La universidad frente a la cultura de la cancelación y la era de la posverdad

El riesgo que existe es el de cualquier totalitarismo. El totalitarismo, ya sea de izquierda o de derecha, es una amenaza permanente para las sociedades. Algunas veces parece dormido. A veces emerge y se propaga como un virus.

Nathelie Heinich

Centre National de la Recherche Scientifique CNRS

 

Las redes sociales están suscitando una serie de problemas en los sistemas de educación y también en las universidades. Problemas casi olvidados, como la censura y la persecución que han padecido las universidades a lo largo de su historia, fruto de las injerencias políticas y religiosas, surgen ahora de nuevo de forma sorprendente en la era de la digitalización. Desde hace siglos, la misión de la universidad ha sido transmitir la “verdad” descubierta mediante la razón y el fruto del estudio y de la investigación de sus miembros.

El objetivo esencial de la búsqueda de la verdad era y es, en definitiva, disponer de un conocimiento profundo y útil para mejorar la vida de las personas.

El ejemplo más reciente que corrobora esta búsqueda de la verdad es el descubrimiento, en un tiempo récord, de las vacunas contra la COVID-19, que han creado las universidades, los hospitales y los centros de investigación. Sorprende que haya miles de universitarios que no se han vacunado porque no creen ni en los efectos mortales del virus SARS-CoV ni en los beneficios de estas vacunas. Contra el rigor de la verdad científica que se desarrolla en los campus universitarios, se alzan cada vez más todo tipo de informaciones falsas y malintencionadas que minan la vida de las personas y las hacen cada vez más vulnerables.

La verdad en las redes sociales

En las redes sociales, corre tal cantidad de opiniones sin fundamento, sin ningún tipo de contrastación verídica, que hace imposible que la verdad pueda subsistir. De hecho, es una guerra casi perdida, ya que los sistemas educativos no tienen ni por asomo los recursos, las infraestructuras ni el poder de que disponen las grandes empresas tecnológicas, que les permiten organizar y controlar los sistemas de información actuales. La información que se vierte en las redes sociales no sería un problema si se quedase en la esfera de la mera opinión de las personas, pero se convierte en un problema cuando se pretende sustituir por la información veraz y relevante que se aprende en la universidad, sobre todo porque, a la postre, influye de una manera irreparable en la sociedad libre y democrática que nos hemos dotado.

La cultura de la cancelación

La llamada cultura de la cancelación y el éxito y el consumo de las fake news, que alimentan la denominada era de la posverdad, están provocando también que se incrementen la polarización y la radicalización de las personas, que adoptan formas cada vez más intolerantes y violentas. Este nuevo asalto a la razón, que se está fraguando en la era digital y que afecta masivamente a las personas, está entrando en los sistemas educativos.

En el fondo, se pretende que la verdad que se enseña en la universidad no sea el fruto del conocimiento descubierto en las aulas y en los laboratorios, sino que provenga de la opinión interesada, difundida en las redes sociales que consumen millones de estudiantes de forma constante a través de sus teléfonos móviles. Se aceptan sin filtro las opiniones falsas e incluso las opiniones manipuladas y generadas por potentes algoritmos diseñados por las grandes empresas tecnológicas, que deciden cuál ha de ser la nueva verdad revelada digital.

La cultura de la cancelación es el fenómeno que está surgiendo en los medios de comunicación y también en las universidades, consistente en denunciar o expulsar de una organización a una persona por sus opiniones particulares.

Es una llamada pública a boicotear a una determinada persona para que no sea contratada, no pueda ejercer su profesión, se le retire todo tipo de apoyo o se minusvalore su trayectoria. Algunos autores lo han definido como una forma de bullying público, ya que en realidad se pide su silenciamiento y su olvido.

Acusaciones infundadas

El caso más famoso en el ámbito universitario es la campaña de cancelación que soportó Steve Pinker, profesor de Sociología Cognitiva de Harvard por unas declaraciones que se malinterpretaron como racistas. La campaña de cancelación reclamaba eliminar sus clases, sus conferencias e incluso sus libros. Lamentablemente, hay decenas de casos de profesores, como Steve Pinker, que son acosados cada día apelando a la llamada cultura de la cancelación.

Una imagen, un escrito, una opinión, un comentario, cualquier cosa sirve para hacerlo público e iniciar una campaña de acoso contra el profesor con el objetivo de expulsarlo de la universidad. Hacer aflorar su vida privada o buscar imágenes personales en redes sociales son prácticas imperantes en algunos campus. Pero no solo se cuestiona la vida privada del profesorado, sino que se va más allá, puesto que, con el teléfono móvil, se puede fotografiar un gesto, grabar una opinión expresada en clase y, en un instante, subirla a la red para desprestigiar al docente.

La cancelación va más allá: no solo se denigra a la persona, sino también lo que explica en clase, cómo lo explica y qué libros aconseja leer. Por ejemplo, no se debe enseñar nada de Heidegger porque no condenó el nazismo; por tanto, no se debe leer “Ser y tiempo”. Poco importa si Heidegger y su obra sean una parte fundamental del pensamiento moderno; se debe cancelar su figura. La cultura de la cancelación es una censura intolerable que va más allá del profesorado y de sus clases, ya que se dirige contra obras escritas y creadas por autores que forman parte de nuestra propia cultura y ello también influye en los mismos estudiantes, que se ven cohibidos a la hora de iniciar los estudios y los debates que requiere su estancia en la universidad.

La cultura de la sobreprotección

La cancelación es, en realidad, una deriva hacia la autocensura contra la reflexión libre y el crecimiento intelectual de los estudiantes.

Jonathan Haidt y Greg Lukianoff sostienen en su libro “La transformación de la mente moderna. Cómo las buenas intenciones y las malas ideas están condenando a una generación al fracaso” que todos estos fenómenos, y muchos más que aparecen en las redes sociales, han entrado en las universidades americanas. Los autores analizan sus posibles causas y llegan a la conclusión de que son fruto de la obsesión por la seguridad que vive la sociedad americana. Un exceso de proteccionismo familiar hacia los hijos en edad de escolarización ocasiona una debilidad y un freno en el aprendizaje de sus hijos, y esta preocupación ha llegado a los campus universitarios, ayudado por las redes sociales, que facilitan una vigilancia previa de la vida y del comportamiento del profesorado.

La cultura de la cancelación no es fruto del debate intelectual y riguroso propio de la universidad ni de una investigación histórica, sino de la presión interesada de otras personas o grupos, que utilizan las redes sociales para llevar a cabo sus propósitos desde un revisionismo político polarizado. Los casos de cancelación empiezan abundar de forma lamentable y con sesgos ideológicos de todo tipo. Este autor o autora es capitalista, comunista, esclavista, antifeminista, abortista, belicista y mil cosas más y, por tanto, debe ser cancelado, prohibido, olvidado. En esta deriva acelerada del nuevo autoritarismo provocada por las redes sociales, sin un previo debate histórico y científico del pasado, se cancela cualquier profesor y profesora, cualquier autor y autora, cualquier libro y obra artística que haya constituido la base de nuestra cultura y de nuestra educación.

 

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Comentarios
  1. antoni elias fusté dice: 18/11/2021 a las 11:25

    Excel·lent reflexióDidac, enhorabona !

  2. Carmen dice: 18/11/2021 a las 13:09

    Cuánta verdad y razón salen de tú escrito.Enhorabuena té felicito Diego.

  3. Eduardo Dalmasso dice: 18/11/2021 a las 14:26

    El escrito del profesor Didac, es agudo y da en el centro del problema de la falta de pensamiento crítico como insumo fundamental de la educación universitaria. De ello la influencia de las fake new en el propio mundo de los egresados. En resumen : Excelente ponencia.

  4. María-Teresa Mateos Fernández dice: 18/11/2021 a las 14:37

    Este texto lo debáimos leer todos los que trabajamos en Universidades. Y reflexionarlo tamnién un poquino. Gracias por tanto!

  5. Ricardo dice: 18/11/2021 a las 14:51

    Hola Diego, sóc Ricardo.
    Llàstima que això no arriba a aquests que només llegeixen les «grans informacions» que els arriba per: Instagram, wapssap, …,
    Tot i així, no deixis d’escriure.
    Salut.

  6. Ramiro Laso Bayas dice: 18/11/2021 a las 14:57

    Reflexión oportunísima. Realidad europea, realidad ecuatoriana. Felicitaciones por la claridad de ideas.

  7. John Mario Osorio Trujillo dice: 18/11/2021 a las 15:14

    Gracias por la reflexión. De mi parte la vacuna a ese totalitarismo es la defensa del individuo, permitirnos entender que la diferencia construye y abona el terreno para la anhelada prosperidad del común. Entender que nuestra función docente es solo orientar, sin sesgos; tarea retadora en tiempos de hiperconectividad y sobreinformación, pero ¿para qué nació la universidad, sino para solucionar problemas? y claro el primer de ellos a solucionar es uno mismo y sus amaños.

    Nuevamente ¡Gracias por esos reglones!

  8. David C. dice: 18/11/2021 a las 15:39

    «…puesto que, con el teléfono móvil, se puede fotografiar un gesto, grabar una opinión expresada en clase y, en un instante, subirla a la red para desprestigiar al docente».

    Exacto. Esto mismo pasó a un compañero y desde entonces me ha afectado al entrar en clase. Es triste, pero yo me «autocensuro» y no opino. Intento dar lo mejor de mí mismo profesionalmente. Pero soy completamente distinto fuera de clase. Sé que he perdido en espontaneidad, pero he ganado en evitar disgustos. No es la tarea educativa que me gustaría ejercer, pero es la época que nos ha tocado.

    Felicidades, gran entrada.

  9. Dídac Martínez dice: 18/11/2021 a las 19:26

    David, todo mi soporte y comprensión. La autocensura es uno de los resultados de este acoso y esta nefasta cancelación contra la libertad docente. Un abrazo!

  10. Carmelo dice: 22/11/2021 a las 00:55

    Me sumo a los agradecimientos Didac, la cita inicial es oportuna. Evolucionan sus manifestaciones, sus medios, sus condenas (tipos de torturas), sus objetivos (aunque casi siempre sean los mismos: silenciar, anular o aniquilar a quien cuestiona o puede cuestionarte), sus motivos y maquinaciones. No pongamos solo el foco en las mentes de las y los adultos en construcción (el totalitarismo -la intolerancia-, ya ha ocurrido antes, destruye la universidad desde dentro, desde el aula), estos hechos también suceden en otros ámbitos sin presencia estudiantil. Tal vez debamos recuperar el aula presencial y no permitir el uso del móvil en las mismas, al menos donde no esté establecido como un recurso para la enseñanza, o para la enseñanza-aprendizaje o para el aprendizaje.

  11. […] Esta entrada es la segunda parte del post publicado por el mismo autor: La universidad frente a la cultura de la cancelación y la era de la posverdad […]

  12. Cancelando que es gerundio - Universidad, sí dice: 22/12/2021 a las 09:00

    […] eso es llamativo que haya quienes sostengan que la «cultura de la cancelación» no existe y que quienes la denuncian solo están tratando de conservar sus privilegios en un […]

  13. A nuestros maestros - Universidad, sí dice: 27/09/2022 a las 09:00

    […] anhela encontrar, mal que le pese a los defensores de lo políticamente correcto, de esa maldita cancelación que está corroyendo los cimientos más sólidos de nuestra vieja […]

  14. L.Manteiga Pousa dice: 06/04/2023 a las 02:56

    Buen artículo. Todo esto de lo woke, la «cultura» de la cancelación, la corrección política, la ideología de genero, las nuevas masculinidades, el lenguaje «inclusivo»…surgieron ya hace bastante tiempo en el entorno de la «izquierda» demócrata (lo woke en sectores afroamericanos) y se ha ido extendiendo. En un principio podía tener sus aspectos positivos y atender a ciertas demandas (de mujeres, de afroamericanos, de gays y lesbianas…no de todos/as) pero se ha ido radicalizando hasta el absurdo, llegando a veces a la ridiculez. Llegó un momento en el que como ya no sabían que reclamar empezaron a reclamar estupideces.


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