Transformar las universidades: el aprendizaje-servicio como paradigma
Un trabajo tenaz para un presente esperanzador
Algo se está moviendo en las universidades. Poco a poco, observamos nuevas líneas de trabajo en lo que podríamos englobar dentro del concepto de responsabilidad social de la institución universitaria. Hablamos, en este sentido, de iniciativas como el aprendizaje-servicio (ApS), la ciencia ciudadana, la aplicación de la Agenda 2030 y los Objetivos de Desarrollo Sostenible, la innovación social, la sostenibilidad, la investigación e innovación responsables, el voluntariado.
Sin duda, aunque sea tímidamente, cobra relevancia la visión de una universidad comprometida socialmente, como faro de la sociedad del futuro.
Buena muestra de ello es el avance, en los últimos años, del aprendizaje-servicio (ApS) en las universidades españolas. Hace tan solo unos días, se ha celebrado en Barcelona el IX Congreso Español y V Internacional de Aprendizaje-Servicio Universitario. Han asistido 285 personas y se han presentado 185 comunicaciones, con la temática central del impacto del ApS en la formación y la sociedad. Unas cifras que demuestran la actividad y el interés crecientes de grupos de profesores, investigadores y entidades por esta metodología.
El ApS, una innovación responsable
Detrás de todo ello se encuentra el trabajo tenaz de departamentos, grupos de profesores y entidades que desarrollan su actividad con gran responsabilidad para extender, poco a poco, el ApS.
Muchas universidades ya disponen de oficinas y planes de ApS, otras empiezan a plantearse unas primeras medidas o pruebas piloto.
En Cataluña, por ejemplo, se creó hace unos años la red universitaria de aprendizaje-servicio (ApSUCat) que impulsa actividades, analiza y comparte resultados y publica periódicamente guías. Otras comunidades y universidades trabajan en la misma dirección.
En los últimos años, se han publicado también libros y monografías de gran interés, y se han instaurado galardones como el Premio Laura Rubio, en homenaje a la profesora de la Universitat de Barcelona que tanto hizo por el ApS y que nos dejó demasiado pronto. De hecho, buena muestra de todo ello es el interés político que han suscitado los congresos de estos días en Barcelona, con la asistencia del ministro de Universidades, Joan Subirats, y la presencia activa de la práctica totalidad de rectores de las universidades catalanas.
Extender el aprendizaje-servicio requiere repensar la función social de la universidad
Como sabemos, el ApS es una herramienta o metodología educativa que integra el servicio a la comunidad y el aprendizaje académico en un solo proyecto, que permite al estudiante formarse trabajando en el apoyo y ayuda a necesidades reales del entorno ,con el objetivo de mejorarlo (Guia 0, Fer aprenentatge servei a la universitat, ApSUCat-ACUP, 2019).
Pero más allá de una metodología, el Aprendizaje-Servicio constituye, de hecho, un paradigma acerca de cómo entendemos la formación y de qué rol social deben jugar las universidades, los profesores-investigadores y los propios estudiantes.
Para Josep M. Puig Rovira, catedrático de Teoría de la Educación en la Universitat de Barcelona y uno de los grandes expertos en la materia, el ApS es un auténtico modelo que trabaja bajo el paradigma de lo común, bajo la idea de que la acción social es el motor de la vida. Para Puig Rovira, la educación no debe solamente preparar para la vida, sino que debe preparar para el cambio, para transformar la vida. Se trata, en definitiva, según él, de un aprendizaje auténtico y comprometido, que parte de una concepción holística, donde la formación y el saber se muestran totalmente distribuidos: en el profesorado por supuesto, pero también entre los estudiantes, en las entidades, las instituciones y las empresas. En la propia red.
El ApS cambia el paradigma educativo: se basa en un aprendizaje auténtico y comprometido con la transformación social. Sin que ello menoscabe en absoluto la calidad ni la excelencia.
Un cambio de paradigma educativo
El ApS entiende la educación como aquello colectivo que nos incumbe a todos y que se adquiere en cualquier lugar, momento o formato. Que surge de lo local (ecosistemas educativos locales) a lo general. Que pretende convertir la crítica en compromiso.
Como sabemos por las evidencias empíricas, todo aquello que aprendemos por la vía de una práctica real tiene un mayor impacto en nuestro cúmulo de conocimientos, valores, habilidades y prácticas. Asimismo, reconocemos también la importancia de las habilidades sociales y emocionales y de las competencias metacognitivas.
En un mundo complejo y dinámico en el que vivimos, en una sociedad global cada día más regida por la Inteligencia Artificial, la formación en valores, en habilidades sociales y en competencias se nos revela como un aspecto clave para cada uno de nosotros y para el conjunto de la sociedad.
Transformar las universidades
Por todo ello, pienso que el ApS y otras metodologías/paradigmas no se podrán extender ampliamente en nuestras universidades sin que previamente las instituciones se transformen y se orienten hacia un compromiso social inequívoco. Un compromiso que constituya su misión central. Que, al mismo tiempo, sitúe el estudiante en el centro.
Ya no se trata de una ‘tercera misión’ como nos hemos acostumbrado a definir. Se trata de una sola misión: el compromiso con el avance de la sociedad y del saber, que se traduce en formación, investigación e innovación. Si no es así, tanto el ApS como otras metodologías seguirán siendo meritorias, pero institucionalmente testimoniales, en los márgenes del sistema universitario general.
Por un nuevo contrato social
Jonathan Grant lo ha analizado en profundidad en su reciente libro ‘The New Power University. The social purpose of higher education in the 21st century’. Para él, las instituciones universitarias deben generar un nuevo contrato social, con un compromiso radical e inequívoco con su comunidad, con los problemas de la ciudadanía que al mismo tiempo son realidades/problemáticas globales. Universidades que sitúen a los estudiantes y la formación a lo largo de la vida en el centro y que se comprometan en el avance de lo común y de la democracia. Sin perder ni un ápice de calidad ni de excelencia.
Será bajo este paradigma donde metodologías como el ApS cobrarán su pleno sentido y se harán mucho más relevantes.
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Último Cuaderno de Trabajo de Studia XXI: Transformación digital de las universidades. Hacia un futuro postpandemia
Las instituciones, empresas y comunidades deben abrirse a la oportunidad de interactuar con los centros de educación superior (profesores – investigadores – estudiantes) de modo que mediante ejercicios prácticos se comparta conocimientos y buenas prácticas generativas en beneficio de todos. El objetivo y alcance del aprendizaje – servicio (Aps) debe ser entendido por las comunidades para despertar el interés en participar.
Entiendo que el aprendizaje-servicio es la visión plena de la transferencia, es bidireccional. Me explico la universidad en su conjunto, y admitiendo que es un compromiso y un logro institucional y no una aventura personal de algunos de sus docentes, debe apostar por su desarrollo. Por su parte la sociedad, también de forma plena, debe encontrar en el trabajo universitario un punto de apoyo para analizar y valorar, desde una perspectiva técnica y sin condicionamientos de cualquier indole, los problemas a los que se enfrenta brindado la oportunidad a los estudiantes, debidamente tutorizados, de experimentar con la realidad económica y social que les rodea. Igual el alcance del ApS podría verse reflejado reorientando de una manera práctica, sensata y de valor los TFG que conforman el curriculum de nuestros estudiantes.
Felicidades por la entrada, Josep M. Como siempre a la vanguardia
Todo lo expresado en el material publicado constituye una extraordinaria oportunidad para lo que implica la necesidad de las Instituciones Universitarias de su Reinstitucionalización, razón más que suficiente para estar de acuerdo con todo lo planteado en el material publicado.
Como experto en el Área de la Planificación Presupuestaria de la Universidades en el Sistema de Educación Superior Venezolano, creo necesario agregar que todo ello amerita un cambio de mentalidad de tales Instituciones en el ámbito económico-financiero que actualmente se conforma con actuar como meros administradores de los recursos provistos por el Gobierno. Estoy convencido de que el alcance del ApS y su eventual adopción como Metodología o Meta Deseable debe explorar la posibilidad de poner en práctica la opción de establecer convenios con Entes Externos a las Instituciones Universitarias (empresas, organismos públicos privados internos y externos, etc.), con lo cual se pueda gradualmente ir disminuyendo de manera ostensible la sempiterna e inconveniente práctica de depender exageradamente de los recursos provenientes de las Instancias Gubernamentales respectivas. Por lo demás, estoy de acuerdo con vuestro planteamiento, por lo cual, obviamente, los felicito por la entrada a su autor o autores.
Atentamente
Economista David Ramón Padrón Rivas
Profesor Titular Jubilado Activo de la Universidad de los Andes.
Mérida, Venezuela.