Memorizar y aprobar en el sistema universitario

Un debate abierto

Parece que hay dos grandes enemigos a batir por las nuevas reformas educativas y las pedagogías modernas: la memoria y el aprobado. Tanto en la educación obligatoria como en el sistema universitario, memorizar o aprobar son dos verbos que debieran desaparecer del lenguaje de legislaciones y guías docentes.

Pero la evidencia empírica demuestra, al contrario, que son dos de los pilares del desarrollo dentro y fuera del aula para el moderno I+D+i. Promueven la innovación docente desde la adquisición de conocimientos básicos comprobados, y preparan para la vida laboral desde la adaptación a los contextos reales. Aprender y repetir contenidos permite comprender el acierto y el error en la vida y en el trabajo.

Estas propuestas renovadoras llegan, o ya llegaron hace tiempo, a la Universidad. Se habla, principalmente, de competencias que adquirir, de currículos autoconstruidos, de adaptaciones motivacionales o de formación eminentemente práctica. Se llega a plantear, incluso, hacer tabla rasa ante una formación superior a la que algunos acusan de muchas de las deficiencias del desarrollo nacional, por albergar, aún, formas consideradas “tradicionales”.

La perpetuación y adaptación del sistema

Nuestros profesores y nuestros centros han hecho, y hacen, muchas cosas bien. Las ahora denostadas metodologías basadas, de manera general o parcial, en memorizar contenidos y aprobar exigentemente, aportan profesionales a un país avanzado con altas cotas de Bienestar y numerosos titulados ampliamente valorados por su formación en otros países. Cada año recibimos a cientos de miles de estudiantes extranjeros en los centros españoles atraídos por la docencia patria.

Hay déficits o limitaciones en Universidad española (que a veces la invisibilizan)  más propias de nuestra realidad sociocultural, que de debates epistemológicos, necesarios eso sí, sobre la utilidad de recordar y valorar el conocimiento ahora y siempre.

Es imprescindible cambiar y progresar. Cambiamos profesores y alumnos, es algo obvio. Pero tenemos una base sólida que mejorar y no despreciar. Competir con la influencia del adoctrinamiento mediático audiovisual debe abordarse adaptando las dos formas elementales de ejercer la docencia y la investigación.

Los problemas del sistema universitario español no responden directamente a la preeminencia de memorizar y aprender en la teoría y en la práctica. Las tasas de abandono o de suspensos, el puesto en los rankings mundiales, el nivel de inserción laboral, el impacto de las publicaciones científicas, la temporalidad o inestabilidad del profesorado deben sus causas a razones diferentes y amplias.

Dejar de memorizar o deslegitimar el aprobado no va a hacer automáticamente de nuestra educación una copia mediterránea de los admirados modelos nórdicos. Tampoco de los rivales acaudalados con los monopolios de publicación anglosajones. La Reforma de Bolonia y “sus competencias” no han reducido, como sabemos, las supuestas distancias.

La memoria que nos prepara

Hay que recordar, hay que reproducir y hay que conocer, en mayor o menor grado. No solo de actitudes o comportamientos observables viven el hombre y la mujer, sino también de conocimientos académicos y profesionales que deben saberse sí o sí. Hablamos, como es lógico, de una memorización comprensiva, abierta y flexible, pero que no puede eliminarse o minusvalorarse simplemente.

Sin la teoría de partida y los datos de referencia, la práctica directa puede convertirse en mera acción improvisada, o el error y la falsedad pueden enquistarse ante la urgencia del momento o el poder de la publicidad.

Llegan las “pedagogías emergentes” y los roles cambiantes (del maestro no directivo al alumno autónomo). Se introducen las nuevas tecnologías (NNTT) con la Escuela 2.0 e instalan pizarras digitales y se reparten tabletas para cada alumno. Se habla de “aulas abiertas” y co-partipación ciudadana. Es una nueva era en las clases en donde se refleja el llamado “capitalismo inclusivo”, que moldea dichas pedagogías desde la economía innovadora (más consumista) y la sociedad más diversa (e individualista también). Se introduce el Aprendizaje Basado en Proyectos (ABP) y el Aula Invertida (“flipped classroom”). Se plantea la educación expandida y disruptiva, se utilizan los aprendizajes cooperativos, ubicuos y en red (o el “thinking based learning”). Triunfa la pedagogía flexible o de pares, se experimenta con la Gamificación y el Design Thinking.

Innovaciones docentes del futuro, pero que en determinadas ocasiones evitan hablar o usar ese procedimiento esencial ligado a la memoria, considerado propio de modelos educativos antediluvianos (“aprender de memoria”), y denunciado como mecánico, rutinario y repetitivo. O no vende o no es trending. Memorizar resulta un paradigma totalmente ajeno, hoy en día, a un mundo de tendencias virales, creatividad sin límites, emociones siempre llamativas y deseos siquiera interminables.

La función de la memoria

Como todo instrumento, la memoria en educación se puede utilizar bien o mal. Y usada correcta y complementariamente, demuestra su función esencial a la hora de codificar, almacenar y recuperar la información necesaria para comprender y actuar. Hay que recordar, por ejemplo, por qué y cómo somos libres. Aprender y recordar datos, iniciativas, ideas o experimentos destacados se demuestra básico en cualquier disciplina universitaria y científica (experimental, social, humanística). Es elemental saber conocer y usar la memoria operativa (explícita), la declarativa (episódica, semántica e implícita) y la procedimental (retrospectiva y prospectiva).

Nuestros recuerdos deben acoger, por ello, lo aprendido que nos será rentable como profesionales cualificados y ciudadanos formados. Estas remembranzas aportan el saber irremplazable para en el desempeño laboral, el avance científico y la libertad comunitaria. La experiencia (que siempre hay que evocar) es un grado, nos enseñaron. Lo imprescindible es que estén bien enfocadas, diseñadas y ejecutadas en la metodología docente.

Porque la memoria no solo es necesaria para aprender, sino que también es obligatoria. Nos guste o no. En Google lo podemos encontrar todo (como memoria externa y digital), pero incluso hay que acordarse de lo que tenemos que buscar en internet. Podemos mentir y mentirnos, pero no todo en la vida es diversión ni todo es tan fácil. Hay que hacer lo que hay que hacer, desde la memoria a corto o largo plazo.

Sin sabiduría no hay cualificación, sin información no hay elección, y sin memoria muchas no hay veces recursos a los que acudir.

Lo saben muy bien nuestros alumnos cuando acaban la carrera y comienzan a buscar esas salidas profesionales más allá de la vocación, y lo comprenden cada vez más los ciudadanos cuando recuerdan que es falso lo que decía esa Fake News.

El aprobado que nos valora

Hay que valorar lo aprendido, aprobando o suspendiendo el trabajo y el esfuerzo sobre el contenido a aprender (y recordar útilmente). Es ley de vida, no solo universitaria. Porque docentes (que son evaluados) y alumnos (que deben ser examinados) podemos y debemos mejorar. En el mundo real, el Mercado o el Estado nos pone nota en casi todas nuestras acciones y decisiones. El profesorado tiene que seguir corrigiendo y el alumnado debe seguir aprobando. Ejerciéndose en las aulas la verdadera justicia basada en el mérito y la capacidad, que luego debe trasladarse a una oposición pública, a un currículum vitae y a una entrevista laboral.

Fallar y recuperar, frustrarse y volver a esforzarse es también parte del camino universitario. Pero, en tiempos donde se proclama que no se debería exigir memorizar, parece lógico el cuestionamiento paralelo de si las escuelas y Universidades deberían, también, evaluar con aprobados y suspensos, con exámenes parciales o finales o con test sobre contenidos.

Cambiando la visión

Lo importante no es el resultado (las notas) sino el procedimiento (las competencias). Evidentemente, sabemos que hay que adaptar temarios, diversificar pruebas, asumir los mass media digitales e individualizar atenciones, usando profesionalmente las NNTT y las herramientas que fomenten la motivación. Hay que dejar claro el valor de evaluar cómo formamos y en qué se forman los profesionales del mañana, de manera continua pero exigente. Sobre todo, para rebatir ciertas opiniones vertidas sobre que algunas Universidades pueden tender a rebajar las exigencias valorativas para evitar la fuga de alumnos, el fracaso en asignaturas, el cambio a centros rivales, el desánimo de los jóvenes, o el rechazo a ciertos profesores.

La evaluación se ha convertido en exigencia corporativa inevitable y saludable, tanto en lo público como en lo privado. Esto conlleva el análisis de la calidad, eficacia y eficiencia de los recursos materiales y humanos. Es el signo de los tiempos.

La Universidad tiene, por ello, que seguir concienciando a los que enseñan y a los que aprenden de lo valioso de examinar y examinarnos, de manera adecuada siempre, acordándose de lo que es útil, lo que es verdadero, lo que es científico.

Y sobre todo para un fin esencial: recordar y aprobar las buenas ideas y las mejores prácticas que demuestran que los centros universitarios españoles son un servicio esencial, que ha colaborado, colabora y colaborará al progreso sostenible y responsable de la nación.

 

 

Comentarios
  1. Rafael dice: 16/12/2021 a las 19:20

    Sobre todo la memoria sirve para tener rutina de trabajo, conocimiento, pensamiento analitico y opinion critica. Practicar la memoria es el mejor instrumento pedagogico y asi lo demuestran años de formacion de los mejores profesionales que ha tenido España en toda su historia.

  2. Julian dice: 03/01/2022 a las 13:08

    ¿Podría aportar un review que conozca sobre la evidencia científica de la necesidad y ventajas de memorización, por favor? (No es un comentario troll, sino que me gustaría tener alguna referencia que usted maneje. Gracias por el artículo


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