Universidad, y se os dará
«Dad, y se os dará» es una expresión que aparece en el Evangelio según San Lucas (6, 38). La teología cristiana invita a tener fe en recibir una recompensa en este mundo y, sobre todo, cuando uno ya no se esté en la biosfera, si se ha llevado una vida solidaria, justa, compasiva, en fin, una vida buena. Pero no se trata solo de eso.
No hace falta ser creyente para entender que ese puede ser un modo de vida que vale la pena ser vivido. Es más, incluso se puede asumir que la filosofía del «dad, y se os dará» es uno de los fundamentos de la vida misma. Parece irremediable que hay que dar para luego recibir y aprender que, salvo excepciones, uno acaba recibiendo lo que da. La cuestión está en qué es lo que uno puede y hasta debe dar porque, como es bien sabido, no se le pueden pedir peras al olmo.
«Dad, y se os dará» en clave universitaria
La universidad, y concretamente la formación universitaria, también entra en esa lógica, incluso en la de índole religiosa. Sí, hay profesores y estudiantes, ¡y que no falten nunca!, para los que la universidad es una suerte de religión. En sus orígenes, y durante buena parte de su historia, la universidad proveía saberes que liberaban de la ignorancia; y que, si se puede decir así, apresaban en la aventura del conocimiento superior, elevado y hasta extraordinario.
Al proveer tales saberes, también se proporcionaban los hábitos necesarios para tratar con ellos de un modo virtuoso, con responsabilidad, cuidado, seriedad, paciencia, alegría, moderación y cosas por el estilo.
Y todo eso, que podría resumirse en una cosa llamada espíritu universitario o el deseo y el amor hacia el conocimiento, producía un efecto llamada. La universidad recibía a personas de aquí y allá, y de diversa condición, que querían adquirir ese espíritu.
Esa provisión y su consecuente demanda, ese «dad, y se os dará», era más que un modus vivendi y un modus operandi, era la representación de la naturaleza y esencia de la universidad. En eso han insistido la gran mayoría de intelectuales que se han dedicado a estudiar la idea de universidad.
Y, de una manera o de otra, queda reflejado en la maravillosa historia de la universidad con sus éxitos y fracasos. Por eso son tan importantes los saberes y las formas de tratarlos, porque son los que dan vida al espíritu universitario; y los profesores, porque son los que lo vehiculan, y los estudiantes porque son los demandantes de ese aprovisionamiento. Visto así, una universidad es la casa del espíritu universitario, allí se da y se recibe tal cosa.
Evolución de la provisión y la demanda en la universidad
De un tiempo a esta parte, y como no podía ser de otra manera, la universidad y la formación que esta ofrece ha evolucionado. Clark Kerr, autor del influyente libro The Uses of the University, introdujo el concepto de «multiversity» para hablar de la universidad que se estaba gestando en su época y realidad.
Con esa palabra inventada, y acertada por otra parte, se refería a una institución compleja y con múltiples tareas que cumplir. Según Kerr, la «multiversity» desempeña aproximadamente una quincena, muchas de las cuales condicionan la formación universitaria, como son la investigación y producción de conocimiento, la extensión y el servicio a la comunidad, la producción cultural y reflexión social y el desarrollo económico y la relación con el mercado.
Eran los comienzos de los años sesenta del siglo pasado cuando Kerr hablaba de esas tareas y la lista no ha hecho más que crecer. Se podría decir que la «multiversity» era una universidad que no hacía más que enseñar la patita. Así lo reflejan autores como Simon Marginson, quien hace pocos años habló de una universidad global. En efecto, actualmente aquella «multiversity» parece minúscula, se podría hablar también de una «omniversidad», en tanto que abarca cualquier tarea que parezca sonar mínimamente a formación universitaria y de una forma expansiva y a gran escala.
Una posible errónea interpretación del «dad, y se os dará» en la universidad
Ahora bien, con la actual dinámica que se viene estableciendo desde hace años se podría estar cometiendo un error respecto al «dad y se os dará» universitario. Un error que consiste en haberle dado la vuelta al sentido de esa expresión como a un calcetín y cuyas consecuencias se desperdigan por casi todos los rincones de la formación universitaria.
Cuando a día de hoy se dirige la mirada hacia la formación universitaria, se acostumbra a pensar que se está ante algo a lo que se le pueden pedir multitud de tareas y que debe apañárselas para cumplir con ellas. No se piensa tanto en que se está ante una formación que tiene algo que ofrecer independientemente de lo que se le pida, aunque no se le pida o a pesar de lo que se le pida, algo que, naturalmente, puede y debe dar. Es como si la formación universitaria tuviese que olvidarse de lo que debe y puede dar, incluso de que tiene algo que ofrecer más allá de lo que se le diga que debe proveer.
El «dad, y se os dará» universitario parece haberse convertido en algo así: la universidad debe dar lo que se le pida que dé, siendo eso que se le pide lo que se considera que se necesita.
Y eso que se necesita, acostumbra a traducirse, por un lado, en una formación altamente especializada y de última generación para un elevado número de nichos profesionales; y por otro, en una atención estudiantil individualizada.
La universidad no es una máquina de producir profesiones
Desde luego que muchas de las tareas que se le demandan a la formación universitaria en los sentidos señalados tienen que ver con ella de una manera o de otra, pero puede haber otras que le resulten extrañas o que sean velas que deben aguantar otros palos. Lo más peliagudo del asunto, es concluir que la universidad no está a la altura de los tiempos que corren porque ese tipo de tareas, que no son de índole universitaria, no son atendidas como sería de esperar.
Se está hablando de tareas que, aunque no se pueden generalizar, están, y quién sabe si llegaron para quedarse. Y no se trata de no atenderlas por cabezonería, comodidad, estar chapado a la antigua, vagancia o cosas por el estilo, sino por la inquietud que pueden ocasionar cuando uno se pregunta si realmente toca ocuparse de ellas en un lugar llamado universidad. O si se prefiere así, si al atenderlas se podría estar haciendo un flaco favor a la formación universitaria, por no decir que, en determinados casos, hasta se la podría tomar por el pito del sereno.
Una relación clientelar
No hace falta poner nombres y apellidos a esas tareas. Basta con decir que son las que fomentan que la universidad sea vista, principalmente, como un lugar de paso obligatorio para el ejercicio de multitud de profesiones. Son las que consiguen que profesores y estudiantes establezcan una relación de tipo clientelar y hasta a gusto del consumidor; y las que plantean la formación universitaria como una mera continuación de la que acontece en el instituto o centros educativos similares.
O peor aún, las que ocasionan que haya estudiantes de determinados Grados y facultades que piensen que se les pedían mayores esfuerzos y compromisos en su vida previa a la universitaria. En fin, se trata de esas tareas que acaban siendo el objeto de muchas conversaciones entre universitarios, por lo menos entre los que andan sorprendidos porque esperaban algo más, una nueva película, un reto, una sorpresa, en fin, un espíritu nuevo que conquistar y que pudiera conquistarlos.
Conclusión
La formación universitaria puede dar muchas cosas, claro que sí, pero no todas las posibles. Sería interesante que no dejase de dar lo que debe dar y que se le dejase dar lo que puede dar. Algo nos dice que, si es así, la propia universidad y la comunidad recibirá grandes cosas y en abundancia.
Quizá muchos de los problemas que tenemos hoy en día en relación con la formación universitaria, son debidos a que esta se ve obligada a dar lo que, por naturaleza, no debe y no puede. Por eso, en no pocas ocasiones y con razón, lo que acaba dando son sucedáneos, imitaciones poco logradas de lo que se le pide.
No estaría mal confiar más en la formación universitaria que no da resultados inmediatos, contantes y sonantes, que no es útil en tanto que eficiente y eficaz, que no se adapta a cualquier circunstancia personal, que requiere esfuerzo, responsabilidad y vocación, en fin, que desde diversos puntos de vista, vaya contracorriente.
Iría bien seguir confiando en una «universidad, y se os dará», para que en nuestras calles y realidades profesionales caminen y trabajen personas con espíritu universitario.