¿Están obsoletas las clases magistrales en las universidades?

La crisis sanitaria nos ha obligado a cambiar numerosos aspectos de nuestra vida. Algunos de ellos se han expuesto anteriormente en este blog (aquí o aquí). En el ámbito universitario hemos tenido que cambiar a un sistema online o semipresencial sin tener muy claro lo que eso significaba.

La realidad no nos ha dejado muchas más opciones. El  fracaso -evidente, en mi opinión- de estos últimos meses no puede ser achacable a los gestores que han puesto todo el esfuerzo posible tratando de compaginar los intereses en juego y las indicaciones confusas del Ministerio de Universidades.

Causas del fracaso

El principal problema no creo que sea la falta de aptitudes tecnológicas del profesorado. No pretendo afirmar que todo el cuerpo docente esté perfectamente formado en el uso de las tecnologías o que esté, siquiera, cómodo con ellas. Más bien pretendo hacer ver que lo que se nos pedía no debería ser excesivamente complicado para unos profesionales con título de doctor.

Considero que son mucho más problemáticos los dos errores en los que hemos caído -puede que inevitables por las prisas- sobre los que deberíamos reflexionar.

El primero es que los alumnos, por muy nacidos a partir del 2000 que sean, no son nativos digitales. No en el sentido casi místico que se le otorga. Es evidente que los alumnos que se encuentran ahora mismo en las aulas están habituados a ver y a usar dispositivos electrónicos. Sin embargo, diversos estudios académicos concluyen que ese ser mitológico del nativo digital que comprende perfectamente cómo funcionan las tecnologías y que se desenvuelve con soltura sin ningún esfuerzo previo no existe. El acceso temprano a las pantallas por sí solo no ofrece los conocimientos necesarios para ser un adulto responsable y funcional para su uso profesional.

El segundo es que hemos pretendido que el sistema online o, ¡peor!, el semipresencial es exactamente el mismo que siempre, pero cada uno en su casa. Sin embargo, la situación es muy distinta. En este modelo entran en juego diversos factores y es desaconsejable coger las clases tal y como estaban preparadas y limitarnos a reproducirlas a distancia. Aquí se puede leer un artículo interesante sobre este problema.

¿Adaptarse a cualquier precio?

El sistema semipresencial con esta modalidad es casi peor, porque el profesorado debe abordar dos sistemas diferentes y el alumnado debe irse adaptando según la semana o la asignatura. Cuando la semipresencialidad consiste en que un tipo de clase (generalmente las teóricas) son a distancia, pero otros formatos (grupos reducidos, prácticas…) se dejan para las clases presenciales, puede funcionar más o menos.

Sin embargo, cualquiera que haya estado en un aula estos meses y haya vivido —en un lado u otro—, una clase en la que la mitad de los alumnos están presentes y la otra mitad conectados desde casa podrá atestiguar que la situación es, cuanto menos, curiosa. No estamos haciendo blended learning, estamos sobreviviendo.

El esfuerzo que está haciendo el profesorado es muy grande y con estas reflexiones no pretendo menospreciar el gran trabajo de nuestros profesionales. Ahora bien, llegar a la conclusión, como he leído en varias ocasiones, de que estos meses demuestran que deberíamos pasarnos a un sistema de docencia online, porque las diferencias no se están notando, me parece no solo arriesgado sino también erróneo.

Las ventajas del cara a cara

En ese sentido, creo que si algo nos ha enseñado de verdad esta crisis sanitaria es que el modelo tradicional, con la transmisión del conocimiento de manera presencial, es un tesoro que no podemos despreciar.

La capacidad de enseñar mediante un formato presencial no tiene —al menos de momento— competencia frente a las limitaciones del sistema virtual.

En primer lugar, el aula es un espacio creado específicamente para enseñar. Uno de los beneficios que supone es el nivel de concentración que puede alcanzarse en un aula. En una encuesta hecha a mis alumnos a mediados de este cuatrimestre —nada representativa a niveles estadísticos, ya lo sé— les pregunté qué opinaban del formato digital. Prácticamente el 50 % respondió que lo encontraban peor y muchos admitían que les era más difícil prestar atención.

No creo que estos alumnos fueran una rara excepción en el sistema y eso me hizo reflexionar. Una clase universitaria no tiene por qué ser aburrida, pero sí debe ser intelectualmente exigente. Cualquier alumno, incluso el que tenga mayor predisposición por aprender, verá mermada su capacidad de aprender si no deja de recibir estímulos externos.

En segundo lugar, en el sistema virtual se pierde gran parte de la información no verbal que se transmite al enseñar incluso con la cámara puesta.

Para que el mensaje llegue de verdad es fundamental el cómo se transmite.

Como tercer ejemplo, la sensación de unidad y de espacio compartido que se puede crear en un aula no es reproducible desde el ordenador. Dadas las circunstancias inevitables, podemos encontrar buenos consejos para tratar de reducir estas limitaciones, pero nos requiere un sobreesfuerzo que la presencialidad ofrece casi por sí misma.

Las clases magistrales y la innovación docente

Este contexto ha permitido que aparezcan nuevas propuestas educativas más allá de la imperante innovación docente que promueve la eliminación de las clases magistrales, poniéndola de ejemplo de paradigma del sistema tradicional obsoleto.

He vivido como alumna esa horrible experiencia de un profesor que, con voz monocorde, recita unos apuntes extractados de un manual. Manual que como no podía ser menos había escrito él mismo. Todos tendremos en la cabeza a alguien así. Pero ¿son eso realmente las clases magistrales?

El famoso libro de Ken Bain, Lo que hacen los mejores profesores universitarios es una obra sobre la que no se puede afirmar que no tenga en cuenta a los alumnos y al mismo tiempo capaz de poner en tela de juicio lo que se hace hasta ahora. En ella, el autor es categórico al señalar que las clases magistrales son unas herramientas valiosísimas usadas por numerosos profesores considerados exitosos en su labor, además de apreciados por sus alumnos.

Por supuesto, destaca que en los matices está la virtud: un buen uso del tono de voz, el planteamiento de preguntas importantes, la conexión con los problemas prácticos… Pero concluye que los buenos profesores son los «eruditos y pensadores», centrados en conocer a fondo su materia. El argumento muy utilizado de ya está todo en internet, podría merecer muchos argumentos en contra. En esta ocasión baste decir que, si eso fuera cierto, no habría terraplanistas.

Cada cosa en su lugar

No pretendo afirmar que variar de método en función de la finalidad desaseada no sea enriquecedor. Las críticas demoledoras contras las tecnologías me han parecido siempre un tanto naif. La ludificación de algunos aspectos de las clases universitarias me parece una interesante propuesta (aquí un ejemplo exitoso en el ámbito de las ciencias jurídicas).

La clave está en no perder el norte, en entenderlo siempre como una herramienta y no un fin en sí mismo. En comprender que, para afianzar, primero hay que haber entendido y estudiado conocimientos teóricos.

No soy, ni mucho menos, la primera en defender las clases magistrales y, desde luego, lo han hecho ya profesores con muchos más galones que los míos. Aún así, creo que resulta de interés seguir recordándolo de vez en cuando, y ahora, más que nunca, necesario.

No vayamos a salir de esta crisis, no solo no siendo mejores, sino maltrechos.

 

Comentarios
  1. Luis Fernández dice: 08/01/2021 a las 09:26

    Hay mucha critica a la clase magistral desde la formación no reglada y el mundo empresarial donde, sin embargo, les encanta tener una Masterclass de un supuesto experto invitado

  2. JM dice: 08/01/2021 a las 11:49

    La idea de fracaso en el cambio acelerado a docencia online y semipresencial que se ha implementado durante la pandemia es bastante discutible. En algunas universidades ha sido un caos, pero en otras ha funcionado extraordinariamente bien, tanto que algunos equipos rectorales se plantean proseguir con sistemas mixtos en el futuro debido al buen funcionamiento.

  3. Andrea Padrón dice: 08/01/2021 a las 14:13

    Gracias por comentar. Me encantaría conocer casos concretos de ese éxito, porque me temo que esto nos va para rato y aprender de experiencias que hayan sido positivas siempre es bueno.
    En cualquier caso, salvo que al ver otras experiencias me hagan cambiar de opinión, me reafirmo en que hasta la mejor de las versiones online, ahora mismo no tiene competencia con la docencia presencial (salvo casos en los que lo online da un plus especial: las clases son muy lejos del domicilio, posibilidad de compatibilidad, etc.)

  4. JM dice: 08/01/2021 a las 15:05

    Aquí hay algunos consejos para manejar la docencia online de forma óptima

    https://teachremotely.harvard.edu/

  5. PacoQ dice: 08/01/2021 a las 15:44

    Creo que lo primero es que hay que aclarar lo que cada uno entiende por clase magistral y que es lo que entendemos por online…
    Y a partir de estas aclaraciones em0ecemos a hablar
    La presencialidad creo ue debe entender ese de forma amplia, extensa. Es presencial estar en el mismo espacio físico si!. Pero si se está en la habitación de al lado separados por una pared PERO CONECTADOS POR UNA PANTALLA QUE NOS PERMITA INTERACTUAR como si estuviéramos en el mismo espacio físico…
    Eso que es?… según algunos es lo mismo que presencial (aunque no se pueda oler el perfume del que habla) Según otros es onlin porque nos comunicamos a través de una pan5alla…
    Solo cuando se aclaren estos términos podremos hablar a favor de una u otra opción y que cada uno hagamos una entrada en este u otro blog arengando alguna d la opciones…. Pero EN LO QUE ESTOY TOTALMENTE DE ACUERDO ES EN NO PERDER EL”EL NORTE”… lo que antes de la pandemia, y durante muchos años, nos parecía bueno hay que seguir manteniéndolo … LO QUE ES INADMISIBLE ES lo que yo llamo “los modernitos” que se dedican a cambiar absolutamente todo con la disculpa del “bicho” NO PORQUE ESTÉN CONVENCÍ DOS DEL CAMBIO, pues años han tenido para ellos y no han cambiado…

  6. Amado Benito de la Iglesia dice: 08/01/2021 a las 17:00

    Les voy a invitar a una paella virtual que voy a hacer este sábado en mi casa , si las condiciones de posibilidad lo permiten, y luego les paso un cuestionario de evaluación para que puntúen de 1 a 5 la calidad del olor y el sabor

  7. PacoQ dice: 08/01/2021 a las 17:27

    Opción MAGISTRAL para recomendar las respuestas a los cuestionarios sobre olor y sabor recomiendo los trabajos del Grupo de investigación en Percepción y Sistemas Inteligentes (PSI), Universidad de Extremadura (Jesus Lozano Rogado IP)

    https://radiohornachos.es/fuente-del-maestre-jesus-lozano-rogado-recibe-la-medalla-de-la-orden-del-merito-policial/
    https://www.hoy.es/extremadura/investigador-jesus-lozano-20191030134806-nt.html
    Narices electrónicas: principios y aplicaciones, por Jesús …www.youtube.com › watch
    Tiene múltiples aplicaciones paella incluida¡¡…

  8. Neila Campos dice: 08/01/2021 a las 18:20

    Muy buenas reflexiones. El tema desde luego dista mucho de ser trivial, y no es blanco o negro.

    Se pueden dar buenas clases presenciales y malas clases presenciales.
    Se pueden dar buenas clases online y malas clases online.
    (Donde por «bueno» y «malo» quiero decir que cumpla su función, que es hacer que los estudiantes aprendan. La obra que mencionas de Ken Bain da ideas muy llamativas).

    Es decir, que tengo la sensación de que la diferencia entre una clase eficiente y una ineficiente es independiente (y seguramente mucho más importante) de la distinción presencial/online.

  9. GFPep dice: 08/01/2021 a las 20:03

    Por fin alguien se atreve a decir que el rey va desnudo!!!
    Felicidades por la claridad expositiva y la valentia de ir contracorriente.

  10. Gabriela dice: 13/01/2021 a las 21:52

    Comparto que un de los problemas del fracaso de las clases online o semipresenciales en pandemia es que se ha intentado hacer lo mismo que en presencial pero «cada uno en su casa». Creo que se confunde el e-learning de calidad que se ha estado realizando en los últimos años con la precaria educación virtual obligada por la pandemia. Albert Sangrà de la UOC habla de «docencia online de EMERGENCIA» y, lamentablemente, está reñida con la CALIDAD, al menos por el momento.

  11. La distancia universitaria - Universidad, sí dice: 10/02/2021 a las 09:00

    […] la lección magistral, las prácticas grupales, el debate polémico o el examen presencial, todos cara a cara, nos […]

  12. […] enseñanza más adaptada a las necesidades de cada uno de nuestros estudiantes. Y en esa línea, soy de las que creen que introducir avances tecnológicos nunca es malo, siempre que no acaben siendo un fin en sí […]

  13. Andrea Amusquivar dice: 13/11/2023 a las 15:51

    opino que si bien las clases virtuales fue la única opción de seguir enseñando y aprendiendo en tiempos de pademia, actualmente hay clases virtuales que son de muy buena calidad cumpliendo el objetivo de enseñar.
    Pero de igual forma una clase presencial no es igual a una virtual, el tener contacto con cada estudiante y docente en el aula dedicada para la enseñanza no podrá ser comparada por la misma calidad que se tendrá presencial que virtual.

  14. Nataly Balderrama dice: 28/11/2023 a las 13:40

    En mi opinión, el texto aborda de manera reflexiva la complejidad de adaptar la educación universitaria a modalidades online y semipresenciales debido a la crisis sanitaria, es evidente que los gestores y profesores han realizado un esfuerzo notable en esta transición, enfrentándose a dificultades considerables. Uno de los puntos destacados es la crítica a la idea errónea de que los alumnos son nativos digitales, subrayando que el acceso temprano a las pantallas no garantiza automáticamente competencias tecnológicas. Además, se señala el problema de intentar replicar el sistema presencial en un entorno online o semipresencial, advirtiendo sobre la necesidad de una adaptación más profunda. El modelo semipresencial se presenta como problemático, exigiendo a profesores y alumnos lidiar con dos sistemas distintos, lo que afecta la calidad de la enseñanza. Comparto la defensa del autor hacia el modelo tradicional, resaltando la importancia de la enseñanza cara a cara por la concentración en el aula, la transmisión de información no verbal y la creación de un sentido de unidad. Creo que, cuando se utilizan adecuadamente, las clases magistrales pueden ser herramientas valiosas para la enseñanza universitaria. La advertencia sobre adoptar tecnologías sin perder de vista su propósito es sensata, y comparto la importancia de mantener una base teórica sólida al explorar nuevos métodos educativos.

  15. MILENKA LOBO QUISPE dice: 11/01/2024 a las 16:23

    EN MI OPINION NO DEBERIAN SER ELIMINADAS LAS CLASES MAGISTRALES MAS BIEN DEBERIAN SER INNOVADAS, ESO SIGNIFICA QUE CADA DOCENTE DEBE ACTUALIZARSE EN CUANTO A DIFERENTES METODOS DE ENSEÑANSA Y USO DE TECNOLOGIA, ATRAVEZ DEL MANEJO DE NUEVAS APLICACIONES AL PRINCIPIO NO ES COMPRENCIBLE PORQUE PARA LOS DOCENTES FUE DIFICIAL DAR EL PRIMER PASO , SIN EMBARGO NO SIGNIFICA QUE NO PUEDAN REALIZAR ESE TIPO DE ENSEÑANZA CON USO DE MEDIOS TECNOLOGICOS QUE AL FINAL HERRAMIENTAS DE ENSEÑANZA QUE SIRVE TANTO AL PLANTEL DOCENTE COMO AL ALUMNADO YA QUE AMBOS VAN APRENDIENDO A LA PAR

  16. […] Visto lo visto hasta ahora (el deficiente rendimiento, en términos medios, del alumnado en primaria y secundaria), antes de generalizar el uso en el sistema universitario del aprendizaje basado en proyectos es necesario plantear, por un lado una profunda reflexión acerca de cuál deba ser el modelo educativo que queremos para nuestros estudiantes e hijos/hijas. Para ello, es necesario dotarlo de estabilidad en el tiempo, con independencia de los cambios de mayorías parlamentarias. De otra parte, en el momento actual, lleno de dudas e incertidumbres, se debe plantear un escenario combinado en el que podamos extraer, con sentido común y sin perder la lógica, lo mejor del aprendizaje por proyectos, pero sin por ello “criminalizar” a las clases magistrales, como nos contada en su día Andrea Padrón en este blog. […]


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