Una invitación a construir el bienestar universitario
A nivel global, hoy se conmemora el Día de la Salud Mental. Este hito tiene como propósito generar conciencia en la población mundial sobre los problemas de salud mental, razón por la cual las comunidades se movilizan para promover el bienestar de sus miembros, desarrollar estrategias preventivas frente a las afecciones de salud mental y erradicar los estigmas asociados.
Esta temática no es ajena a los establecimientos de educación superior. Es un problema de salud pública ampliamente abordado por las comunidades universitarias, puesto que representa una amenaza latente al desarrollo personal, académico, como también laboral de las generaciones futuras.
Diagnóstico de la salud mental del estudiantado español
Si bien es sabido que la función de la universidad, al servicio de la sociedad, es la creación, desarrollo, transmisión y crítica del conocimiento, así como también la preparación para el ejercicio de actividades profesionales, no se debe ignorar que además le compete la formación integral del estudiantado, en un ambiente de bienestar.
En esta línea, y acuñando las palabras de Asunción López, la universidad se concibe como un lugar de encuentro, en el cual se gestan y comparten saberes y prácticas que favorecen una vida sostenible en todas sus dimensiones.
A raíz de esto, en el año 2022, el Ministerio de Universidades junto con el Ministerio de Sanidad, a través de la Dirección General de Salud Pública, pusieron en marcha un proceso consultivo para obtener una radiografía fidedigna de la salud mental del estudiantado universitario de España.
El estudio estatal “La salud mental en el estudiantado de las universidades españolas”, realizado a más de 59.000 alumnos, reveló que más del 50% percibe la necesidad de apoyo psicológico y que la prevalencia de ansiedad moderada o grave es de aproximadamente uno de cada dos estudiantes. Un diagnóstico que no deja a nadie indiferente.
Esta clase de nudo crítico ha empujado a las universidades a adoptar políticas y elaborar programas que promuevan una educación cuyo centro esté en el bienestar, bajo el entendimiento de que, en estas condiciones, las personas alcanzan su mejor funcionamiento emocional, psicológico y social.
Para indagar en cómo propiciar espacios que impulsen el desarrollo integral del estudiantado, que consecuentemente tengan un impacto positivo en los procesos de aprendizaje, primero se debe llegar a un consenso sobre qué se entiende por bienestar.
La construcción del bienestar
Según la neuropsiquiatra chilena Amanda Céspedes, el bienestar es un estado de armonía que se produce del equilibrio entre las demandas que nos llegan del mundo exterior y los recursos emocionales que tenemos para enfrentarlas. Guarda relación con la reducción del estrés y las conductas de riesgo, además de tener un efecto positivo y protector sobre los vínculos afectivos y las relaciones entre pares.
En base a PERMA, el modelo conceptual más ampliamente empleado para definir el bienestar, este se compone de cinco elementos, estrechamente relacionados y que influyen unos en otros, a saber: (1) emociones positivas, (2) compromiso, (3) relaciones personales, (4) significado y propósito y (5) éxito o consecución. Según su creador, Martin Seligman, se deben cultivar estos cinco aspectos para el desarrollo personal.
Vínculos personales
Si bien la pandemia por COVID-19 puso en pausa cualquier interacción social, la emergencia sanitaria enseñó a la población lo crucial que es contar con una red de apoyo sólida para hacer frente, de forma sana, a los estresores del día a día.
Lo presente guarda relación con la vasta evidencia existente que señala que los vínculos personales son un elemento indispensable para una vida plena y significativa. Es así cómo la universidad no debe ser sólo un lugar de tránsito o para hacer networking, sino que debe fomentar espacios de encuentro.
Nuevamente, en palabras de Asunción López, es imperante generar lugares de encuentro para reabrir el sentido de la universidad.
Como institución, debe rechazar aquellas prácticas que jerarquizan, separan o dificultan la cercanía en las relaciones, puesto que, el conocimiento, que es común, se gesta en el encuentro.
Creación de espacios para fomentar el encuentro entre profesor y alumno
Para la profundización de esta dimensión de lo humano, existen una serie de recomendaciones disponibles, tales como el fomento de espacios de encuentro entre el estudiantado y sus docentes, pero en espacios más reducidos que favorezcan la cercanía y promuevan la confianza. Esto eliminaría las barreras señaladas, consecuentemente incrementando los niveles de satisfacción de los universitarios.
A la vez, es deseable contar con espacios que faciliten la participación y el compañerismo entre los alumnos, lo cual contribuye a sembrar el sentido de pertenencia, un potente inhibidor de los sentimientos de soledad, que además fortalece la capacidad de resiliencia de las personas.
Una invitación
Al final del día, es meramente una decisión institucional el tomar acción frente a la evidencia existente. Empero, existe bibliografía de sobra que señala que las universidades deben reorientar sus esfuerzos a desarrollar medidas comunitarias y estructurales que proporcionen ambientes que también tengan en cuenta el estado anímico de los estudiantes, no sólo su estado intelectual.
Queda así de manifiesto que, en condiciones de bienestar emocional, que sean resguardadas por la institución, el estudiantado cuenta con las herramientas necesarias para enfrentar sus desafíos con resiliencia, tener mayor concentración en el aula y superar con gran capacidad los obstáculos de la adultez.
En este sentido, la promoción del desarrollo integral del estudiantado, que guarda relación directa y proporcional con su éxito académico, también pasa por proporcionar entornos acogedores que promuevan su salud mental y les entreguen los recursos y apoyos adecuados para su bienestar.