La universidad, ¿un lugar para ricos?
En anteriores entradas de este blog he mostrado distintos aspectos que reflejan la desigualdad por origen social ante la educación. Por ejemplo, les he mostrado las fortísimas desigualdades en la expectativa de matriculación universitaria a los 15 años, desigualdades que persisten tras controlar el rendimiento académico (1). También he reflexionado con ustedes sobre el sistema de becas (2) y, sin aspiraciones de realizar ningún tipo de análisis exhaustivo, les he mostrado el papel que el sistema de becas puede jugar en los procesos de movilidad social (3). En la entrada de hoy me gustaría deshacer un equívoco bastante extendido sobre las implicaciones de la fuerte desigualdad en el acceso a la universidad o, al menos, esa es la impresión que tengo yo.
¿Es la universidad un lugar para ricos? O, expresado de otra forma, ¿el alumnado con progenitores universitarios es mayoritario entre quienes titulan en la universidad?
Veámoslo.
La desigualdad educativa por origen social
Cuando se habla de desigualdad por origen social en la educación, el dato que suele ofrecerse se construye de la siguiente manera. Primero, elegimos un resultado educativo que nos parezca relevante. Por ejemplo, la finalización de estudios universitarios. Segundo, definimos la manera en que vamos a operacionalizar el origen social. Una forma cómoda de hacerlo es utilizar el nivel educativo de los progenitores. Digo cómoda porque es una variable más estable y generalmente con menos valores perdidos que la ocupación. Por ejemplo, distingamos familias con al menos un progenitor con estudios universitarios del resto. En tal caso, la desigualdad queda definida a través de la comparación de la probabilidad de completar estudios universitarios entre quienes tienen un progenitor universitario y quienes no.
Pongamos ahora números. Para ello, emplearé información proveniente de la Encuesta de Condiciones de Vida (ECV) elaborada anualmente por el Instituto Nacional de Estadística (INE). En las oleadas de 2005, 2011, y 2019, la ECV incluyó el denominado módulo de transmisión intergeneracional de la pobreza, donde queda recogido el nivel máximo de estudios de ambos progenitores. Utilizando la información recogida en los años 2011 y 2019, podemos conocer la probabilidad de finalizar estudios universitarios en función del nivel educativo de los progenitores para la cohorte de nacidos entre 1984 y 1993.
El gráfico 1 muestra dicha probabilidad para ambos grupos de origen social. Pensemos ahora en cómo medir la desigualdad. Quien prefiera medidas absolutas dirá que es 40 puntos porcentuales más probable completar estudios universitarios si uno de los progenitores finalizó la universidad. Quien prefiera medidas relativas dirá, por ejemplo, que es 2,14 veces más probable titular en la universidad si uno de los progenitores hizo lo propio, o que el odds ratio del origen social es 5,4. En cualquier caso, la ventaja educativa de quienes provienen de familias más educadas es clara. Para la última cohorte de la que disponemos de información (tienen que pasar 25 años para dar tiempo a finalizar los estudios) existe una muy notable desigualdad por origen social en la finalización de estudios universitarios.
Gráfico 1. Probabilidad de finalizar estudios universitarios en función del origen social
Fuente: elaboración propia de la Encuesta de Condiciones de Vida (ECV) de los años 2005, 2011 y 2019 realizada por el Instituto Nacional de Estadística.
Los titulados universitarios en función de su origen social
Diremos, por tanto, que la desigualdad por origen social ante la educación es innegable.
Ahora bien, tengo la impresión de que dicho resultado lleva a un equívoco mayúsculo: pensar que como la probabilidad de completar estudios universitarios es mucho mayor entre los jóvenes de extracción social alta, los estudiantes de extracción social alta son mayoría en la universidad.
No es así, y para verlo hagamos otro ejercicio. En lugar de mirar cuántos de los nacidos en una cohorte terminan estudios universitarios en función del nivel educativo de sus progenitores, fijémonos en cuántos de los titulados en una cohorte de egresados universitarios tienen progenitores con estudios universitarios.
Para ello, les presento los resultados de la Encuesta de Inserción Laboral de Titulados Universitarios (EILU) realizada por el INE en el año 2019, en la que se encuestó a una muestra de 31.651 individuos representativa de la cohorte de egresados que finalizó sus estudios de grado al acabar el año académico 2013/2014. Entre otra mucha información, los participantes declararon el máximo nivel de estudios de sus dos progenitores, por lo que podemos construir de nuevo una variable que distinga familias donde al menos un progenitor finalizó estudios universitarios del resto. Fíjense, además, que los nacidos en la cohorte 1984-1993 que analizamos en la sección anterior son, a grandes rasgos, quienes titularon en la universidad alrededor del curso 2013/2014.
Pues bien, como les muestra el gráfico 2, tan solo el 39% de quienes completaron un título universitario en dicha cohorte de egresados tienen un progenitor que había hecho lo propio. Dicho de otra forma, más del 60% de quienes completaron un grado universitario en el año académico 2013/2014 (la cohorte de egresados universitarios más reciente para la que disponemos de información) son titulados de primera generación, es decir, forman parte de la primera generación de sus respectivas familias que finaliza estudios universitarios.
En resumidas cuentas, no, la mayor parte del alumnado universitario no proviene de familias muy formadas, sino de familias en las que ningún progenitor completó estudios universitarios.
Y no les abrumaré con más números y gráficos, pero el alumnado con progenitores universitarios no es mayoritario en ninguna rama de estudios. ¡Ni siquiera lo es entre aquellos que titulan en una universidad privada!
Gráfico 2. Titulados universitarios de la cohorte de egresados del año 2013/1014 en función de su origen social.
Nota: resultados elevados conforme al factor de elevación ofrecido por el Instituto Nacional de Estadística en la base de datos.
Fuente: elaboración propia a partir de la Encuesta de Inserción Laboral de Universitarios (EILU) realizada en 2019 por el Instituto Nacional de Estadística.
Una modesta moraleja
Déjenme insistir en que no hay ninguna incoherencia entre los resultados mostrados en las dos secciones anteriores. Sencillamente el grupo de individuos cuyos progenitores no completaron estudios universitarios es mucho más grande que el de individuos con al menos un progenitor universitario, lo que hace que, aunque la probabilidad de completar estudios universitarios entre los primeros sea mucho menor, representen una mayor proporción del total de titulados. De hecho, podríamos haber llegado a la misma conclusión con los datos de la ECV computando, en lugar de la probabilidad de titular en la universidad en función del origen social, la probabilidad de tener un progenitor universitario en la submuestra que completó estudios universitarios.
Este resultado es, he de decirlo, bastante obvio si uno lo piensa. Pero precisamente lo que pretendo destacar es que generalmente no se piensa, lo que lleva a asumir que, dada la fuerte desigualdad en el acceso a la universidad, la mayoría de quienes acceden a la universidad provienen de familias de extracción social alta.
Por eso mi intención al mostrar este resultado no es sugerir que no exista desigualdad por origen social en el acceso a la universidad (existe y mucha), sino que la mayoría de quienes completan hoy en día estudios universitarios provienen de una familia sin estudios universitarios, una realidad que estoy seguro de que le es desconocida a muchos.
Y esto es importante por dos razones. Primero, porque nos ayuda a valorar la misión que cumple hoy en día la universidad. A pesar de los fortísimos sesgos de acceso, en la universidad se matriculan y titulan una gran cantidad de alumnos pioneros dentro de sus familias, ofreciendo así oportunidades educativas a segmentos de la población tradicionalmente excluidos de la formación universitaria.
Segundo, el resultado recogido en el gráfico 2 es importante porque es fundamental que el alumnado de enseñanzas preuniversitarias sea consciente de esta realidad. Es bien sabido que la composición de los grupos sociales en los que uno se insertaría si tomase una cierta decisión puede incentivar o desincentivar dicha decisión. Por ejemplo, sabemos que una de las razones por las que a las chicas les cuesta elegir carreras STEM es que tendrán que integrarse en grupos muy masculinizados, tanto en el sistema educativo como luego en el mercado de trabajo. De la misma forma, si los jóvenes de extracción social baja perciben la universidad como un lugar plagado de privilegio, donde la mayor parte del alumnado proviene de familias muy educadas, será más difícil que se decidan por perseverar en el camino hacia la universidad. Así pues, deshacer este mito puede contribuir en último término a una menor desigualdad educativa por origen social.
Es por tanto labor de todos divulgar y dar a conocer la realidad de la composición social del alumnado universitario.
Se trata de un post muy valioso: los dos gráficos que presenta no son, como bien arguye, contradictorios, sino complementarios. Y dejan lugar para la esperanza… Muchas gracias
Magnífica entrada de Manuel Valdés que transmite un mensaje muy necesario y esperanzador para las nuevas generaciones de jóvenes que quieren y pueden entrar en la universidad pública española independientemente de su origen social. Felicidades al autor y al Blog Universídad que sirve de eco para debatir y denunciar aquellas conclusiones «populares» que no se apoyan en evidencias empíricas. Sigamos demostrando con moralejas «modestas» como titula el propio autor nuevas realidades sociales en nuestra Universidad.
[…] que también lo es. Un dato algo superior a la media española (61%). La botella medio llena, en opinión de algunos estudiosos ¿significa eso que hay una clase universitaria que se […]