La universidad online que viene: vísteme despacio que tengo prisa

Las universidades hemos tenido que inventarnos de hoy para mañana un nuevo modelo, al que hemos llamado universidad virtual. Normalmente, entendemos por tal un modelo en el que se aplican las Tecnologías de la Información y la Comunicación –TIC- a la docencia, la gestión y en parte a la investigación, pero que más bien es un modelo de funcionamiento online. Lo que ha ocurrido, sin embargo, es que no sabíamos muchas cosas sobre el mismo: particularmente, que el modelo adoptado no es virtual como habitualmente se dice de él.

En la actualidad, hemos superado -o mejor dicho, estamos superando- esta prueba a la que nos enfrentamos. Primero, habilitando sistemas online para la docencia que palían en buena medida la presencialidad. Luego, fomentando el tele-trabajo. Y ahora, intentando superar otro importante obstáculo: la inmediata realización de los exámenes en esa nueva modalidad.

Hemos adquirido mucha experiencia, pero la premura, la novedad, los buenos deseos, nos han hecho cometer algunos errores que no se tendrían que haber producido y que no se deberán volver a repetir. Por tanto, de cara al próximo curso, este puede ser un buen momento -probablemente la última oportunidad que tengamos- para analizar, discutir y decidir el modelo de universidad que queremos para el futuro.

En lo que sigue, sin ánimo exhaustivo y sin que el orden de presentación implique prioridad alguna, se presentan algunos aspectos sobre los que creo que habría que reflexionar con carácter preliminar y de forma urgente, de cara a concretar el nuevo modelo que queremos para nuestras universidades.

Conocer el escenario en el que nos queremos mover

En función de los últimos acontecimientos vividos, parece claro que este es un momento oportuno para movernos a un modelo online. Pero el cambio supone desembarcar en un mundo bastante desconocido por las universidades presenciales, en el que son muy inexpertas. Y claro: migrar a un modelo puramente online, o mayoritariamente online, puede conllevar riesgos graves. Por ejemplo, tener que competir sin garantías de éxito en un escenario en el que hoy por hoy no sabemos desenvolvernos bien y en el que hay otras instituciones con mucha experiencia.

La tecnología no es la (única) solución

No se trata de adquirir nuevas infraestructuras tecnológicas sino de definir como implantar un nuevo modelo de enseñanza-aprendizaje, basado principalmente en las TIC, con el objetivo de ofertar la mejor formación posible  al estudiantado, una gestión administrativa adecuada al momento tecnológico que vivimos y unos recursos que favorezcan el desarrollo de investigación de excelencia.

El hecho crucial es que siendo necesaria la mejor tecnología posible, ésta ha de estar al servicio de la comunidad universitaria y no al revés. No obstante, esta simple inversión del planteamiento tecnológico universitario conlleva ineludiblemente un cambio de modelo que habrá de ser analizado desde múltiples puntos de vista por las consecuencias que puede tener en los diferentes segmentos sociales en los que incide la universidad.

No todo el mundo está preparado para realizar la travesía y desembarcar en óptimas condiciones

La alfabetización digital dirigida a toda la sociedad, tanto dentro del sistema universitario como fuera de él, es una prioridad tan ineludible que, en realidad, es una obligación que concierne a los gobiernos en sus diferentes esferas: local, regional y nacional.

Como es obvio, el acceso a una universidad digitalizada solo puede realizarse desde una sociedad digitalizada. Y a la inversa, una de las más importantes actividades de la Universidad, la denominada Extensión Universitaria, no puede llevarse a cabo si el público objetivo al que se dirige no cuenta con la formación tecnológica suficiente.

El argumento es válido, aunque en realidad es un paso previo, dentro de la propia comunidad universitaria, y en los tres sectores que mayoritariamente la integran: estudiantado,  personal de administración y servicios y  personal docente e investigador. Una cosa es que en las universidades, impulsados por la covid-19, hayamos hecho una adecuación exprés, ciertamente hilvanada con alfileres pero que ha respondido bastante bien al desafío planteado. Y otra, que de cara al futuro nos creamos que todos estamos capacitados, cualificados y dispuestos para desempeñar nuestras tareas en un nuevo modelo de universidad. Por lo que la alfabetización digital interna adquiere la categoría de imperiosa.

La imagen que proyecta la universidad online a la sociedad tiene que rehabilitarse

Las situaciones de estrés, depresión o ansiedad sufridas en las pasadas semanas debido al teletrabajo, a la falta de medios o los exámenes online tienen que quedar ancladas al pasado. De esta forma, el cambio de modelo será bien entendido por la sociedad en su conjunto.

La tecnología ayuda a las personas y el modelo online no puede ir en contra de la inclusividad o la igualdad de oportunidades. Nadie puede quedar fuera por falta de recursos tecnológicos. Y este es un problema que puede ir más allá de la responsabilidad exclusiva de cada universidad, porque es esencial la disponibilidad de conectividad y de infraestructura familiar. De no poder contar con estos aliados, favoreceremos aún más la ya existente brecha digital. Por tanto, para la puesta en marcha de los modelos online en la formación universitaria, son necesarias medidas (seguramente estructurales) de equidad digital.

El modelo online requerirá de una nueva realidad normativa y estructural

Como resultará obvio, el cambio supone una adecuación normativa. El mundo digital requiere marcos regulatorios propios, en los que los ya conocidos de la universidad tradicional no tienen buen encaje. El asunto no se refiere a una mera traducción al mundo online de lo que ya conocemos. En el nuevo marco puede que haya figuras administrativas que queden sin sentido y, por tanto, que haya importantes segmentos de personal, tanto administrativo y de servicios como docente e investigador, cuyo trabajo deje de ser esencial. Al menos, como hoy lo conocemos.

Todo ello, puede conducir a una nueva configuración estructural del sistema. A un nuevo diseño del sistema universitario en el que los roles, los modelos y sobre todo los distintos esquemas de gobernanza tendrán que ser retocados. Pero también habrá que revisar las carreras, sus contenidos, duraciones, prácticas propias y externas, la forma de lograr los objetivos, las competencias, etc.

Y, por supuesto, habrá que pensar cómo acondicionar al nuevo modelo los espacios disponibles en la actualidad. Además de no olvidarnos del tiempo de dedicación necesario para el desempeño de algunas actividades (pensemos por ejemplo en las tutorías).

El modelo online requiere una financiación adecuada, suficiente y mantenida

La transformación online de la que hablamos requiere importantes recursos económicos sostenidos a lo largo de todo el ciclo de vida durante el que se quiera funcionar con el correspondiente modelo. De forma que, si la apuesta es definitiva, ese rubro tendrá que adquirir naturaleza estable y protagonista en los presupuestos anuales.

No vale dotar fondos para la ampliación o adquisición y puesta en marcha de nueva infraestructura y no volver a preocuparse de su mantenimiento y actualización. La tecnología digital cambia tan rápidamente que hace inútiles las políticas de mantenimiento en favor de las de reposición.

Pero además, y no menos importante, la inevitable dependencia tecnológica exigirá contar con suficientes recursos humanos de alto nivel de especialización. Y habrá que ir renovándolos o incrementando de manera continua.

Acciones coordinadas

En el marco en el que suelen desenvolverse las universidades, ninguna de las decisiones que hay que tomar debería hacerse aisladamente. Es patente que un proceso de transformación de lo presencial a lo online ha de hacerse de acuerdo con los gobiernos regionales. Incluso con los nacionales y europeos. Y, todo ello, independientemente de que sea un cambio al 100% o en menor medida.

Por poner un ejemplo más que ilustrativo: los actuales programas de intercambio y movilidad estudiantil tendrán que redefinirse de manera coordinada. Pero también los de cooperación y los derivados de otras múltiples formas de becas.

Alternativamente, o sea si actuamos de forma aislada, podría correrse el riesgo de quedar marginados en la participación de esos programas, con perjuicios indeseables.

Conclusiones sobre un nuevo modelo online de universidad

Cada universidad es un mundo distinto. Cada una tiene una historia que la distingue de las demás. Así mismo, tienen distintos patrimonios materiales, diferentes perfiles docentes y niveles de transferencia y producción científica que condicionan sus imágenes y reputaciones. Dentro de cada una de ellas, cada sector, cada parcela de actividad y cada campus tiene necesidades específicas. Por ello, no se puede hablar de transformación unidireccional al modelo universitario online sin tener en cuenta en cada caso a todos los demás agentes que definen la comunidad universitaria propia y global.

No se trata solo de cambiar el modelo de universidad que tenemos. Sino de hacerlo para mejorar el servicio público que la universidad tiene que ofrecer a la sociedad que la sustenta.

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Comentarios
  1. […] La universidad online que viene: vísteme despacio que tengo prisa […]

  2. […] La cultura universitaria en la sociedad digital. […]

  3. […] establecimiento de sistemas de docencia no presencial o, ya en el curso 2020-21, semipresencial, ha hecho recaer sobre una plantilla precarizada, […]


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