La justicia distributiva y la universidad

Sobre el acceso a la universidad 

En una sociedad bien ordenada, justa, el acceso a la universidad debería depender únicamente del talento y del esfuerzo de las personas que la integran. La igualdad de oportunidades, que es un componente esencial de cualquier concepción plausible de la justicia, así lo exige. Sin embargo, en la realidad de nuestras sociedades las cosas no son exactamente así. Hay otros factores que intervienen en el acceso a la universidad y que no están guiados ni por el talento ni por el esfuerzo.

En España, en los últimos cincuenta años, el acceso a la universidad se ha extendido y, sin duda, ello ha sido uno de los motores principales del llamado ascensor social, uno de los factores también de la modernización de nuestro país. No obstante, determinados estudios nos muestran que hay tres factores más que influyen de manera determinante en las probabilidades de acceder a la universidad. En un estudio, encargado por la Conferencia de Rectores y la Conferencia de Consejos Sociales de las universidades españolas, y realizado por el prestigioso Instituto valenciano IVIE, bajo la dirección de José Manuel Pastor, se muestra con claridad la incidencia de los tres factores siguientes: la formación de los padres, la renta familiar y la residencia geográfica de la familia. Esta cuestión también se aborda, por ejemplo, en el trabajo de María Rahona, Equality of opportunities in Spanish higher education, publicado en  Higher Education. 

El acceso a la universidad se ha extendido en los últimos cincuenta años en España, convirtiéndose en uno de los motores principales del llamado ascensor social.

Primer factor: la formación de los padres

El más relevante es el grado de formación de los padres. Tener padres universitarios aumenta las probabilidades de los hijos de obtener un grado universitario, y lo aumenta de manera significativa, más aún cuando es la madre la que tiene estudios universitarios.

La situación es aproximadamente la siguiente: entre la población adulta en España, el 25% o bien carece de estudios o sólo tienen estudios primarios, el 35% tiene estudios secundarios del primer nivel (EGB, ESO, FP1), el 20% tiene estudios secundarios de segundo nivel (Bachillerato o FP2) y otro 20% estudios universitarios o de educación superior. Sin embargo, la composición de nuestros universitarios se aleja mucho de este perfil: sólo el 15% de los universitarios son hijos de padres sin estudios o con estudios primarios, no llega al 20% el porcentaje entre hijos de padres con estudios secundarios de primer nivel, se eleva al 25% entre los hijos de padres con estudios secundarios del segundo nivel y los universitarios hijos de padres universitarios son el 40% del total.

Si, como parece por lo que sabemos, el talento y el esfuerzo se distribuyen al azar, no son hereditarios, este es entonces un grave problema para la igualdad de oportunidades.

Segundo factor: el nivel de renta

Dado que el nivel de educación está correlacionado, como bien sabemos, con el nivel de renta, entonces ya podemos concluir que los hijos de familias con rentas más elevadas tienen muchas más probabilidades de acceder a la universidad y, de este modo, conseguir también ellos obtener mejores rentas.

Tercer factor: el lugar de residencia

El tercer factor, el de la geografía, también es relevante. Muestran los estudios que los que viven en poblaciones menores de 20.000 habitantes acceden menos a la universidad que los que viven en ciudades más pobladas. Y, hay que recordarlo, un 30% de los españoles viven en ciudades menores de 20.000 habitantes. También es injusto y arbitrario que el acceso a la universidad dependa de la residencia de la familia.

La justicia y la eficiencia en la universidad

Estos tres factores provocan que el acceso a la universidad sea a la vez injusto e ineficiente. No siempre la justicia y la eficiencia, como bien sabemos, van de la mano, pero afortunadamente en este caso sí. El resultado es injusto porque deja fuera de la universidad a personas que tienen mayor talento que algunas de las que entran, es injusto porque no selecciona por el mérito, sino por la posición social de las familias. Y es ineficiente, porque la sociedad pierde a personas con talento para que desempeñen su función en beneficio, no sólo su beneficio particular, sino también en beneficio del bien común, en beneficio de todos. Por el camino perdemos profesionales, emprendedores, políticos, artistas, que harían nuestra sociedad mejor, pero que las circunstancias que ellos no eligieron de la lotería natural, les impiden acceder a determinados puestos, aún disponiendo de méritos más que suficientes para ocuparlos.

Justicia y eficiencia van de la mano en el acceso a la universidad. 

Obviamente no es culpa de las universidades. Este es un asunto que requiere reformas estructurales de muy profundo calado, sobre todo en la educación primaria y secundaria, donde es claro se produce ya esta selección injustificada. Sin embargo, tal vez -como han hecho otros países- podría pensarse en un programa especial, soportado por el gobierno de España, por los gobiernos autonómicos y por las universidades, para acercar la universidad a aquellos entornos que están más alejados de ella, porque son poblaciones pequeñas o bien porque habitan en entornos cultural y socialmente desfavorecidos. Un programa que debería comenzar por establecer un sistema de becas, en todos los niveles educativos, más robusto y equitativo. Nuestro sistema de becas es muy endeble, solo se dedica a ello en torno al 8% del presupuesto dedicado a educación superior, mientras la media de la OCDE es más del doble.

Acercar la universidad a los entornos que la perciben más lejana es un modo de contribuir a generar una sociedad más ordenada y más justa. Es también un modo de rehabilitar el ascensor social que la crisis y la recesión económica de hace más de una década y, ahora la pandemia, han deteriorado.

 

 

Comentarios
  1. Alejandro Córdova Izquierdo dice: 07/09/2022 a las 03:07

    Estoy de acuerdo con esos tres factores que tienen que ver con el acceso de los jóvenes a la Universidad o estudios universitarios; sin embargo, también la infraestructura de la vivienda, material académico que exista en el hogar (libros) y la vida que lleven los padres….

  2. Albert Corominas dice: 07/09/2022 a las 10:41

    Una entrada muy oportuna para el inicio del curso. Aunque la causa última de los sesgos en el acceso a la universidad son las desigualdades sociales, toda medida que tienda a atenuarlos debe ser bienvenida. Reforzar el sistema de becas, como apunta el profesor Moreso, incluyendo becas-salario, residencias universitarias públicas, subvenciones a servicios (transporte, comedores), analizar el sistema de acceso para detectar y corregir, en su caso, factores discriminativos.


¿Y tú qué opinas?