Universidad y salud mental
El acceso a la universidad y las vivencias propias que le acompañan han constituido, para las generaciones anteriores, la puerta de entrada a un mundo nuevo y a una de aquellas etapas vitales más gratificantes. Sin embargo, en pleno siglo XXI y, en particular, tras los efectos de la COVID 19, las actuales generaciones de estudiantes universitarios viven su acceso a la educación superior, en no pocos casos, como una amenaza y, fruto de la alteración de ciertos marcadores como el cortisol, como un elemento generador de estrés en sus vidas.
En un contexto en que el debate acerca de la salud mental ha dejado de ser un tema tabú en nuestra sociedad, la Universidad, en cuanto comprometida con la promoción de la salud, debe prestar una especial atención a la prevención, atención y acompañamiento de una población universitaria necesitada de una mejora de su bienestar emocional.
El diagnóstico de la salud mental del estudiantado universitario
Fruto de diferentes análisis cualitativos y cuantitativos desarrollados, en 2022, bajo el trabajo colaborativo de los Ministerios de Universidad y Sanidad (estudio sobre la salud mental en el estudiantado de las universidades españolas), se acabó por concluir que más del 50% del alumnado ha percibido la necesidad de recibir apoyo psicológico por problemas de salud mental, así como ha consultado sobre dichos problemas con profesionales sanitarios; que uno de cada dos estudiantes universitarios (de los que contestaron las encuestas realizadas a nivel nacional) presentaba o había presentado síntomas depresivos, ansiedad, insomnio, o padecido cuadros de dependencia; y que una cifra, nada desdeñable del estudiantado, con mayor o menor intensidad, había tenido pensamientos o tendencias suicidas.
Propuestas de mejora planteadas por el propio alumnado
Ante el panorama descrito, parece lógico plantear la identificación de políticas universitarias llamadas a beneficiar el bienestar emocional del alumnado universitario. Políticas que tienen que ver, en general, con el fomento de espacios de encuentro entre el estudiantado y el profesorado, o la mejora de la difusión de los servicios específicos de apoyo a la salud mental.
Entre las diferentes propuestas que han sido planteadas por el propio alumnado al hilo del estudio de 2022, cabe referir las siguientes: agilización de los trámites de becas y plazos de resolución (reducción de la ansiedad), fomento de los espacios de encuentro para el alumnado (sentirse escuchados y comprendidos), garantizar las necesidades especiales de las personas con discapacidad (atención personalizada a las situaciones de vulnerabilidad), fomentar la cercanía y confianza con el profesorado (contar con apoyo cercano en la detección), establecer protocolos efectivos de prevención contra la discriminación y acoso (lucha contra la doble victimización), prestar atención a las necesidades derivadas del cambio de nombre de las personas trans e intersexuales (no discriminación), y promover foros de encuentro y debate que permitan visibilizar una realidad que, guste o no, existe en nuestras aulas universitarias.
El tratamiento de la salud mental en la LOSU
La Ley Orgánica del Sistema Universitario (LOSU), susceptible de recibir más que merecidas críticas en no pocos de sus pasajes, es lo cierto que supone, por fortuna, un más que notable paso adelante por lo que se refiere a la atención referida al cuidado de la salud mental universitaria.
De hecho, su art. 43, relativo a las unidades básicas, nos dice, en su apartado primero, que las universidades contarán con servicios de salud y acompañamiento psicológico y pedagógico y servicios de orientación profesional, dotados con recursos humanos y económicos suficientes; y, en su apartado quinto, que las universidades, en colaboración con las comunidades autónomas en las que se encuentren ubicadas, ofrecerán servicios gratuitos dirigidos a la orientación psicopedagógica, de prevención y de fomento del bienestar emocional de su comunidad universitaria y, en especial, del estudiantado, así como con servicios de orientación profesional.
Hoy en día, el 76,68% de las universidades españolas ya ofrece recursos de apoyo a la salud mental a todos los colectivos de la comunidad universitaria (en el caso de las universidades públicas el porcentaje supera el 80%). Podría decirse, por tanto, que estamos en ello, pero que todavía queda mucho camino por recorrer.
Conclusión
Concebida la salud mental como un derecho humano fundamental que corresponde a todas las personas, con independencia de su edad o condición social, resulta esencial gozar de una atención y protección adecuadas en todos los ámbitos de la vida (también en el universitario). De ahí la importancia del asesoramiento, la prevención, la detección precoz, la orientación psicopedagógica y el cuidado de la salud mental y emocional del alumnado universitario.
Bien está que la LOSU contemple esta realidad de forma explícita, pues reconocer y visibilizar una realidad es el primer paso para conseguir una mejora sustancial de la salud mental. Ahora bien, más allá de las buenas palabras, convendría que los diferentes gobiernos invirtiesen en salud mental y bienestar emocional (lo cual no debiera contemplarse como un gasto, sino más bien como una inversión llamada, en el medio plazo, a tener un impacto positivo en las cuentas de la sanidad pública), así como que las universidades, como ya vienen haciendo en su mayoría, se comprometan, con políticas activas e imaginativas, con el bienestar emocional de su personal y estudiantado.