Universidad, Competencias, y Mundo del Trabajo

Recientemente han salido publicadas dos entradas, de Guy Haug (ver aquí) y María Ramos (ver aquí), que nos sitúan en el contexto de la relación Universidad-Empresa, señalando algunas de las cuestiones sobre las que se podría mejorar la misma. Al hilo de las mismas, y desde la perspectiva de la formación, quisiera aprovechar el espacio que nos ofrece Univerdad para plantear algunas reflexiones que puedan impulsar una docencia orientada a fortalecer esa relación[1].

Algunas características del contexto en el que los y las docentes universitarios desarrollamos nuestra actividad son las siguientes:

Por una parte, somos testigos -y, en general, parte- del aumento exponencial del conocimiento. Este hecho llevó a Fraser y Dunstan (2010), en su artículo On the impossibility of being expert, a la decepcionante conclusión de que para mantenerse al tanto de todas las investigaciones publicadas un especialista tendría que leer de 30 a 40 artículos por semana, lo cual resulta simplemente imposible. Así pues, un corolario de lo anterior sería que como docentes debemos discernir y seleccionar cuáles son los contenidos más apropiados para cada momento, y, sobre todo, cuáles son aquellos que posibilitarán a nuestros alumnos y alumnas proseguir con su desarrollo personal y profesional (en la línea que Ismael Peña proponía en EDUTEC 2018: ¿Qué pasará cuando yo no esté?).

Figura 1. Curva de duplicación del conocimiento

Fuente: TTIICC

Junto a lo anterior, el avance y presencia -también exponencial- de la tecnología en todos los ámbitos de la vida, conlleva -ya desde la perspectiva laboral- tanto la destrucción de empleo como la generación de nuevos empleos (con un balance que se presenta todavía como una incógnita), además de, cuando menos a corto-medio plazo, la modificación -en mayor o menor medida- de prácticamente todos los ámbitos laborales. Fruto de todo ello, podemos adelantar que, progresivamente, los trabajos serán cada vez más complejos y exigentes, y requerirán nuevas, variadas y dinámicas competencias para hacer frente a los mismos, requiriendo para ello curriculum flexibles, dinámicos e inter/transdisciplinares (aproximándose al profesional T-Shaped que menciona Guy Haug).

Desde el punto de vista de las competencias, son significativos los datos que nos ofrece el CEDEFOP por medio del Índice Europeo de Competencias 2018 que sitúan a España en el último lugar de los 28 países europeos analizados (Figura 2). Esto debería darnos que pensar también en la Universidad.

Figura 2. Índice Europeo de Competencias (2018)

Fuente: European Skills Index

El incremento de la complejidad en la mayoría de los puestos de trabajo va acompañado, por una parte, de una polarización de los empleos hacia los que demandan cualificaciones bajas o hacia los que requieren cualificaciones elevadas (Elliot, 2017; Autor y Dorn, 2013) y, por otra parte, de forma complementaria, cobran una nueva fuerza las denominadas Competencias Transversales o «Competencias del Siglo XXI» (Figura 3).

Figura 3. Comparación de competencias transversales demandadas (2018 vs. 2022)

Fuente: The Future of Jobs Report (2018, p. 12).

En nuestro contexto cercano, una encuesta realizada por Confebask y respondida por cerca de 1.000 empresas del País Vasco, señalaba que el principal aspecto que toman en consideración las empresas vascas (72%) a la hora de hacer sus contrataciones se encuentran bajo el epígrafe: Actitud / Disposición / Interés, seguido por la Formación del candidato/a (Figura 4).  Dentro de este ámbito de índole transversal, son diversas las características que se subrayan, estando entre ellas: la responsabilidad, la actitud proactiva, la adaptabilidad, la autonomía… (Figura 5).

Figura 4. Aspectos prioritarios para la contratación en las empresas vascas (2018)

Fuente: Confebask (2018a, p. 27).

Figura 5. Competencias transversales más valoradas para la contratación en las empresas vascas (2018)

Fuente: Confebask (2018a, p. 28).

Creo que este es un tema -el de las competencias- que no se ha desarrollado en profundidad, y que podría servir de marco en el que crear las sinergias entre Universidad y Empresas que tan a menudo se mencionan como necesarias/imprescindibles. Por supuesto que se ha trabajado (y se trabaja) en ello, pero, quizás, son necesarios enfoques más amplios y abiertos -a la par que rigurosos- para avanzar en ese camino. No se trata tanto de “hacer marcos y/o listados” de competencias (y sus correspondientes resultados de aprendizaje), sino -además de ello- de ver qué implicaciones -en cuanto a contenidos, metodologías, organización, espacios…- se derivan para el trabajo diario, y poder avanzar en la modificación/actualización de los mismos.

También es cierto que no es suficiente con contar con una estructura clara, coherente y compartida, así, por ejemplo, podemos ver que ante un mismo marco educativo en la Formación Profesional, la realidad de las diferentes Comunidades Autónomas es bien diversa. En el contexto de la FP, es evidente que la Administración correspondiente juega un papel notable, hecho que no parece posible/deseable en el caso de la Universidad, lo que sitúa el papel de dinamizador e innovador en la propia institución, y, principalmente, en sus correspondientes órganos de gestión. Por tanto, son las propias Universidades las que deben definir sus procesos educativo-formativos desde perspectivas actualizadas, mirando al futuro, y tomando como referencia marcos competenciales válidos para el desarrollo -actual y futuro- personal y profesional de sus alumnas y alumnos. Es aquí donde se pueden superar «los itinerarios formativos en forma de “silos” cerrados y ofrecer una diferenciación mucho más amplia en la oferta universitaria, al tiempo que se analizan y proponen más pasarelas entre estudios universitarios y formación profesional que recorran ambos sentidos» (Guy Haug).

Por otra parte, el tejido empresarial de cada lugar (provincia, comunidad autónoma, región…) condiciona en gran medida -a partir de su dinámica, cultura, apertura, necesidades…- la visión que tienen de la educación, así como de las demandas que a los distintos niveles educativos (principalmente, FP y Universidad) pueden hacer… y el tipo de relaciones que establecen con los diferentes Centros. Esta es otra de las implicaciones que para los docentes -como diseñadores de curriculum- se deriva: el conocer las demandas, las tendencias, los principales aspectos del ámbito laboral para el que estamos formando.

Volviendo a nuestro entorno más cercano, el Informe de Coyuntura Económica 2018-19 de Confebask señala de forma repetida la formación en distintos ámbitos y contextos como un reto y necesidad, a la par que subraya como principal factor de preocupación -que sigue creciendo- la dificultad para contratar personal cualificado. Es decir, que, cuando menos en algunos lugares, hay empresas que son conscientes de que «la formación permanente de sus trabajadores es útil y también les beneficia a ellas» (María Ramos).

Para finalizar, cabe señalar que, desde mi perspectiva, son necesarias visiones y estrategias amplias y prospectivas que ayuden a redefinir tanto la formación inicial como la formación permanente de todas las personas. En este contexto, a modo de ejemplo es interesante el modelo de SkillsFuture del Gobierno de Singapur; por su parte, el proyecto denominado Human Wanted de Canadá presenta un enfoque novedoso, que comienza señalando -en 2018- «que hemos descubierto una crisis silenciosa: Los nuevos graduados ocupan puestos para los cuales están sobrecualificados, los jóvenes en paro no han sido formados para los puestos disponibles  y los jóvenes de todo el país señalan que no están preparados para el mundo del trabajo del futuro» (pág. 2), a la par que indican que «el único problema es que no nos adaptamos lo suficientemente rápido a un mundo del trabajo que cambia a la velocidad de la luz» (pág. 33), mientras que «demasiados colleges y universidades son todavía fábricas de diplomas donde los docentes se focalizan en la adquisición de conocimientos más que en el desarrollo de competencias».»La pregunta no debe ser «¿Qué quieres hacer?», sino «¿Quién quieres ser?»» (pág. 34); pero, claro, esto pasa en Canadá… y el proyecto es del Royal Bank of Canada (RBC).


Notas

[1] Evidentemente, soy consciente de que esta reflexión debe ser más amplia y abarcar también los otros dos ejes de la actividad universitaria: investigación y tercera misión, pero esta entrada del blog no da para más.

Suscríbete al blog por correo electrónico

Suscripción conforme al RGPD 2016/679.

 

Comentarios
  1. Marta dice: 22/01/2019 a las 11:51

    Muy interesante. Un par de comentarios:
    Figura 3. En cuanto las competencias declining en 2022, preocupante que aparezcan reading & active listening, si dejamos de leer y escuchar…
    El proyecto del Royal Bank of Canada parece ir en la dirección adecuada, aunque quizá la pregunta debería ser ¿Quién eres y quién quieres ser?.

  2. […] Recientemente han salido publicadas dos entradas, de Guy Haug (ver aquí) y María Ramos (ver aquí), que nos sitúan en el contexto de la relación Universidad-Empresa, señalando algunas de las cuestiones sobre las que se podría mejorar la misma. Al hilo de las mismas, y desde la perspectiva de la formación, quisiera aprovechar el espacio que nos ofrece Universídad para plantear algunas reflexiones que puedan impulsar una docencia orientada a fortalecer esa relación[1]. […]

  3. Carmelo dice: 22/01/2019 a las 20:47

    Muchas gracias por compartir estas reflexiones que emanan de evidencias que tintinean más en unas regiones que en otras de este país. La sensibilidad al respecto crece, pero a mayor velocidad que en el tejido productivo. Recuerdo haber leído recientemente que solo el 3% de la FP en España es dual. Creo que esta cifra nos sitúa en una línea de salida muy deficitaria para lo que pretendemos. Si ese 3% lo relacionamos con las regiones, encontraremos lugares en los que se ignora esta propuesta. Por lo que continuamos funcionando, formativamente hablando, como hace un siglo o más. Por otro lado, cuando leo referencias de 2010 a 2015 al respecto -o antes-, tengo la sensación de que están obsoletas. No solo evoluciona la tecnología y el uso de la misma, sino sobre todo las percepciones, en la mente de los más jóvenes. La concepción de la realidad que construyen y las expectativas respecto al futuro más inmediato que tienen o proyectan, etc. La universidad de este país lleva décadas incapaz de dar respuesta a las nuevas generaciones (entre la masificación en demasiadas titulaciones con escasa o nula inserción laboral, el abandono, la sobre cualificación y la “fuga de cerebros” andamos). Conocemos nuestros “defectos”, límites y debilidades, y sabemos que el perfil del mundo actual no encaja con nuestras propuestas, en general, de Grado, tampoco con las necesidades formativas (de la sociedad que precisamos). Es imprescindible no postergar por más tiempo este debate o análisis en el seno de la CRUE y del ministerio con competencias en estos asuntos, con la imprescindible presencia de la parte social (sociedad, sindicatos y empresas). El proceso de convergencia con el EEES vivido aquí, en este siglo, es un claro ejemplo de nuestro estado actual de ánimo y de nuestra capacidad para hacer algo más que describir la realidad y radicalizar nuestras soflamas.


¿Y tú qué opinas?