¡Dejemos de llorar!
Siempre por estas fechas, las universidades públicas elaboran sus presupuestos y es el momento en el que todos pensamos qué será de nosotros y de nuestro futuro más cercano, con respecto a la financiación que recibiremos en el siguiente ejercicio presupuestario. Sin embargo, una gran mayoría de los implicados están inmersos en el corto plazo, sin poder hacer una planificación a medio y largo plazo y, por supuesto, sin diseñar estrategias conjuntas de financiación y sinergias. Así nos va, entre otras muchas cosas, en los rankings globales.
En este escenario que se repite año a año, están involucrados demasiados actores, empezando de mayor a menor: el Gobierno de España y los distintos Ministerios implicados en el sistema de Investigación y Ciencia; las autoridades educativas competentes en el seno de los gobiernos autonómicos; los líderes universitarios, incluyendo Rectores y equipos de gobierno, junto con los gerentes y personal de alta dirección; y, por último, los Consejos Sociales que son los que “bendicen” los presupuestos, tal y como recoge la legislación actual. Todos tenemos, también los docentes e investigadores entre los que me incluyo, nuestra pequeña parte de “culpa” en esta visión tan cortoplacista.
Para cambiar el modelo productivo de un país, hace falta ponerse a ello de forma continuada en el tiempo y parece que las políticas públicas que se han puesto en marcha para impulsar este cambio, han sido infructuosas o no han dado los resultados esperados. No sólo hace falta apostar por ello desde las Administraciones Públicas, sino que debemos animar al sector privado, principalmente a las empresas, a que cofinancien iniciativas universitarias de alto potencial en el medio y largo plazo.
Cambiar el modelo productivo de un país exige un esfuerzo continuado en el tiempo.
Igualmente, los gobiernos autonómicos deben ser conscientes de la importancia de las universidades públicas de sus respectivos territorios. En muchos de ellos se trata del segundo o tercer motor de sus economías, con capacidad para arrastrar el tejido productivo del entorno, como se nos ha demostrado. A las universidades hay que apoyarlas decididamente mandando mensajes claros de financiación autonómica garantizada para las actividades básicas por un periodo de tiempo largo y abandonando las negociaciones peregrinas año a año. Esta apuesta autonómica, si es decidida, implicará elegir y destinar más recursos a las universidades públicas a través de una financiación ligada a la calidad y la excelencia con indicadores consensuados y transparentes, que permita hacer conjuntamente a los gobiernos autonómicos y a sus universidades planes de futuro de hacia dónde queremos llegar.
Pero, son los líderes universitarios, encabezados por Rectores y gerentes, los primeros que tienen que dar ejemplo y saber “pedir” dinero con firmeza, no sólo al sector público (que también) sino al sector privado y, en concreto, a las empresas, a las fundaciones, a los estudiantes, a los antiguos alumnos y, en general, a los amigos de la universidad. Se trata de explorar nuevas vías de financiación como las que llevan a cabo universidades, públicas y privadas, dentro y fuera de nuestro país. Existen muchos mecanismos y fórmulas, y múltiples maneras para conseguir una financiación complementaria (y muy marginal al principio) procedente del patrocinio y el mecenazgo, pero todas pasan por la constancia, la legitimidad, la reputación de la institución y la comunicación del valor social de la misma. El liderazgo y el buen hacer de todos los actores involucrados serán la mejor carta de presentación para una buena estrategia de captación de fondos, internos y externos.
Urge explorar nuevas vías de financiación, como las que llevan a cabo universidades públicas y privadas, dentro y fuera de nuestro país.
En definitiva, seamos previsores y, sobre todo, evitemos lamentarnos de la escasa financiación, pública y privada, con la que contaremos el próximo ejercicio. Hay que pensar en cómo “reinventarse” para no ser devorados por el monstruo de los rankings globales que, como muchos de ustedes saben, son mi última obsesión. Cada vez más, las universidades que compiten con nosotros en los rankings globales, ya sean públicas o privadas, corren más, se venden más y nos están pasando. La trepidante escalada de muchas universidades que ocupaban los tramos intermedios -a los que aspirábamos o en los que estaban algunas universidades públicas españolas-, nos debe hacer reflexionar a todos juntos en políticas y estrategias sobre cómo conseguir más financiación para seguir teniendo universidades capaces de competir en el nuevo escenario global.
Sí, dejemos de llorar y de poner responsabilidades fuera. Algunas responsabilidades propias también debieran activarse. Pensando en PDI, ¿atendemos a los estudiantes todo lo necesario?¿reconsideramos nuestros planes de estudio con más profundidad que la de pasar la acreditación?¿estamos suficientemente presentes en las actividades de difusión de la cultura y la ciencia?…Todo esto depende poco de los presupuestos y bastante de la voluntad individual de cada profesora o profesor. Gracias Carmen por activar el debate!
Siguiendo las acertadas reflexiones de la autora, las universidades podrían, especialmente a través de sus agrupaciones autonómicas, como la CRUMA en Madrid, proponer en este tiempo electoral, mejoras en el sistema universitario como la racionalización de la oferta docente, la posibilidad de compartir modelos de encuestas de docencia o inserción laboral, la incorporación de indicadores a los sistemas de financiación, o la mejora de los planes de investigación autonómicos. Sin esperar a que el nuevo consejero las convoque.
Casi todos los responsables educativos en los gobiernos autonómicos o en el gobierno español son profesores universitarios, en muchos casos con experiencia como vicerrectores o rectores. ¿Porque las universidades no utilizan esa experiencia y ese conocimiento para hacer nuevas propuestas de políticas para el sector sin esperar a la convocatoria del nuevo consejero autonómico?
Llorar no es malo, pero debemos evitar que las lágrimas nos impidan planificar el futuro a medio y largo plazo. Así es Carmen. Como bien sabes, y hablamos mucho de esto, la financiación privada (como complemento a la financiación pública) a través del mecenazgo y patrocinio, u otras opciones, es todavía una asignatura pendiente en las universidades públicas españolas…
Totalmente de acuerdo. No podría estar más bien expresado. Una reflexión muy acertada. Hay que apostar por las relaciones universidad-empresa-industria, siguiendo el modelo de la Triple Hélice. No puede quedarse en la teoría, más bien entre todos deberíamos intentar llevarlo a la práctica. Las pequeñas acciones pueden llegar a tener impacto, pero para esto es necesario que toda la comunidad universitaria, empezando por los que dirigen los centros, apoyen y lideren este cambio. El camino a recorrer es largo pero hay que tener visión a largo plazo.
[…] el anterior post titulado ¡dejemos de llorar! ponía de manifiesto la apremiante necesidad de las universidades públicas españolas de captar […]
[…] al principio) procedente del patrocinio y el mecenazgo”, afirma en un artículo titulado ¡Dejemos de llorar! en Studia XXI. “Pero todas estas”, añade, “pasan por la constancia, la legitimidad, la reputación de la […]
[…] marginal al principio) procedente del patrocinio y el mecenazgo”, afirma en un artículo titulado ¡Dejemos de llorar! en Studia XXI. “Pero todas estas”, añade, “pasan por la constancia, la legitimidad, la reputación de la […]