Profesores eméritos: «go back» sobre una asignatura pendiente
En este post me gustaría considerar el nombramiento y las funciones del profesorado emérito. Ya hemos abordado el tema en este blog, en concreto, lo hizo José Luis Verdegay el 13 de octubre de 2020, en su entrada titulada “Sobre el nombramiento y la misión del profesorado emérito”.
Entonces señalaba mi colega que «manteniendo, renovando y coordinando la actividad del profesorado emérito, no se pone plomo en las alas de las universidades, ni tampoco se perjudica la necesaria creación de empleo, porque las tareas a desarrollar no deberían tener retribución económica ni contar como docencia reglada».
Las profesoras y profesores eméritos son profesores jubilados que han desarrollado su actividad académica y profesional con ejemplaridad. Mantener su vinculación con las universidades se justifica, no solo por todo lo que de ellos se puede aprender para seguir avanzando en el conocimiento, sino por su inestimable colaboración para que el necesario relevo generacional se produzca con garantías y sin ningún tipo de merma en la calidad docente, investigadora y de gestión.
Nombramiento y tareas del «emérito»
Voy a referirme a continuación a dos aspectos que me parecen relevantes para comenzar el debate. El primero de ellos, se refiere al propio nombramiento de profesor emérito; el segundo, está vinculado a las actividades que debería desarrollar una vez alcanzada la situación de «emeritaje».
Empecemos por el primero, el nombramiento del profesorado emérito. La normativa universitaria española respeta la autonomía de las universidades para regular todo lo relativo a los procedimientos, pasos y requisitos que deben seguirse. Ello provoca que haya diferencias importantes entre las distintas universidades en cuanto a la forma en la que se produce el nombramiento como profesor/a emérito/a. No obstante, todas las universidades establecen procedimientos de evaluación (internos o externos) que sirven para apoyar la decisión final.
Mecanismos de selección del «emérito»
Me gustaría alertar de algo que, a mi juicio, es un auténtico sinsentido. La posibilidad potencial de ser un profesor emérito parte de tener un curriculum relevante. Por ello considero que, en cierto modo, es “humillante” someter a este profesorado a un proceso de evaluación que no esté únicamente vinculado a su curriculum. Me parece inapropiado someter la decisión a una votación en la que influyan otros aspectos ajenos al mismo.
Y, señores y señoras, en las universidades, como en todas las organizaciones, en ocasiones, estos “otros aspectos” se sitúan en un lugar impropio del tema que nos ocupa.
Por avanzar en la posibilidad de aportar una solución, diría que las universidades podrían evaluar interna o externamente los curricula de los profesores potenciales y, en función de ella, realizar los nombramientos atendiendo a sus méritos académicos, según el número de plazas que cada universidad desee tener. Evidentemente, esta valoración de los curricula no puede ser lineal, sino que debe atender a las peculiaridades de las distintas áreas de conocimiento.
Sobre las actividades a desarrollar
Por lo que se refiere al segundo aspecto que me gustaría comentar, es decir, las actividades a desarrollar, me parece un tema extremadamente relevante. Tras mantener conversaciones con algunos profesores eméritos de varias universidades, he sacado la conclusión de que muchos sienten que su contribución es bastante escasa. Puesto que estamos hablando de profesores en plenas capacidades, sugiero algunas funciones que serían interesantes; todas ellas, por descontado, enmarcadas en procesos de discusión abiertos y constructivos.
La primera sería su contribución en la labor de tutorización de nuevos profesores que les sitúe y les ayude a pensar en las distintas formas en las que se contribuye al avance del conocimiento y a desarrollar actividades de transferencia. No debemos olvidar, que en la cultura docente la transferencia de experiencia es considerada un valor añadido a la reflexión pedagógica que toda dedicación docente comporta.
Los procesos de aprendizaje vicario, con el suficiente aparato crítico que permita la transferencia a otros contextos o situaciones, adquieren una importancia inestimable a la hora de ayudar al joven profesorado a la reflexión sobre su propia práctica.
La segunda tiene que ver con el debate sobre las implicaciones que tiene la docencia universitaria, considerando los cambios que la sociedad está experimentando y sus efectos en el desarrollo profesional de los estudiantes. Estos cambios están ciertamente muy vinculados a la tecnología, pero no me refiero solamente a ellos. Pienso, más bien, en cómo aprender de su experiencia acerca de la forma en la que los empleos van cambiando en la sociedad.
Estos profesores, con cerca de 50 años de experiencia universitaria, han vivido alteraciones importantes en el mercado laboral y, sin duda, poseen experiencias extrapolables y enriquecedoras para nuestros estudiantes.
La tercera se concreta en ayudar a los profesores jóvenes a tejer y mantener redes internacionales. Cada vez es más urgente situarse pronto en el ámbito internacional para poder desarrollar el rol que los profesores tenemos. Por ello, el profesorado emérito puede y debe hacer avanzar a los jóvenes profesores de forma más rápida y eficiente.
Una sugerencia para 2023
Por último, y no por ello menos importante, querría aprovechar este inicio de año para referirme a un tema de gran relevancia: la contribución que debe realizarse para obtener un mundo mejor. Esto supone realizar una labor de concienciación entre los profesores de que podemos trabajar por una sociedad más igualitaria y con mayor compromiso medioambiental y social.
En los momentos actuales es imprescindible mantener viva la conversación sobre la forma en la que las universidades pueden contribuir a la Agenda 2030 y a los Objetivos de Desarrollo Sostenible.
El hecho de que la mayoría de las universidades estén desarrollando estos temas es una excelente noticia. En este campo podrían contar con la experiencia de los profesores eméritos que tiene muy claras las funciones de las universidades. Me parece especialmente interesante su contribución al ODS 17, “Alianzas para lograr los objetivos”, ya que este objetivo enmarca una amplia política universitaria.
En resumen, y sin entrar en valoraciones personales sobre la condición de «emérito», con este post he querido poner sobre la mesa un tema que me parece muy relevante en los momentos actuales. Sabemos que en los próximos 10 años, gran parte de los profesores universitarios alcanzaran la edad de jubilación. ¿Debemos simplemente dejar pasar el tiempo? o ¿debemos pensar en la forma en la que las universidades no pierdan su contribución social?
Os animamos a seguirnos en redes sociales (twitter, Facebook, LinkedIn) y a ayudarnos a difundir la lectura de este blog entre vuestra comunidad de seguidores. Cada vez somos más los que participamos de esta reflexión constructiva sobre la universidad en España.
A la espera de la fiabilidad del programa DOCENTIA, la valía en el desempeño docente de un profesor senior sólo se puede evaluar por sus iguales, dentro de su departamento, con informes cualitativos, sin personalismos. Cualquier otra evaluación externa basada en méritos acumulados con los años no sería discriminante. Otra cuestión es la tutela/tutorizacion de profesores “jóvenes”. El bagaje de un profesor de 35-40 años incorporado por la vía competitiva investigadora puede ser incluso superior al del emérito, que habitualmente está desconectado en ciertos aspectos de la vida universitaria o que tiene una visión sesgada de la misma. Confundimos edadismo con elevar el nivel de exigencia de la figura excepcional de un emérito. A veces, más es menos.
Excelente entrada y muy oportuna ,recordar que unos 12500 profesoras/es TU y CU se jubilarán en nuestras universidades públicas en los próximos diez años y que muchos de ellos aportan una buena parte de la producción científica y son responsables de actividades de transferencia que forman parte junto a la docencia académica que vienen impartiendo del desempeño de nuestras universidades .
Recordar también que ,desgraciadamente nuestras universidades públicas han salido dos de ellas del Top500 en el ARWU 2023 y dos del Top1000, algo que de no reaccionar corremos el riesgo de que continúe .
Por ello nos debe preocupar tanto el necesario relevo generacional ( con los mejores procesos de selección y en las mejores condiciones para los jóvenes que se incorporen) como incentivar la captación de talento internacional y nacional de otras instituciones , así como la posible apertura de las opciones para sostener voluntariamente la vinculación de aquel profesorado que mantenga una actividad académica relevante como vienen haciendo de forma muy diversa las mejores instituciones académicas del mundo , y la selección y designación debe hacerse con criterios exclusivamente basados en la actividad desarrollada y resultados , y ese y no otro deben ser los que se tomen en consideración ,en eso coincido plenamente con María Antonia .
Por un lado está la figura del profesor/a emérito/a ( igual que con la incorporación de jóvenes con un buen y objetivo proceso de designación y también con condiciones más atractivas) y por otro la opción a considerar también voluntaria por parte del profesorado y facultativa por parte de las universidades de prórroga de la vida laboral a los 72 años, opción que ya tienen otros colectivos de la función pública como son magistrados/as , jueces/as , notarios/as y registradores/as entre otros , colectivos con los que tradicionalmente a efectos de duración de vida laboral se les venía comparando .
Por supuesto ,todo ello sin menoscabo insistimos de la necesaria incorporación de jóvenes con una oferta mucho más atractiva en cuanto a sus expectativas y carrera laboral .
Pensemos que no podemos permitirnos la pérdida ni de capacidad en la atracción y captación de talento tanto de nueva incorporación como por movilidad y tampoco por pérdida cuando todavía se da y muestran capacidades de contribuir al desempeño de actividades académicas , muchas de las que permiten el sostenimiento y mejora en los ranquines universitarios globales contribuyendo a la reputación de nuestras universidades .