La ANECA recupera la figura de profesor universitario
El modelo de carrera académica en la universidad española ha virado significativamente con los nuevos criterios de ANECA del programa ACADEMIA, auspiciados por la LOSU. Se ha recuperado el significado de funcionario de carrera del cuerpo docente universitario. En contraposición a la hiperespecialización del conocimiento, a la carrera investigadora sobredimensionada, a la bibliometría salvaje, muchos se percatan ahora de esas otras funciones que todo profesor de universidad dentro de la academia debe asumir en parte o durante toda su carrera (>30 años). Practicar una docencia de calidad, colaborar en tareas de gestión y participar en la medida de lo posible en la transferencia de conocimiento (más allá de patentes y contratos industriales) son algunas de ellas.
La investigación en detrimento de la docencia y la gestión
Conviene recordar que las universidades públicas, por definición, son instituciones de enseñanza superior y no son organismos públicos de investigación regionales o estatales. La doble vocación docente e investigadora que sustancia la Universidad se difuminó en el año 2007 con los primeros criterios del programa ACADEMIA y sus posteriores actualizaciones inflacionistas.
Hemos sucumbido al relato de los colaboradores necesarios del sistema: “Si te forjas un perfil investigador competitivo en centros de prestigio, si te conviertes en un investigador emergente, si tu producción científica es sobresaliente.., podrás estabilizarte en la Universidad”.
Pocos recibieron algún consejo sobre la capacitación docente o el compromiso con la gestión universitaria. Así, la percepción del profesorado novel quedó manifiestamente sesgada, al considerar como más relevante, exigida y prestigiosa la dimensión investigadora frente a la docente y por supuesto la de gestión, asociada a vocaciones políticas.
La precariedad de los contratos de investigación
Nadie les advirtió de la precariedad, temporalidad y desamparo de muchos contratos de investigación a pesar de su excelencia. El perfeccionamiento postdoctoral de 2-3 años, en el mejor de los casos, y los posteriores contratos tenure track de 5 años de media, como única vía de incorporación a la universidad, junto con tasas de reposición rígidas, han propiciado el acceso tardío a la figura de profesor titular de universidad (cerca de los 40 años), dificultando la conciliación, los proyectos vitales, aumentando lo síndromes burnout y envejeciendo la plantilla de refresco.
La calidad investigadora no es sinónimo de calidad docente
Con ese relato falaz, se entendió la acreditación de la ANECA para profesorado universitario como una suerte de examen a la excelencia investigadora, cuando en realidad es una suficiencia en el desempeño de todas las funciones del profesorado universitario. Precisamente, el espíritu de los complementos de productividad (sexenios) es evidenciar una suficiencia investigadora o de transferencia en un periodo de 6 años.
El modelo de la Universidad Complutense de Madrid
El modelo de la UCM de dedicación horaria anual del profesorado universitario (1642h/año) obliga a que 480h son presenciales con el alumnado (mitad en el aula y mitad en tutorías), mínimo 547h son para funciones investigadoras y el resto (615h) para funciones docentes no lectivas, gestión universitaria o ampliar la carga investigadora, según lo que considere el interesado o la comunidad universitaria le demande. De inicio, el académico debe estar preparado para acometer cualquiera de esas funciones. Sin embargo, muchos han practicado una ingeniería curricular orientada hacia la investigación, con el fin disimulado de acreditarse, sin implicarse en tareas de corto alcance, de interés general y sin rédito personal directo. Esos mismos asumen su valía como docentes universitarios por la correlación espuria entre conocimiento experto de una materia y capacitación docente. La generación del conocimiento no conlleva la capacidad para transmitirlo. Es más, enseñar no es precisamente transmitir conocimiento.
La actividad docente, la gran olvidada
La actividad docente del personal docente e investigador (PDI) de las universidades, en un sentido integral, está menos tasada, auditada e incentivada que la investigación.
A diferencia de la carrera investigadora (medible), no existe un modelo previsible de carrera docente lo que complica la medida de su calidad.
Los sexenios se basan en resultados de la actividad investigadora/transferencia, pero no en la dedicación. Por contra, los docentes están controlados por horas de clase, pero no por resultados del aprendizaje. La inspección de servicios de las universidades sólo actúa de oficio en lo referente al cumplimiento de la presencialidad lectiva o tutorial. No existe ninguna inspección por tareas de investigación. En las normativas y marcos legales vigentes, el PDI está sujeto explícitamente a obligaciones docentes, pero nunca a obligaciones investigadoras.
El régimen de compatibilidades del ARTÍCULOS 68/83 LOU hace mención expresa a «…sin perjuicio cierto a la labor docente…», y no hace ninguna mención a la labor investigadora. Con el programa DOCENTIA, la ANECA trata de resolver esta asimetría entre investigación y docencia, el futuro sexenio docente y los nuevos criterios de acreditación.
Encontrar el equilibrio, aunque sea asíncrono, entre las cuatro funciones del profesorado universitario dependerá de la voluntad de cada uno, porque hay un tiempo para la vocación, otro para la participación y un tercero para el cumplimiento.
La verdad es que no creo que los nuevos criterios de la ANECA hayan «recuperado» la figura del profesor universitario, pues la docencia se sigue vinculando fundamentalmente a cubrir unos mínimos cuantitativos (años + horas), con la «calidad» centrándose sobretodo en DOCENTIA. Y, sinceramente, mi experiencia con DOCENTIA es que también se basa en criterios puramente cuantitativos, con la «excelencia» medida principalmente en cubrir un cierto número de cursillos oficiales. No se ve al docente cómo imparte clase en el aula, no se revisan sus programas y materiales docentes usados en las asignaturas, no se entrevista a estudiantes y ex-alumnos sobre la calidad de sus docencia, etc. Vaya, lo que se usa en otros sistemas universitarios para valorar la calidad de la docencia.
Tampoco creo que lo de la carrera investigadora sobredimensionada va mucho por áreas, pues las exageradamente papelistas (con valoración al peso de artículos y que favorecen las publicaciones grupales con nula participación real en la investigación) conviven con otras donde el ritmo de producción es irregular y el impacto de poca transcendencia internacional. Ahí los nuevos criterios de la ANECA tienen potencial al pedir solo un número limitado de publicaciones, pero tendrán que apretar las comisiones (también de los sexenios) en la valoración real de la calidad.
En definitiva, creo que todavía se está lejos de un sistema que equilibre y valore los dos pilares esenciales del trabajo del profesor universitario (investigación y docencia), y que fomente una actividad constante de calidad en ambos ámbitos. Me gustaría ver cifras de las evaluaciones de Docentia desglosadas por centros, así como de sexenios potenciales/óptimos, e incluso por departamentos, con financiación específica ligada a resultados. El tercer pilar del trabajo universitario, la gestión, depende demasiado de las características de cada centro como para poder sistematizarlo, pero ciertamente hay que incentivar la participación (los Ayudantes Doctores formando parte de comisiones que lleven poca carga burocrática, los profesores permanentes rotando tareas de mayor responsabilidad; los puestos unipersonales ya tienen su financiación adicional y descarga de otras horas de trabajo).
Nadie discute la relevancia de la docencia. Pero probablemente sea suficiente el requerimiento de tener cierta formación sobre técnicas docentes, que pueden incluir ciertas prácticas evaluadas, donde se certifique que los asistentes tienen unas habilidades básicas. Pero exigir una gran acumulación de horas de experiencia docente es un despropósito. Además, medir la calidad de la docencia es extremadamente difícil. El sistema DOCENTIA deja mucho que desear, estando formado por métricas fácilmente manipulables. Por ello, que se incremente el peso de este componente no es una buena noticia. Una red neuronal puede dar clases, si se le conecta un chatbot, e incluso un holograma. La investigación de alto nivel es otra cosa, aquí es donde reside la aportación valiosa de un buen académico. Además, la investigación de calidad si es evaluable, objetiva y cualitativamente.
Para investigar se requiere estar en la frontera del saber. En esencia, el curriculo investigador nos muestra los conocimientos del candidato. La diferencia de saberes entre un investigador productivo y con impacto, y los de alguien que investiga poco y sin impacto, suele ser abismal. Por ello, rebajar estos requerimentos y compensarlos con una supuesta habilidad docente es cuestionable. Redunda en una tramsisión de conocimiento mas pobre en los cursos avanzados (aunque no se note tanto en los cursos introductorios que «cualquiera» puede impartir.)
«muchos han practicado una ingeniería curricular orientada hacia la investigación, con el fin disimulado de acreditarse, sin implicarse en tareas de corto alcance, de interés general y sin rédito personal directo».
Aquí un catedrático de Fisica Aplicada «aplicando» el método científico para señalar a sus compañeros con datos contrastables: «MUCHOS». El autor debe conocer a todos los profesores de universidad en España para realizar afirmaciones tan categóricas a la hora de respaldar sus argumentos con datos tan estadísticos y contrastables.
Ahora entiendo esta nueva ola impulsada desde la nueva dirección de la ANECA de denigrar la investigación. Ahora resulta que los que nunca investigan, pero son muy activos en la gestión no obtienen «rédito personal directo». Ahora resulta que los que investigan no dan bien las clases… Ahora parece que DOCENTIA va a ser la panacea, como el «futuro» sexenio docente, del que venimos oyendo hablar desde hace años y nunca llega. Sólo le ha faltado hablar del futuro «sexenio de transferencia», después de la malograda experiencia del único convocado en 2018.
Buenas noches. Todo está muy bien; pero parece unidimensional: solo se contempla la dimensión del docente; echo a faltar la dimensión del alumnado. ¿No quedamos con el engendro Boloñés que todo iba a centrarse en el alumno? ¡Ah!, ¿que el alumno no cuenta ni interesa? Vale, haber comenzado por ahí. La Universidad privada va a barrer la pública en breve. Los padres/clientes quieren que los hijos aprendan y aprueben en los plazos previstos, y la pública no lo está dando. Mientras, sigamos dando piruetas en torno a los rankings y la investigación; cuando nos quedemos sin alumnos, ya veremos. Enseñar, enseñar, esa es la finalidad madre. Y de eso ni hablamos.
Totalmente de acuerdo con el análisis. Si seguimos por este camino, a la larga nos quedaremos sin estudiantes porque se irán a la privada. Total, cada vez tenemos menos hijos, los padres tienen ahora más dinero y las tasas universitarias cada vez están más altas, así que para qué aguantar. Para ello, en mi opinión, se debería tomar en cuenta los siguientes puntos:
1-Un plan formativo eficaz debe contar con la experiencia del estudiante en el aula y las necesidades de los docentes, alineadas con las detectadas por la universidad. Con esta información se puede construir un plan de formación docente efectivo.
2-Las universidades deben asegurar que una amplia muestra de sus docentes sea evaluada por DOCENTIA cada cinco o seis años, donde la opinión de los alumnos debe tener un peso significativo
3-La superación de DOCENTIA debería estar ligada a un complemento salarial atractivo.
4-Los docentes que no superen DOCENTIA con cierta calificación deben entrar en un programa de acompañamiento y mejora de la práctica docente. Si es necesario, se debe crear un paquete de ayudas para que puedan acceder a la formación fuera de la universidad, si fuera preciso.
Además, es crucial recordar que la principal tarea de un profesor universitario es enseñar. La satisfacción de los alumnos es fundamental para evitar que las universidades privadas aumenten su cuota. No se trata de relajar el rigor, sino de asegurar que los profesores impartan clases de manera inspiradora.
Por último, se debe limitar el trabajo de gestión para que más profesores puedan dedicarse a la enseñanza. La gestión universitaria no debe desviar a los docentes de su principal misión.