Todos los profesores universitarios deberíamos ser profesores asociados
La figura de los profesores universitarios
Comienzo esta entrada definiendo qué es un profesor universitario. Lo haré con una definición por exclusión, es decir, definiendo al profesor universitario en contraposición con otros tipos de profesores -de secundaria, primaria, infantil, FP, etc.-
El profesor universitario es aquel que desarrolla sus labores de docencia e investigación en la educación superior, esto es, en la universidad. La principal diferencia de su rol con el de otros profesores es la parte de la investigación, que influye directamente en la parte de la docencia: un profesor universitario es especialista en un tema en concreto, aquel sobre el que investiga. Es este tema el que le diferencia de otros profesores de su misma área.
¿Qué pasa con las asignaturas que no están directamente relacionadas con su investigación?
Debido a ello, en su labor docente, solo aportará un valor añadido en aquella/s asignatura/s que aborden y le permitan desplegar su tema de investigación en particular. Esto quiere decir que, en el resto de asignaturas que completan su carga docente, el profesor tiene un desempeño muy similar al de cualquier otro profesor de su área que, como él, imparte dichas asignaturas para completar su carga docente. Esta última casuística se asemeja fidedignamente a la que desempeñan los profesores de secundaria, primaria, infantil o FP. Todos ellos imparten una amplia gama de asignaturas sin que ninguna de ellas tenga primacía sobre las otras. Tal y como indicábamos más arriba, la diferencia entre el profesor universitario y el resto de profesorado es la especialización del primero en un tema en particular que luego imparte de manera simpar.
¿Cuál es el valor añadido de un profesor universitario que no imparte la/s materia/s en las que está especializado? ¿Cuál es el valor añadido, el rasgo diferencial, de un profesor universitario que imparte asignaturas cuyos temas no ha investigado y, por tanto, solo puede abordar de una manera un tanto general o superficial? Y lo que es más importante: ¿qué diferencia hay, a ojos de un estudiante, entre una clase de este último -el profesor que imparte una asignatura que no ha investigado- y una clase impartida por una IA o directamente la lectura de un manual?
La figura del profesor asociado
Abordo ahora la definición de “profesor asociado” tomando una descripción de Neila Campos, redactora en este mismo blog: “[Los profesores asociados] tienen contratos temporales y a tiempo parcial, cuyo salario corresponde exclusivamente a sus horas de clase y tutoría. La idea inicial era llevar a la universidad a profesionales de los distintos campos”. Esto último conforma la arista determinante del profesor asociado, y lo que muestra su valor añadido en las asignaturas que imparte.
Según la Ley Orgánica 2/2023, de 22 de marzo, del Sistema Universitario, el profesor asociado posee -o debería poseer, si la figura mantuviera su esencia y no se hubiese convertido en una trampa de precarización del profesorado- las siguientes características:
- Las universidades podrán contratar bajo esta modalidad a especialistas y profesionales de reconocida competencia que acrediten ejercer su actividad principal fuera del ámbito académico universitario cuando existan necesidades docentes específicas relacionadas con su ámbito profesional.
- La finalidad del contrato será desarrollar tareas docentes a través de las que aporten sus conocimientos y experiencia profesionales a la universidad, en aquellas materias en las que esta experiencia resulte relevante.
Puntos clave sobre el profesor asociado v/s profesores universitarios
Primero, la palabra “especialistas”. Los profesores asociados imparten docencia en aquellas materias en las que son auténticos especialistas, y no en todas las de su área. En estas asignaturas, aportan “sus conocimientos y experiencia profesionales a la universidad, en aquellas materias en las que esta experiencia resulte relevante”. Hasta aquí todos podríamos estar más o menos de acuerdo con lo que sería el ideal de un profesor universitario: aquel que investiga sobre su tema de especialización y da clase de ello. Vayamos a la parte que puede resultar más problemática.
El otro aspecto crucial de la definición del profesor asociado es que “ejerce su actividad principal fuera el ámbito académico universitario”.
El profesor universitario debería ser aquel que transmite en sus clases el contenido que ha desarrollado previamente en su investigación, la cual, en cierta medida, conforma su profesión, y se concreta de diferentes formas dependiendo de su disciplina.
Algunos ejemplos
Un doctor en Literatura Comparada tiene como profesión realizar análisis de textos desde una perspectiva interdisciplinaria y transnacional. Su trabajo es examinar cómo interactúan distintos textos, géneros y corrientes entre diferentes culturas o épocas. Imaginemos que está especializado en comparar y relacionar textos de Shakespeare y Cervantes, por aludir a un tópico. Esta labor la ejerce fuera de sus clases, y se erige como su función principal como especialista en la materia. Debido a ello o gracias a ello, podrá impartir diligentemente clases de dichos autores y no de Sófocles o Hemingway, de los cuales solo podrá hablar de una manera un tanto superficial y sin influencia.
Lo mismo ocurre con un doctor en Geografía Urbana que, al estudiar el crecimiento, la planificación y la sostenibilidad de una región en concreto -por ejemplo, Villalón de Campos-, está especializado y preparado para impartir esto y no un acercamiento a la cartografía de Berlín. O en un doctor en Ciberperiodismo y Nuevas Narrativas que, al estudiar el periodismo de datos en X desde que Musk compró la empresa, se ciñe al análisis de las tendencias, discursos y/o estrategias que se dan en esta plataforma desde dicho periodo en concreto, y no en otras redes sociales, de las cuales no tiene la potestad suficiente para abordar en sus clases.
Nótese que he aludido exclusivamente a ejemplos de áreas de Humanidades. Estos ejemplos han sido intencionados. Los profesores de otras áreas tienen una contrapartida profesional que está debidamente aceptada y legitimada en sociedad por ser más “práctica”, y que no es necesario poner ejemplos concretos de cuál sería su profesión fuera de las aulas.
Conclusión
Un profesor universitario, en un mundo ideal, es aquel que se dedica a estudiar y profundizar en un tema muy concreto que luego convierte en conocimiento para transmitir a sus estudiantes. Y que cuando no hace esto, prescinde de su valor añadido.
Los profesores universitarios tienen un papel crucial a la hora de generar conocimiento y transmitirlo a la sociedad. Para que su labor no se reduzca a la segunda parte, en la cual se convertirían en seres suplantables -tanto por la Inteligencia Artificial como por los manuales-, los profesores universitarios deben ver transformada su figura en ese ideal del que nació el profesor asociado: ser profesionales especializados en su tema, el cual primero trabajan y después transforman en un conocimiento transferible a la sociedad a través de la docencia y la divulgación.
Muy buena reflexión en este artículo (y gracias por la referencia al mío).
Solamente añadiría que el profesor universitario se supone que es una persona especializada en un tema y que enseña ese tema, pero esa especialización podría provenir no solo de la experiencia profesional sino también de la investigación. Si un docente universitario se ha especializado en un tema por trabajar/investigar en él, estaría muy bien que enseñara asignaturas acordes con ese tema.
El problema es que muchas asignaturas de las carreras, especialmente de los primeros cursos, no tienen mucho que ver con los temas de investigación (ni laborales) actuales. Pero también los fundamentos teóricos son necesarios, claro.
También está la rigidez de los programas y de las guías docentes, que están pensadas para que todo esté claro (y eso es deseable), evitar arbitrariedades en la evaluación, etc. Pero muchas veces no permiten que el profesor/a hable de lo que realmente sabe, porque tiene otro programa por cumplir.
En el caso de los profesores asociados, es paradójico que se les contrate por su experiencia, e incluso (no siempre ocurre) que se les ponga a dar asignaturas relacionadas con esa experiencia, pero luego hay que hacer los problemas 15 y 16 para acabar el tema 3 y no da tiempo a que ese docente cuente nada de su experiencia.
Creo que los estudiantes se beneficiarían más de ponentes externos que vinieran ocasionalmente, es decir, estudias por ejemplo derecho, y un día viene un juez y te habla de su experiencia, y otro día un abogado del Estado (pero no te dan los ejercicios 1 y 2 del tema 5).
La realidad es otra cosa. El reparto de créditos (todos quieren sacarse de encima la carga docente, que es un inconveniente para la mayoría), tiene lugar a base asignar por antigüedad (poder en el Departamento) los «mejores», los de menor carga. En este contexto, los investigadores, los que justifican la «excelencia» de una universidad, son los que menos docencia imparten. No nos engañemos con lo que tenemos.
Interesante entrada por realzar la necesaria especialización en una materia de los docentes universitarios, pero discrepo que esa especialización tenga que venir siempre de la investigación o del mundo profesional. Algunas asignaturas optativas podrían estar orientadas de esa forma pero no las de formación básica ni las obligatorias. La generación del conocimiento que trae la investigación no está digerida aún para la enseñanza. Y la transferencia de conocimiento puede ser demasiado finalista como para encajar en una enseñanza generalista. El profesorado universitario actual debe especializarse en las materias que imparte, alejándose del modelo IA y tutoriales, centrándose en la resolución divergente/disruptivo y la experimentalidad.
Me parece que la autora yerra en su concepto de profesor. Este concepto no se origina como designación de alguien que enseña (un docente), sino alguien que «profesa.» Es decir, que se une a una comunidad de estudiosos de las ciencias y saberes (algo que se ha venido a identificar con un colectivo de investigadores desde tiempos de Humboldt).
La tarea docente no constituye la esencia de la academia, sino la investigación. Pero esto no daña a la transmisión del saber, sino al contrario. En casi todas las disciplimas, o bien eres investigador, o simplemente no sabes mucho. Y en este caso si tratas de impartir docencia, lo que enseñes será elemental y probablemente obsoleto. Por eso, los docentes en la universidad que no sean realmente profesores (sino es asociados) solo deben impartir cursos introductorios o relativamente sencillos. Y debería haber un número limitado de ellos. La diferencia de conocimientos entre quienes reciben formacion en universidades centradas en la investigación y las que no (y que declaran centrarse en la docencia) es simplemente abismal. Quienes no han estado en los dos tipos de universidad, no son ni conscientes de ello. Ni de lo poco que aprenden los alumnos con pocos profesores-investigadores. Paradójicamente, varias universidades privadas «for profit» recientemente creadas en España por diversos fondos de inversion esta omitiendo esta condición, es decir, por sus docentes en general no «profesan» en una comunidsd df investigadores, sólo se han «asociado» a la misma.
En lo que acierta complemente la autora es en señalar que al profesor investigador se le debe tratar correctamente, sin precarizaciones ni falsos contratos de asociado. Por mal financiadas que estén las universidades, se trata de un fraude de ley y una forma muy poco ética de tratar a un compañero de la comunidad investigadora