El compromiso de la Universidad con su entorno local, ¿algo que aprender del modelo estadounidense?

La misión de la Universidad es la mejora de la sociedad, tanto local como global, a través de la docencia y la investigación, es decir, a través del conocimiento (algo de lo que ya se ha hablado en este blog, ver aquí y aquí). Es en esa dualidad local-global donde encontramos uno de los grandes retos de las universidades de nuestro tiempo: ¿pueden las universidades intentar resolver los grandes problemas globales de la humanidad y, al mismo tiempo, contribuir al desarrollo cultural, social y económico del entorno más próximo en el que están físicamente localizadas?, ¿hay espacio en las universidades para preocuparse por la sociedad local en un mundo globalizado?

Precisamente, este fue el tema central del último Informe Mundial de Educación Superior “Towards a Socially Responsible University: Balancing the Global with the Local” elaborado por la Global University Network for Innovation (sobre el cual hay una entrada en este blog, ver aquí), y que señala que las universidades deben encontrar un equilibrio en sus compromisos con las sociedades globales y locales. Yo no podría estar más de acuerdo, la Universidad debe ser glocal. Pero, ¿cuál es la mejor estrategia para conseguir que la investigación de las universidades sea global y local al mismo tiempo?, ¿significa esto que los investigadores han de ser glocales?, ¿qué aspectos de la Universidad española debemos repensar para lograr este reto? A continuación, intentaré aportar un poco de luz a estas cuestiones. Para ello, me centraré en el campo de conocimiento constituido por las Ciencias Ambientales y la Ecología, no sólo por ser mi ámbito de trabajo, sino porque creo que su carácter físico hace más palpable la importancia de la investigación local y la dualidad global-local.

Los ecosistemas mejor estudiados de nuestro planeta son aquellos situados de forma cercana a universidades y otros centros de investigación. En las universidades españolas tenemos ecólogos expertos en ecosistemas tropicales y polares, y otros que estudian las profundidades marinas y cruzan nuestro planeta con buques oceanográficos, pero la mayoría de los ambientólogos y ecólogos que realizamos estudios de campo nos centramos en sistemas cercanos a la localización de nuestro despacho. La razón: la limitación de la financiación y el pragmatismo de estudiar un sistema cercano. Hace tan sólo unas décadas, los botánicos, zoólogos y ecólogos de nuestro país se centraban en realizar estudios de carácter local, como puede ser el estudio de la historia natural de una especie endémica de la Península Ibérica. Muchos de esos estudios son hoy la base de la gestión de nuestros ecosistemas, y muchos de esos investigadores los catedráticos de nuestras universidades. Aunque los jóvenes investigadores sigamos estudiando los mismos ecosistemas, esto no significa que nuestra investigación sea relevante a nivel local, y esto ocurre porque las reglas del juego han cambiado radicalmente.

Actualmente, un investigador que no tiene una plaza fija está en constante búsqueda de su próximo trabajo y, consecuentemente, está siendo evaluado de forma permanente. En general, aunque hay excepciones, lo que más se puntúa en estas evaluaciones son las publicaciones y el nivel de impacto de las revistas en las que se haya publicado. En el contexto de competitividad feroz que se vive actualmente en las universidades españolas (y no solo españolas) es no arriesgado, sino un suicidio laboral, enfocar tu investigación hacia el entorno local, ¿qué revista de impacto medio (ya no digo de alto impacto) va a aceptar publicar un trabajo sobre la flora de la Serranía de Cuenca como base para mejorar su gestión o sobre el estado del Acuífero 23 para buscar una solución al conflicto entre la explotación del acuífero y la protección de las Tablas de Daimiel?, ¿quién va a citar esos trabajos? Esto hace que los ambientólogos y ecólogos jóvenes enfoquen su investigación a retos y cuestiones globales. Así, las publicaciones relevantes para la sociedad local y la transferencia de conocimiento a otros agentes de esa sociedad (como las administraciones públicas) se consideran objetivos secundarios, optativos, voluntarios, y lo son porque no dan puntos (o escasos puntos) en la mayoría de los procesos de selección, y porque no son un aspecto destacable en el currículum de los investigadores que consiguieron la última plaza fija de nuestros departamentos y que son percibidos como el modelo a imitar por los jóvenes investigadores.

Una de las posibles soluciones para afrontar esta problemática sería que los procesos de selección evaluaran positivamente la investigación de carácter local. Sin embargo, esto podría significar que todos los investigadores debieran convertirse en investigadores glocales, algo más que añadir al ya “profesor orquesta”. Pero existe otra posible solución, a mi juicio mucho más directa y pragmática, que radica en la diversificación del personal investigador de nuestras universidades. ¿Por qué no tener especialistas que se dediquen completamente al compromiso de la Universidad con su entorno local? Me centraré en esta posibilidad, y para ello os hablaré de mi experiencia en Estados Unidos y del modelo estadounidense (cabe aclarar que no considero el modelo universitario estadounidense un ideal, pero considero que podemos aprender de él en algunos aspectos).

Desde el pasado curso académico me encuentro realizando mi primer postdoc en la Universidad de California en Berkeley (Estados Unidos), concretamente en el Department of Environmental Science, Policy, and Management. Esta universidad es considerada la mejor universidad del mundo en mi campo por multitud de rankings y, en general, la mejor universidad pública del mundo, y es aquí donde conocí a los Cooperative Extension Specialists. Dentro del departamento, estos especialistas tienen la misión de contribuir a la mejora de las condiciones ambientales, sociales y económicas de la gente de California. Para ello, deben realizar investigación aplicada, escribir y diseminar materiales educativos, desarrollar nuevas tecnologías interactivas y participar en grupos de trabajo y comités con una gran diversidad de agencias públicas y otros stakeholders. La mayoría de estos especialistas no tienen carga lectiva, no son profesores, sino que se dedican completamente a la investigación aplicada y a las relaciones con otros agentes locales para hacer efectiva la transferencia de su investigación y la de otros miembros de la universidad. Un aspecto importante es que estos especialistas no son personal laboral temporal, sino que forman parte de la plantilla fija del departamento junto a los profesores-investigadores. Mi departamento es el que tiene un mayor número de estos especialistas en UC Berkeley: contamos con 18 investigadores de este tipo dentro de una plantilla de 74. Es decir, casi la cuarta parte de la plantilla fija de investigadores se dedica a la investigación aplicada relevante para la sociedad y el entorno local, mientras que las tres cuartas partes restantes tienen un perfil similar al del personal docente e investigador de las universidades españolas.

Los Cooperative Extension Specialists no son ni recientes ni un caso aislado en la Universidad de California. Sin adentrarme mucho en la historia del modelo universitario estadounidense, la Cooperative Extension se estableció en Estados Unidos en 1914 mediante una ley del Ministry of Agriculture (la Smith-Lever Act) que involucraba a las land-grant institutions. Actualmente, prácticamente todos los estados de Estados Unidos cuentan con al menos una land-grant university y, por tanto, con especialistas de este tipo. Sin embargo, nada es perfecto, y estos investigadores solo existen en las facultades y departamentos relacionados con la gestión de recursos naturales y la agricultura. En UC Berkeley tan sólo otros dos departamentos cuentan con Cooperative Extension Specialists, y todos ellos forman parte de la misma facultad, el College of Natural Resources.

Ante el reto de la dualidad local-global de las universidades, y reconociendo el compromiso que tiene la Universidad española con el desarrollo social, cultural y económico del entorno en el que las universidades públicas están localizadas, deberíamos plantearnos la opción de la diversificación del personal investigador funcionario de nuestras universidades. Los Cooperative Extenxion Specialists parecen ser una buena fuente de inspiración para esta reforma, y su versión española debería introducirse no sólo en aquellos departamentos dedicados a la gestión de recursos naturales y a la agricultura, sino en todas las facultades y escuelas universitarias.

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Comentarios
  1. […] Es por ello que este artículo busca concienciar sobre la necesidad de incentivar las asociaciones de “Alumni” como vehículo de creación de redes inter-sectoriales y de proyección social de las universidades y otras entidades académicas, algo que se lleva haciendo en los Estados Unidos desde hace décadas. Y es que la sociedad norteamericana tuvo claro desde el principio que sus universidades debían implicarse estrechamente en el desarrollo socio-cultural y económico de su nación, teniendo una responsabilidad social más allá de la docencia, la investigación y la transferencia de conocimiento.(ver aquí) […]


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