Las microcredenciales universitarias: un valor para la sociedad

Formación a lo largo de la vida: flexibilidad y dinamismo

Todo el mundo tiene derecho a una educación, formación y aprendizaje permanente inclusivo y de calidad, a fin de mantener y adquirir competencias que permitan a las personas participar plenamente de la sociedad y gestionar con éxito las transiciones que nos vaya planteando el mercado laboral. Una formación a lo largo de la vida que, frente a la rigidez propia de los planes de estudio de Grado y Máster, debiera articularse mediante una oferta flexible y dinámica de unidades de formación de menor tamaño, estandarizadas en orden a su calidad y con participación de la Universidad y la Formación Profesional.

Los profesionales del presente y futuro deberán enfrentarse, como consecuencia de la revolución tecnológica y la irrupción de la inteligencia artificial, a la reconversión (cuando no desaparición) de gran número de puestos de trabajo y a la necesidad de “actualizar” sus conocimientos, competencias y habilidades para así ajustarse a la cambiante realidad del tejido empresarial. Reciclaje profesional al que cabe añadir, en paralelo, la creciente demanda social por seguir aprendiendo.

La formación permanente como dimensión esencial de la formación en la universidad

En esta línea de acción, la Ley Orgánica 2/2023, de 22 de marzo, del Sistema Universitario (LOSU), prevé la formación permanente como dimensión esencial de una formación universitaria adaptada a las demandas sociales y las exigencias del mercado laboral.

Una formación orientada a una franja de edad de 25 a 64 años (con o sin titulación universitaria previa) y en la que cabe situar los programas de corta duración (PDC) o Short Learning Programmes (SLP), así como la denominada Micro-credential, esto es, la prueba de los resultados de aprendizaje que un alumno ha adquirido tras cursar un módulo formativo de corta duración diseñado en coherencia con el catálogo nacional de cualificaciones profesionales y aquellos otros programas vinculados con las especialidades formativas de los servicios públicos de empleo.

Microcredenciales universitarias: pasarela entre la formación académica y la profesional

Las microcredenciales universitarias están concebidas como breves cursos de formación especializada, con formatos y metodologías varias (presenciales, virtuales o híbridas) y que permiten desarrollar competencias clave con el objetivo de mejorar la empleabilidad, formarse o actualizarse en perfiles profesionales de futuro (reskilling y upskilling), o adquirir habilidades ante los desafíos, actuales y futuros, tanto de la sociedad como del tejido empresarial.

Cursos que tienen como objetivo facilitar la adquisición, actualización y mejora de los conocimientos, habilidades y competencias profesionales, así como “facilitar las cosas” a quienes quieren seguir su formación (obteniendo el reconocimiento oficial de su aprendizaje), pero no disponen ni de los medios ni del tiempo necesario para involucrarse en un proceso formativo de larga duración.

Una formación que debe ser de corta duración (el ideal medio podría fijarse en 3 o 6 créditos), permitir la conciliación de la vida laboral y familiar y, por extensión, fomentar la ocupabilidad ante un mercado laboral en constante transformación.

Los cinco pilares de las microcredenciales

Microcredenciales que, en cuanto “pasarelas” entre la formación académica y la profesional, se asientan sobre cinco grandes pilares:

  1. la estimulación de la formación a lo largo de la vida de las personas adultas
  2. la transformación de la universidad en cuanto institución “abierta” a la formación para todas las edades
  3. el impacto laboral
  4. la necesidad de garantizar la formación de personas adultas
  5. la oportunidad de diseñar itinerarios formativos personalizados

Además, responden a tres grandes modalidades: a) alta cualificación (capacitación de alto nivel en nuevos conocimientos, habilidades y competencias);b) recalificación (actualización de conocimientos y adquisición de nuevas habilidades y competencias para perfiles profesionales específicos); y c) inclusión social (formación para la ocupabilidad de los colectivos más vulnerables).

En su diseño, que siempre debiera asentarse sobre una fluida comunicación entre empresa y universidad, resulta imprescindible tomar en consideración una descripción detallada del programa, su justificación objetiva y razonada, los parámetros internos de calidad, el objetivo y resultados de aprendizaje previstos, los requisitos de acceso y admisión de estudiantes (y su soporte), la planificación académica, el personal docente y de soporte técnico, los recursos materiales y servicios y, por último, los resultados previstos en orden a su correspondiente acreditación digital por parte de las instituciones universitarias.

Microcredenciales de calidad frente a “chiringuitos”

Estas microcredenciales deben contar con una denominación clara y responder a las habilidades y competencias específicas que en ellas se van a trabajar, con especial referencia a la recalificación profesional orientada a las particulares demandas del mercado laboral. En este contexto, convendría no obviar que su puesta en macha debe contar con la inversión económica suficiente para garantizar su sostenibilidad, así como con la implementación de adecuados planes de difusión entre los potenciales interesados.

Su cronograma debe ajustarse a criterios racionales en función de la realidad laboral de quienes puedan ser los destinatarios de su oferta, así como también al análisis de su potencial número de matriculados y presupuesto. Su justificación no solo debe guardar relación con las necesidades del mercado de trabajo, sustentándose en evidencias objetivas; sino que también debe responder a un claro reto formativo en el que resulte fácil constatar cuáles sean sus objetivos concretos en función del perfil competencial diseñado, las necesidades sociales de los próximos años y su correlativa inserción laboral.

De no ser así, bien pudiere acontecer, como puede apreciarse (padecerse) con algunos ejemplos de formación permanente ofertada, que la bondad formativa de las microcredenciales acabe por mutar a un estadio de insatisfacción en el que, por desgracia y en más casos de los que sería deseable, éstas acaben por convertirse en una especie de “chiringuitos” diseñados a mayor gloria y/o negocio de sus directores y coordinadores o, en su caso, de los hipotéticos intereses particulares de las áreas de conocimiento “dominantes” en cada facultad.

La importancia de escuchar a todos los agentes implicados en la universidad

Bien haría la universidad en no diseñar las microcredenciales en función exclusivamente de lo que puedan pensar los académicos (por muy sabios que sean o se crean en su materia), sino, al contrario, sabiendo escuchar, en paralelo, las demandas de su alumnado “maduro”, la sociedad y el tejido empresarial.

Téngase presente que, si un proyecto formativo no resuelve una necesidad concreta, el propio mercado hará su selección natural y dejará de existir.

En consecuencia, solo sobrevivirán aquellas microcredenciales que sean de calidad, sepan readaptarse a la realidad cambiante que nos toca vivir y, por descontado, sean capaces de satisfacer a un alumnado exigente que no solo piense en su aprobado (a no obviar por la lógica de la acreditación de los resultados de aprendizaje) sino también en su formación orientada a la ocupabilidad y a su particular proyección-promoción profesional (ya sea en el sector público o en el privado).

Conclusión

Si las cosas se hacen bien, esta formación a lo largo de la vida está llamada a mantener muy viva la universidad, máxime en un escenario presidido por la baja natalidad. Y, por extensión, también puede servir para reivindicar el papel formativo “práctico” de la universidad frente a otras entidades (colegios profesionales o escuelas de negocio) que quizás saben “vender muy bien su producto”, con el “mejor de los envoltorios”, pero que, en verdad, ofrecen, en no pocas ocasiones, una formación manifiestamente mejorable y, desde luego, no sometida, ni de lejos, a los estándares de calidad que son de aplicación en nuestro sistema público universitario (necesitado también de notables mejoras, pero más prestigioso de lo que algunos, con mejor o peor intención, nos quieren hacer creer).

 

Comentarios
  1. Luis Bahamonde Falcon dice: 08/05/2025 a las 12:05

    Dr. Vallespin, es realmente estimulante para un empresario senior, que un Profesor y Catedrático de la Universidad de Barcelona, nos exponga un tema de vital importancia, no únicamente para impulsar a través de la formación una carrera permanente en cada una de las profesiones,que también, sino algo más trascendente para el bien general, una economía, que incorpore un talento debidamente reciclado hacia la nuevas necesidades y habilidades para asumir los retos empresariales actuales.

    Gracias por un artículo muy necesario para abordar los retos de una formación permanente y homologable, con créditos universitarios.

  2. Neila dice: 08/05/2025 a las 13:59

    Muchas gracias por el artículo. A mí también me parecen muy interesantes los microtítulos para una amplia variedad de posible alumnado. Por ejemplo la UNED tiene varios microgrados desde hace unos pocos años y creo que van muy bien. A ver si se van animando más universidades.

    Por cierto, cuando dices 3 a 6 créditos, supongo que te refieres a créditos de 10 horas. Los de la UNED son del orden de 40 créditos ECTS, que viene a ser similar a lo que se hace en un año académico de un grado normal.

  3. David Vallespín dice: 08/05/2025 a las 18:39

    Sí, los de 10 horas. Cursos de 30 a 60 horas


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