo de la estrategia de internacionalización y, en consecuencia, de su competitividad a escala global, con un necesario –y a veces exigible– incremento de fondos públicos. Algunos analistas dudan de que esta sea la solución. Lo que se observa actualmente es una tendencia a incrementar la financiación para aquellas instituciones que acrediten los mejores proyectos en lugar de vincularla a un destino tan inespecífico como el compromiso de mejorar su capacidad investigadora. Una Universidad excelente a escala global requiere importantes inversiones en personal, equipamiento e infraestructura, lo que parece confirmar que sólo a través de un enfoque competitivo, con su cuota equivalente de financiación, puede desarrollarse una investigación que refleje la vitalidad, el empuje y la diversidad de los centros de Educación Superior y su papel en el desarrollo económico. Más que la financiación pública, la clave se encuentra en el interés público hacia su mejor funcionamiento al considerarlos ingentes proveedores de capital humano cualificado, sin que esto conlleve intervenir en su autonomía y libertad académica. Sólo así, identificando las políticas más adecuadas para reconocer y valorar su importancia, atenderemos a los desafíos de la internacionalización universitaria.
Referencias
PELUFFO y KNUST (2010). Aprender sin fronteras: un desafío para la multiculturalidad curricular.
KELO, M. (2010). Beyond Priorities and challenges for higher education in the next decade. ACA Papers. Leemmens. Bonn.
Fuente: Documento de trabajo 3 de Studia XXI, La internacionalización de las universidades, una estrategia necesaria.
[…] Publicado en blog Universídad […]