La Universidad como formadora de formadores

La Universidad es mucho más que una parte del sistema educativo. Es desde luego una parte de él, pero además, otras partes de este sistema dependen fuertemente de ella. La Universidad, como formadora de diversos profesionales, también tiene la misión de formar a los futuros docentes. Se convierte así en «formadora de formadores».

Los maestros de Educación Infantil y Primaria se forman en los grados de Magisterio, mientras que los profesores de Secundaria, Bachillerato y Formación Profesional adquieren su preparación pedagógica a través de los Másteres de Profesorado. Por su parte, los propios profesores universitarios, para llegar a serlo, deben formarse mediante estudios de doctorado y programas de investigación.

La Universidad, motor del sistema educativo

La Universidad no solo proporciona los fundamentos teóricos y prácticos necesarios para el ejercicio de la docencia, sino que también establece los estándares de calidad y las expectativas que modelan la formación de los futuros profesionales.

Esto convierte a la Universidad en un verdadero motor del sistema educativo, y a la vez constituye una responsabilidad que obliga a plantearse continuamente reflexiones sobre la formación de los futuros educadores.

Hay acciones que están al alcance de la Universidad, y otras que no lo están, ya que requerirían cambios legislativos o excederían las posibilidades presupuestarias. Pero en todo caso, la Universidad ha de ser una voz que haga reflexionar a la sociedad y a los poderes públicos sobre lo que nuestro sistema educativo necesita.

Sin ánimo de estudiar el tema de forma exhaustiva, pues en Educación todo tiene múltiples implicaciones, planteamos aquí algunas cuestiones, a modo de pinceladas para la reflexión.

Algunas cuestiones sobre la formación de formadores en nuestra sociedad

¿Es suficiente la formación que reciben los futuros maestros o profesores?

Estos han de conocer, además de su materia, la didáctica general y didácticas específicas. ¿Debe cubrir esto la formación inicial proporcionada por la Universidad en el grado o máster? Podemos preguntarnos cómo debería continuar la formación de los docentes a lo largo de su carrera profesional, y qué papel deben tener en ello las facultades de Educación.

¿Cuáles deben ser los requisitos de acceso en Magisterio?

En el caso de los grados en Magisterio, una cuestión largamente debatida son los requisitos de acceso. Para cursar Magisterio normalmente no se exige una nota alta en EBAU, al existir suficientes plazas disponibles. Además de la EBAU, en algunas comunidades autónomas existen pruebas específicas que se deben superar para poder acceder a Magisterio. Esto plantea temas importantes de debate, por ejemplo qué deben evaluar las pruebas de acceso en caso de existir, y qué perfil o perfiles serían deseables para los estudiantes que acceden a estos grados. ¿Se debe elevar el nivel requerido para acceder? ¿Puede el sistema absorber el número de graduados en Magisterio que egresan cada año?

¿Está equilibrada la teoría y la práctica?

El alumnado de Magisterio y máster de Profesorado con frecuencia encuentra demasiado teórica su formación, y demasiado breves sus períodos de prácticas. Aunque la teoría es indispensable para comprender los principios didácticos y las bases del aprendizaje, esta teoría no debería mostrarse desconectada de la práctica en contextos reales de enseñanza.

Podemos cuestionarnos si hacen falta más prácticas durante los estudios de magisterio y de máster, y si habría que conectar mejor lo que se aprende en las aulas universitarias con lo que sucede en los centros de Primaria y Secundaria.

Esta cuestión enlaza con la propuesta de La Facultad Invisible, que consistiría en introducir un “MIR docente”: a la manera en que se forman los profesionales de la salud, los futuros maestros o profesores de Secundaria podrían someterse a un examen que permita seleccionar a los candidatos mejor preparados, seguido de un periodo de trabajo como docente en prácticas bajo la tutela de profesores con experiencia.

¿Quién forma a los formadores?

El profesorado universitario que forma a los futuros docentes también necesita su propia formación, inicial y continua. De no ser así, podemos caer en el ciclo de replicación, por el cual los profesores tienden a instruir de la misma manera en que ellos fueron instruidos.

Este ciclo, muy arraigado en todas las etapas educativas, es difícil de romper y dificulta la incorporación de nuevas metodologías y enfoques.

A este respecto también es interesante observar cuál es la relación entre el profesorado de Magisterio y las aulas de Infantil y Primaria, o entre el profesorado de máster y las aulas de Secundaria y Bachillerato. Algunos profesores universitarios son también, o han sido, docentes de las etapas anteriores –y en ese caso conocen bien la realidad de las aulas– pero no son todos, ni siquiera la mayoría de los casos.

En Magisterio y en Máster de Profesorado, lo que sí hace el profesorado universitario es tutorizar prácticas de sus alumnos, y en casos de buena voluntad, dicho profesorado universitario se toma un tiempo para visitar los centros y observar allí la práctica docente. Y decimos de buena voluntad, porque el profesorado universitario no dispone de horas asignadas a esa actividad. Demasiadas cosas en el sistema educativo dependen de la buena voluntad de los docentes, y esta es una de ellas.

A modo de conclusión

Estas son cuestiones que merece la pena analizar, y la Universidad debe ser un espacio para la reflexión crítica desde todas las partes. Quienes organizan los programas de formación, quienes los imparten, y los estudiantes de hoy que son los docentes del mañana, han de plantearse el rumbo del sistema educativo en todas sus fases, porque sin duda una sociedad va hacia donde va su educación.

En una segunda parte de este artículo nos referiremos a la Universidad como formadora del profesorado universitario.

 

Comentarios
  1. Eugenia Trigo Aza dice: 20/01/2025 a las 16:45

    Hola a todas y todos, docentes e investigadores en las distintas ramas del saber. Soy profesora jubilada (institucionalmente porque continúo en ejercicio) y he estado vinculadas a las aulas de todos los niveles educativos (desde infantil a doctorados) durante 42 años en distintos países y contextos. El problema de la formación de docentes, según mi experiencia, no es solamente una cuestión de «los otros», sino una cuestión también de los intereses personales de cada sujeto-maestro. He orientado y sigo orientando cientos de seminarios de formación para docentes de distintas áreas y contextos. He aprendido que la actitud ante la propia profesión cuenta más que los cursos de formación (sean iniciales o de continuidad). La pregunta es ¿cómo valorar y elegir a esas personas que sean las «mejores» en términos de actitud-formadora en los distintos niveles educativos y áreas de conocimiento? No vale «un todo vale»; no vale «todos valen»; no vale «medir a todos por el mismo rasero»; no vale «medir». Ahí la dificultad de encontrar a las personas idóneas para ejercer esta compleja y hermosa profesión.
    No se dedica el tiempo suficiente para reflexionar sobre la temática (precisamente por su complejidad y dificultad) y nos contentamos (personal e institucionalmente) con índices y cursos generales de formación que, la mayoría de las veces, no se corresponde con las necesidades de los propios docentes.
    Mucho para reflexionar…
    Gracias por el espacio.

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  3. Universidad, y se os dará - Universidad, sí dice: 11/02/2025 a las 13:21

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