Teoría y práctica en la Universidad: un debate clave (parte 2)

De docencia no viven solo profesores e instituciones, claro está. Se necesita investigar para recabar prestigio y salir en los medios, conseguir recursos y firmar contratos. E innovar en lo práctico se lleva buena parte del pastel, o casi todo.

De docencia no se vive en la universidad

En lo teórico vende poco, aunque resista con descubrimientos locales o globales que ayudan a rememorar lo que la universidad también puede ser. Este debate sobre el equilibrio también se manifiesta en este campo, intrínsecamente ligado a la enseñanza (aunque su combinación a veces sea compleja), si bien en un plano complementario.

La ANECA plantea la cuadratura del círculo: ¿cómo publicar para el impacto (reputación) y enseñar para el éxito práctico (matrículas), mientras se asciende teóricamente en rankings globales sin mejorar el abandono temprano o la inserción laboral local?

Competitividad extrema en la universidad

Llega un momento de competitividad extrema en el que todo vale. Se pide investigar con impacto y, si se puede, con relevancia práctica y salidas profesionales. Y que sea mucho, porque en la publicidad, la investigación queda muchas veces de lado si no se aplica, como siempre, a empresas tecnológicas (y tan prácticas) en la que tantos sueñan trabajar.

Aquí también todo eso tiene un precio: se denuncian grandes fábricas de compra y venta de artículos), se plantea generalizar retribuciones crecientes o exclusivas ligadas a objetivos totalmente medibles, se obliga a amplias campañas de publicidad online para contentar a ideales políticos o atraer a grandes compañías, y se suceden estrategias corporativas que deben dejar atrás muchas investigaciones consideradas escasamente rentables e impactantes para la ciencia o aquellos estudios teóricos considerados obsoletos y poco prácticos para la docencia. Aunque el equilibrio, en este campo, es esencial, como señala Senén Barro:

“La receta no es tan complicada: impulsar la ciencia básica y a través de ella sus aplicaciones; aportar el dinero suficiente, que siempre será una inversión rentable, sobre todo si se hace con inteligencia; apostar por el talento como máxima prioridad, ya que al final todo acaba siendo secundario a disponer del talento suficiente; diseñar e impulsar políticas públicas ambiciosas; y encargar su gestión y los recursos a ellas asociados a personas capaces e independientes”.

Sobre la eficacia y eficiencia en la universidad

¿Qué es más importante y, en este tiempo, rentable para el alumnado “digitalizado” y las Universidades “competitivas”? ¿Teoría o práctica?, ¿investigación o docencia? ¿más contratos o más alumnos? Siempre será cuestión de prioridades.

La oferta se multiplica y se especializa

Parece que en lo público se concentra, aparentemente, la investigación más amplia y la docencia más consolidada, con los mismos centros y similares titulaciones desde hace décadas. Y parece que, en lo privado, con instituciones que no paran de fundarse en los últimos años, se despliega una docencia más adaptada, formalmente, a los que trabajan y quieren trabajar (medible en el éxito de sus másteres vinculados a empresas) y una innovación que se plantea como más concreta y aplicada. Porque en ambos espacios universitarios el dinero importa mucho, el de ciudadanos que reciben servicios estatales y el de clientes que compran su formación mercantil.

Es el momento de racionalizar

La competencia es feroz y los recursos son siempre limitados en un mundo sin fronteras. El dinero es importante en la Universidad, y debe gastarse en lo que genera más dinero, como valor añadido que mostrar, como inversión que regresa, justificación política y social que exhibir.

Y proclaman que la teoría que no vende, ni a tantos alumnos ni a tantos itinerarios, pretendiendo convertir, de facto, a diferentes estudios en una especie de Formación Profesional de más duración y prestigio, sin el injusto estigma que acompaña en parte a tan digna y necesaria opción (que no para de crecer al responder a su intrínseca dimensión práctica).

Educar para competir 

Oferta y demanda. El que paga manda, se suele decir. Y esa lógica parece condicionar a ambos espacios universitarios, fundando extremas lógicas internas y externas de captación de alumnos, buscando ineludibles convenios empresariales y, en algunos aspectos, generando conflictos innecesarios entre lo público y lo privado.

Los alumnos competirán en un futuro próximo por demostrar esas competencias profesionales, y las instituciones ya compiten en este presente mismo por darles esas competencias antes y mejor que nadie.

La Universitas parece cosa del pasado

Casi todos los estudiantes quieren una salida para lo que estudian o para reconvertirse ante los cambios productivos.

No gusta tanto esa formación de la antigua o idealizada Universitas, con sus formas de pensar críticas (sin tantas competencias medibles) y sus formas de convivir comunitariamente (en tantos campus cercanos).

Y casi todos los centros quieren atraer a más alumnos y empresas, para conseguir financiación con la que sobrevivir o mejorar, bien de sectores privados que necesitan profesionales cualificados, bien de poderes públicos que necesitan justificar sus presupuestos. Y, con ello priorizan, esas competencias “prácticas” tan demandadas por los unos y por los otros.

Así se generaliza  una educación tan competitiva como el medio al que responden: adaptada y flexible, semipresencial o a distancia, atractiva y productiva, más profesional y mucho menos teórica.

La universidad: ¿grandes saberes o tendencias?

Porque no se puede negar la realidad, porque no se debe ir contra el viento, porque no se tienen que obviar las tendencias. Así se ponen en cuestión grandes saberes que nos acompañan y acompañarán tras el paso efímero de tantas novedades y tendencias. Porque deben ser, cualitativa y cuantitativamente, menos relevantes en la oferta y en la demanda. Así se minusvaloran estudios y materias llamadas a formar no solo profesionales técnicamente probados, sino ciudadanos más cultos y responsables sobre lo que heredamos y dejaremos en herencia. Aunque hemos dicho que “casi todos” quieren ese cambio imparable, no “todos”.

Y pese a todo resiste

Una cosa es la teoría y otra la práctica, también en las aulas o en los despachos universitarios. Deberían ir de la mano, pero la tendencia del siglo XXI prima una de ellas, posiblemente en su versión en ocasiones más mercantilizada.

Aunque aún todo no tiene ese “precio”, tampoco en la Educación Superior. Inserción, calidad, rentabilidad, práctica son realidades esenciales para los que estudian y los que gestionan. Nadie puede obviar eso.

Pero leer mucho y comprender lo que se escribe, memorizar datos o hechos y sistematizarlos lógicamente, reflexionar de manera profunda y teorizar para enseñar múltiples caminos o dar a esas realidades un contenido más social y humano (de la igualdad de oportunidades a la redistribución de recursos), deben seguir siendo elementos básicos, si bien actualizados o mesurados.

Resisten a contracorriente

De lo filosófico a lo histórico, de lo artístico a lo teórico. Contenidos que aguantan, tanto en ofertas institucionales que valoran dignamente carreras donde esos elementos son cardinales, como en planes de estudios de carreras más experimentales, técnicas o aplicadas donde se sabe que, sin aprender lo que otros hicieron y lo que podemos hacer sobre el papel, todo queda en mero ejercicio automático sin capacidad de crítica o sin reservas morales.

Resisten porque tienen, quizás, una función social y humana transcendental que, cada cierto tiempo se reconoce o se muestra, fundamental y recurrente, para entender por qué y cómo se hacen las cosas más prácticas que al final, también pueden aburrir con rutinas y precariedades.

Porque esas lecciones, denunciadas como poco divertidas, rentables o profesionales, a veces sí siguen siendo magistrales.

Cuando las tendencias virales pasan de largo, cuando los negocios se hunden sin remedio, cuando los sistemas perfectos fallan y cuando los dramas personales y colectivos deben ser entendidos. Y todo eso, pese al entretenimiento exigido o a la rentabilidad inevitable, siempre ocurre, y en algún aula alguien tiene que decirlo.

 

 

Comentarios
  1. yo dice: 11/06/2025 a las 17:09

    bien


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